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Alimentos orgánicos: un saludable negocio que llegó para quedarse

Impulsados por la demanda de consumidores cada vez más exigentes y conscientes del medio ambiente, los productos elaborados sin químicos ganan más lugar en las góndolas

Alimentos orgánicos: un saludable negocio que llegó para quedarse
martes 07 de abril de 2020
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a producción orgánica es una cultura que llegó para quedarse y dejar huella. Así lo afirman quienes llevan a cabo este sistema productivo. Según ellos, el verdadero desafío es recalcular sus movimientos estratégicos. En el mundo, esta movida no solo es alimentaria, sino que además influye en otros sectores: vestimentas, productos de cosmética y belleza, entre otros.

Sin embargo, en la Argentina, con 3,1 millones de hectáreas certificadas, el consumo interno avanza a un paso más lento por ese camino. Si bien nuestro país ocupa el segundo lugar dentro del ranking de exportadores, solo por detrás de Australia, en las góndolas fronteras adentro la oferta alimenticia es variada pero acotada. Frutas y verduras, productos con valor agregado sin químicos –vinos, yerbas, dulces y mieles, aceites, vinagres y lácteos– y hasta restaurantes totalmente orgánicos, satisfacen los requerimientos de un público todavía reducido pero exigente.

De cara al futuro, los productores orgánicos buscan dejar de ser tendencia, moda o novedad y ganar espacios en el mercado convencional. Hoy, el negocio pasa por atraer y encantar a un público acostumbrado a los hábitos masivos.

Los expertos indican que para que la industria abandone el nicho y se masifique es necesario generar un cambio de paradigma en la sociedad. En esa misma dirección, con un sistema productivo diferenciado, sustentable y más de 1.200 colmenas orgánicas, Ricardo Parra, dueño de Estancias Las Quinas, visualiza el futuro del negocio. “Hoy, son los jóvenes quienes buscan productos virtuosos. Los millennials, con otro chip, son quienes marcan la cancha y se fijan cuál es el impacto que tiene la producción, es decir, la historia que hay detrás”, opina.

Pero sin duda la brecha de precios entre lo orgánico y lo convencional es un punto no menor a la hora de competir en góndola. La logística y la comercialización son disparadores a corregir. “El flete se cobra más al ser un producto orgánico, además al estar de moda, intermediarios y comerciantes sacan un provecho extra del producto”, remarcan desde el sector.

Otro punto es la certificación orgánica, ya que son solo cuatro las certificadoras privadas designadas por el Senasa para registrar. Además, una vez que se paga, recién tres años después se está habilitado para poder vender el producto. El punto bisagra es que, al estar la cadena orgánica formalizada en un 100%, esto hace que, en algún sentido, se generen ventajas considerables en la vereda de enfrente.

 

Productos en ascenso

Con un protagonismo relevante, la miel juega en las grandes ligas orgánicas como la alternativa endulzante natural. Parra, quien también es presidente del Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO), cree que la certificación de los productos es la marca de fuego para la diferenciación de los mismos.

“Es muy injusto el lugar que quieren ocupar los alimentos agroecológicos que pertenecen a los orgánicos certificados. La agroecología no tiene certificaciones ni certezas”, explica el ejecutivo, a la vez que subraya que “se ponen el poncho ajeno y buscan subirse a una movida que no les pertenece”.

Otro producto a resaltar son los vinos, que tomaron una fuerte participación en lo orgánico. Asentada en Luján de Cuyo y Altamira, Bodegas Chakana exporta el 85% de su producción que, además de orgánica, es biodinámica –el concepto básico de la agricultura biodinámica es trabajar con la tierra como un organismo vivo e influido por los ciclos del sistema solar–. Francisco Soldati, de la compañía, coincide en que son las generaciones nuevas las más exigentes.

Fundada en 2002 por la familia Pelizzatti, Chakana tiene 80 hectáreas de viñedos con certificación orgánica y biodinámica, y exporta un gran porcentaje de sus vinos. “Estamos convencidos que son los jóvenes quienes prefieren el cambio, que demandan cada vez más”, dice Soldati, al tiempo que agrega: “Nuestro vino no es que sea mejor ni peor; no es un diferencial de marketing, sino que es una manera de tomar conciencia del medioambiente”.

Guillermo Frusto es arquitecto y dueño de Pampa Gourmet, empresa que nació en 2006. La firma comenzó produciendo salsas y aderezos convencionales y hoy ya cuenta con cinco productos orgánicos de venta al público. “Diseñé los productos para que de a poco migren a lo orgánico”, explica Frusto. Desde su fábrica en San Fernando, la compañía exporta al mundo. El empresario entiende que en la Argentina llevará más tiempo pero que, a medida que se estandarice y bajen los precios, la preferencia hacia lo orgánico será un hecho consumado.

Según Parra, para que el crecimiento de lo orgánico sea notorio deberán sumarse las empresas grandes para darle volumen al negocio. Nestlé está en ese camino, con el lanzamiento de leche orgánica. “La visibilidad se va a dar solo de la mano de las multinacionales. Sin embargo, la llave del negocio de estas compañías es la eficientización en exceso y eso terminaría con el comercio justo; será la búsqueda de un equilibrio”, concluye.

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