Gracias a las políticas implementadas por el presidente Mauricio Macri, el trigo comenzó a recuperar su competitividad. Muestra de ello es que, en tan sólo dos años, la Argentina pasó de ocupar el puesto 27º como exportador de harinas al cuarto lugar, con 750.000 toneladas despachadas al exterior en 2017.
Desde la Federación Argentina de la Industria Molinera (FAIM) afirman que todavía hay mucho potencial para crecer, siempre que se mejoren otros aspectos que hacen a la competitividad como, por ejemplo, la disminución de los costos logísticos. De ser así, estiman que la Argentina podría saltar en 2018 al segundo puesto, superando a Kazajistán, país que exportó 2,5 millones de toneladas en 2017.
En el marco del remate del primer lote de trigo en la Bolsa de Cereales de Córdoba, Diego Cifarelli, presidente de FAIM, expresó que el crecimiento exportador no sólo se reflejó en la harina, sino también en las doce millones de toneladas de grano sin procesar despachadas al exterior.
Asimismo, Cifarelli remarcó que la Argentina puede moler 12,5 millones de toneladas por año, ocupando apenas el 50% de su capacidad. “Nos sobra capacidad para producir lo que el mundo necesita”, aseguró.
En la misma jornada, Luis Macario, presidente de la Bolsa de Cereales de Córdoba, planteó el desafío de que la Argentina trabaje en el desarrollo de una marca propia que se denomine “Trigo Argentino”. Su idea es imitar lo sucedido con el maní donde, gracias a una integración de la cadena, se logró imponer una marca propia que ubicó al país en lo más alto del ranking mundial.