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El feedlot se transforma. La apuesta de los Truppel: carne, fertilizante y... ¿energía?

Antes de que la ganadería estuviera en la mira por su impacto ambiental, los Truppel decidieron iniciar una transformación de su empresa para que estuviera a la altura de las exigencias globales

El feedlot se transforma. La apuesta de los Truppel: carne, fertilizante y... ¿energía?
miércoles 15 de abril de 2020
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roducen carne, usan los efluentes para fertilizar los campos de forma orgánica y buscan la manera de capturar los gases para completar el círculo virtuoso.

La historia empezó hace 25 años en el centro este de la provincia de Buenos Aires, concretamente en los márgenes de la ruta 2 por la que en estos días miles de argentinos viajan a las playas de la costa atlántica. Los Truppel arrancaron con la cría en un campo de 3.400 hectáreas en la localidad de Maipú, y más tarde avanzaron hacia la recría y la terminación en otras 1.200 hectáreas en General Pirán.

La agricultura entra en el esquema como una herramienta más para la ganadería. “Hacemos agricultura donde lo permite el ambiente, pero somos sobre todo ganaderos”, remarca Andrés Truppel, fundador de la empresa, quien ya está soltando las riendas para que sus hijos Alejandro, Roberto y Patrick tomen la posta.

Hoy tienen 1.500 vacas a las que se les hace un servicio estacionado para destetar a todos los terneros en marzo y llevarlos al campo de Pirán, donde hacen una recría sobre pasturas y luego entran a los corrales. Entre hacienda propia y comprada a terceros, engordan 3.000 cabezas por año, mayormente novillos de 360 kilos para el consumo interno.

“Como todos, empezamos haciendo cría, después recría, después agregamos el engorde en corrales de hotelería y, finalmente, en 2014 dimos el salto a tener un feedlot propio con capacidad para 1.000 animales -3500 por año-, y ahí fue cuando tomamos conciencia de la gran cantidad de efluentes que genera el feedlot. Muchas veces no se ven porque se escurren o se volatilizan, pero es más o menos el 8 por ciento del peso vivo de los animales. Si tenés 1000 animales encerrados estás produciendo 25 toneladas de efluentes diarios”, comenta Truppel, y asegura que la sustentabilidad siempre estuvo en la visión de la empresa. “Tuvimos una reunión de directorio en la que dijimos: si queremos dejarles el campo a nuestros nietos de una manera que lo puedan vivir tal como lo vivimos nosotros, vamos a tener que solucionar el problema de los efluentes para no dejarles una montaña enorme de estiércol”.

Con ese objetivo se pusieron en campaña para buscar soluciones. Los corrales que eran de tierra los hicieron de hormigón para poder “barrer” los efluentes. Son 8 corrales con una calle central que recolecta los deshechos y los canaliza hasta unas piletas de decantación.

“La idea original era construir sobre esas piletas un biodigestor para capturar los gases y transformarlos en energía, pero ese proyecto cierra en la medida en que se pueda vender la electricidad -dice Truppel-. Lamentablemente, lo mínimo que piden las licitaciones nacionales es una producción de medio mega de energía, y para producir medio mega haría falta tener un encierre de 5.000 cabezas instantáneas, con nuestra escala no llegamos”.

A nivel provincial hay una ley, pero es para los pequeños productores de energía, los que ponen un panel en su casa, por lo que los Truppel quedaron en un punto medio en el que no acceden a ninguna posibilidad de volcar la energía en la red pública.

Por eso, por ahora el proyecto del biodigestor quedó en “stand-by”. “Analizamos hacerlo para utilizar la energía en algún proceso industrial, pero para eso se tiene que recomponer el crédito y tenemos que tener más certezas sobre el futuro de la economía”, dice el productor. La posibilidad que mejor les cerraría en este sentido, explica, es una destilería de etanol, ya que tendrían el maíz, la energía, podrían usar la burlanda para alimentar a la hacienda y vender el etanol. Otras posibilidades serían poner una planta de secado de maíz, o de extrusado de girasol. “Seguramente en el futuro haremos alguno de estos proyectos”, asegura.

Mientras tanto, los efluentes del feedlot ya estaban en las piletas de decantación y los Truppel decidieron avanzar en la producción de enmiendas orgánicas para utilizar en sus lotes. Además de ser una respuesta a las demandas sociales por un menor uso de agroquímicos, estas enmiendas representan un enorme valor, pero para hacer viable su manejo y que el costo de aplicación no sea tan elevado es clave separar el sólido del líquido. Para eso compraron una máquina italiana que recibe el estiércol, lo compacta y hace esa separación. Con el sólido hacen un compostaje y luego lo aplican sobre verdeos, pasturas y barbechos de maíz. El líquido lo están juntando mientras adecúan una máquina de riego para poder aplicarlo.

En los primeros ensayos que realizaron sobre lotes de cebada con el apoyo del INTA Balcarce encontraron que la aplicación de 24.000 litros de enmienda equivale a 58,3 kilos de DAP más 133 kilos de urea, lo que arroja un valor comparable de unos 97,81 dólares por hectárea para esta aplicación. “Restándole los costos de aplicación de la enmienda de 56,10 dólares, quedan a favor 41,71 dólares por hectárea”, detallan desde la empresa.

Para el raigrás, la medición de clorofila con SPAD arrojó un valor de 42 para el testigo sin enmienda y 55 para la zona con aplicación. “Se interpolaron valores del trigo y cebada y se estima entre 4.000 y 5.000 kilos la materia seca adicional, equivalentes a 200 kilos de carne por hectárea”, destacan. A valores actuales, el valor de la enmienda equivale a 230 dólares por hectárea, que restando los costos de aplicación deja un margen bruto de 170 dólares por hectárea.

Sin duda, los datos son auspiciosos. “El tema es muy candente con todo lo que genera en la sociedad la aplicación de productos químicos. Este equipamiento de origen italiano está funcionando muy bien y creemos que nos puede dar muy buenos resultados”, remarca Truppel. Y agrega: “Ser pionero tiene la ventaja de que cuando empieza a funcionar el negocio uno es el primero en capturar valor, pero también hay un tiempo de prueba y equivocación que tiene un costo involucrado que uno tiene que estar dispuesto a pagar”.

 

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