Mariano Lechardoy: "Los eventos genéticamente modificados aportan valor al país"

Frente al crecimiento de la población y, en consecuencia, de la demanda de alimentos, así como de las necesidades de energía y del agotamiento de los recursos, la Subsecretaría de Bioindustria de la Nación propone una visión integral de desarrollo territorial.

Mariano Lechardoy, subsecretario de Bioindustria de la Nación, sostuvo que para ello se basan en dos ejes temáticos: bioenergías y biotecnología. “La biotecnología no es solamente un instrumento que permite que la Argentina y el mundo puedan producir los alimentos necesarios, sino que también nos posiciona como un país experimentado, sobre todo en los sistemas de control”, afirmó. 

En la misma línea, el subsecretario remarcó que la Argentina utiliza eventos genéticamente modificados desde hace más de veinte años, y recordó que la Comisión Nacional de Biotecnología (Conabia) fue creada hace veinticinco años. “El esquema regulatorio argentino es muy robusto y tiene una visión internacional muy importante, tanto es así que la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) lo ha considerado como centro de referencia”, indicó.

“Tenemos una oportunidad para seguir promoviendo los desarrollos tecnológicos que la Argentina necesita para mantener y mejorar los rindes”, señaló Lechardoy, a la vez que advirtió que también tenemos posibilidades reales de “exportar esa tecnología y esos conocimientos al mundo”. Y subrayó: “Los eventos genéticamente modificados aportan valor al país”.

Además, destacó que uno de los puntos centrales de la política biotecnológica de la Subsecretaría es “hacer entender a los consumidores que los organismos genéticamente modificados no son perjudiciales para la salud”. En ese sentido, explicó que los productos transgénicos tienen los debidos controles del Senasa y la Conabia en lo que se refiere a la seguridad alimentaria, así como de la Subsecretaría de Mercados.

Por otro lado, Lechardoy sostuvo que ven la necesidad de amplificar el espectro de la biotecnología, por lo que también están enfocándose en “los bioinsumos para el control de plagas, de malezas y como catalizadores de algunas ecuaciones químicas como, por ejemplo, la producción de bioetanol”.

Según manifestó el subsecretario, en este momento “la bioenergía es el principal motor de la bioeconomía en la Argentina”. Al respecto, dijo que “el 12% del contenido de las naftas que consumimos proviene de etanol de maíz y de caña de azúcar”.

Asimismo, Lechardoy expresó que la Argentina “es el segundo país en el mundo en proporción de corte”, sólo superada por Brasil. Y agregó: “Estados Unidos produce más bioetanol que nosotros, pero en términos proporcionales tenemos una participación de mercado muy alta”.

“El uso de bioetanol permite, en una economía como la del maíz, aunque se utilice una proporción muy baja de la producción total, usar un millón y medio de toneladas. Esa diversificación posibilita, en cierta medida, estabilizar los precios”, aseveró.

En la misma línea, indicó que “la producción de azúcar está muy protegida en todo el mundo”, a la vez que señaló que lo que la Argentina trató de hacer al incorporar “en la matriz productiva de la caña de azúcar el etanol fue diversificar los productos”.

Por otro lado, se refirió al Decreto 543 sancionado el año pasado, que obligó a aumentar el corte de las naftas con bioetanol de caña de azúcar del 10% al 12%. Según Lechardoy, esto generó “un impacto en la economía del noroeste argentino”, sobre todo en Tucumán, Salta y Jujuy, donde “están concentrados los ingenios”. De esa manera, dijo que ese aumento permitió “crear institucionalidad en un sector donde hay una gran dispersión, atomización de la producción en los pequeños productores cañeros y una concentración en la industria, sobre todo en los ingenios”.

En ese sentido, explicó que la creación de la Mesa Sucroalcoholera hace casi dos años posibilitó que tanto pequeños, medianos y grandes productores de azúcar se juntaran y lograran alcanzar importantes acuerdos, sobre todo en lo referido a los cupos mandatarios de exportación.

“La biotecnología debe ser un motor de desarrollo para lograr una mayor producción, que sea más segura y sana”, concluyó.