Dentro de la variedad de malezas existentes, hay siete que son las más difíciles de atacar, entre las que se encuentran el yuyo colorado (Amarantus quitensis), el sorgo de Alepo (Sorghum halepense) y la rama negra (Conyza bonariensis).
A la hora de combatir el yuyo colorado, que presenta gran resistencia al glifosato, lo mejor es emplear herbicidas residuales distintos a los inhibidores de ALS (acetolactato sintetasa) y tratamientos de repaso post-emergentes.
En cuanto a la rama negra, se recomienda combatir la maleza con glifosato, herbicidas hormonales y con sulfonilureas durante su etapa de roseta pequeña. No obstante, se vuelve cada vez más incontrolable conforme avanza su ciclo, lo que amerita la aplicación de un doble golpe químico o métodos mecánicos. Se debe tener en cuenta que su pico de emergencia es en otoño, con una segunda incidencia menos grave cuando termina el invierno.
Por su parte, el sorgo de Alepo es una maleza perenne primavero-estival, que posee biotipos resistentes a glifosato y a graminicidas como haloxifop. Una vez que es detectada, se debe actuar cuanto antes para impedir su dispersión en el lote. No obstante, la prevención sigue siendo la mejor herramienta.
El raigrás anual es otra maleza difícil que presenta resistencias múltiples, que por ausencia de controles puede persistir hasta la primavera. Debido a su estado fenológico, los graminicidas son menos eficientes, lo que hace que se deba recurrir a técnicas de doble golpe o secantes.
En tanto, el cloris es sensible a glifosato y otros herbicidas que actúan sobre las gramíneas cuando las plantas no superan los cinco o seis centímetros de altura, tanto en pre-macollaje como al comienzo; mientras que el pasto amargo es sensible a graminicidas selectivos post emergentes de hasta diez o quince centímetros de altura y a herbicidas residuales.