La economía global, en alerta por cuatro focos de conflicto

Hoy en día, el mundo es cuna de diferentes conflictos de carácter geoeconómico. Es posible delimitar –entre otros– cuatro escenarios de colisión para la economía global, cuya falta de solución llevaría a una recesión global y una crisis financiera.

En primer lugar, el choque entre Estados Unidos y China podría llevar a una guerra plena comercial, monetaria y tecnológica. Esto extendería la actual desaceleración de la industria, el comercio y el gasto en capital al sector servicios y al consumo privado, lo que empujaría a Estados Unidos y a las economías globales a una recesión importante. Tanto el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, como el presidente de China, Xi Jinping, quieren un acuerdo para estabilizar sus respectivos mercados, pero ambos parecen reacios a dar a torcer el brazo frente a su opositor.

Por otro lado, la disputa que está gestándose entre Estados Unidos e Irán podría llevar al petróleo a costar más de cien dólares por barril, lo que provocaría una estanflación –recesión con aumento de la inflación–. En este caso, Trump creyó que podría intimidar a Irán con el abandono del Plan de Acción Integral Conjunto y la imposición de graves sanciones, pero los iraníes respondieron con una escalada de provocaciones regionales porque saben que Trump no puede permitirse una guerra total por el encarecimiento del petróleo que traería aparejada.

En tercer lugar, en Europa se está desarrollando un conflicto entre el primer ministro británico Boris Johnson y la Unión Europea en relación con el Brexit. Esto podría llevar a una recesión en el continente que se derramaría a otras economías: los Países Bajos, Bélgica, Irlanda y Alemania dependen intensamente del mercado de exportaciones al Reino Unido. Es notable que la eurozona ya padece una marcada desaceleración, una recesión industrial y la confianza empresarial en ella ya está deprimida como resultado de las tensiones comerciales chino-estadounidenses. En este sentido, un Brexit caótico sería la gota que colme el vaso; podría, incluso, provocar nuevas guerras de monedas, si el euro y la libra se devaluaran demasiado respecto de otras divisas.

Finalmente, la Argentina, tras la probable victoria del peronista Alberto Fernández en la elección del mes de octubre, puede terminar en rumbo de colisión con el Fondo Monetario Internacional, lo que puede tener consecuencias globales. Si Fernández derrota al actual presidente Mauricio Macri y hunde el programa de 57.000 millones de dólares acordado con el FMI, la Argentina puede sufrir una repetición de la crisis monetaria con impago de deuda del 2001. Esto puede llevar a un proceso más general de fuga de capitales desde los mercados emergentes, que podría provocar una crisis en países muy endeudados como Turquía, Venezuela, Pakistán y el Líbano, y complicar la situación de países como la India, Sudáfrica, China, Brasil, México y Ecuador. Fernández quiere un mandato electoral claro y hace campaña con el mensaje de que Macri y el FMI son los culpables de todos los problemas del país. La carta de poder del FMI consiste en que si se cancela el próximo tramo de US$5.400 millones y se pone fin al programa de ayuda, la Argentina sufrirá otro colapso financiero. No obstante, Fernández también tiene una carta de poder, porque una deuda por US$57.000 millones es un problema para cualquier acreedor: un colapso argentino limitaría la capacidad del FMI para ayudar a otras economías en dificultades.

Para hallar soluciones, las partes involucradas deben bajar tensiones. La buena noticia es que, en los cuatro escenarios, cada parte todavía dialoga con la otra. Sin embargo, todas están muy lejos de cualquier forma de acuerdo.