Agro Alimentos / Gestión de Empresas Agroalimentaria

Rapanui: la reconversión de la empresa familiar que conquistó a los porteños

Desde que abrió su primer local en la Ciudad en 2012, la icónica firma barilochense enamoró a los porteños. Hoy, cuenta con siete locales en la city y abrirá uno en España

Rapanui: la reconversión de la empresa familiar que conquistó a los porteños
jueves 02 de julio de 2020
D

iego Fenoglio fundó la reconocida heladería Rapanui cuando decidió emprender su propio camino y dejar atrás la chocolatería familiar.

“Obsesión” es la palabra que Diego Fenoglio utiliza para explicar el fenómeno Rapanui, que se catapultó a la cima del chocolate premium. Se trata de una chocolatería, cafetería y heladería artesanal que nació en Bariloche hace más de 20 años y que hace unos siete desembarcó en Buenos Aires. Pero, para Diego, es mucho más que eso: es toda una identidad de marca que hace a un modelo de negocios exitoso.

Su apellido es sinónimo de chocolate en la Patagonia. Su padre Aldo Fenoglio y su madre, Inés, se instalaron en Bariloche en 1948. Allí, abrieron una confitería y chocolatería llamada Tronador, que en poco tiempo se ganó el reconocimiento entre locales y turistas. Aldo, que había aprendido el oficio en su Turín natal, fue un pionero en la tierra del chocolate. En 1960, decidió imprimir su huella: renombró a la empresa con su propio apellido.

Diego, por su parte, trabajó en la empresa desde muy joven. “Mi padre era de esos inmigrantes italianos que te hacían pasar por todas las áreas de la empresa y trabajar todos los veranos. Había que aprender el negocio, como él solía decirme”, cuenta.

Cuando falleció su padre, Diego se hizo cargo del negocio con apenas 20 años. “Cometí muchos errores y tuve otros aciertos. Era muy joven para saber manejar una empresa, pero no tuve otra opción”, recuerda.

Para 1995, Diego estaba decidido a cambiar el rumbo. Sentía que había que tomar otro camino, que incluía mejoras en la calidad y un producto más premium. Pero, como en toda empresa familiar, había que llegar a un consenso. “Yo estaba convencido de que el rumbo era otro, y con todo el dolor del alma decidí abrirme”, cuenta. Con esa decisión y unos US$200.000 en maquinaria que arregló con su madre y su hermana, nació Rapanui.

Durante muchos años, su negocio creció en Bariloche, de la mano de los turistas que históricamente tienen un paso obligado por las chocolaterías al final del viaje. Poco a poco, fue incrementando la cantidad de productos hasta que, en un momento, tuvo la necesidad de expandirse.

“Más que una oportunidad, el desembarco en la Ciudad de Buenos Aires fue una herramienta de supervivencia. En junio de 2011, la erupción del volcán Puyehue tiñó la zona de cenizas y paró el turismo en tierras patagónicas durante un año. De once vuelos por día que llegaban a la ciudad, apenas llegaron ocho en tres meses. Si la erupción duraba más tiempo, se me fundía la empresa”, recuerda. Con ese escenario, armó las valijas y voló a Buenos Aires. Así, en 2012, abrió el primer local en Arenales y Azcuénaga, en el barrio porteño de Recoleta.

Para Fenoglio, el manejo de la empresa es una combinación de intuición y contacto cercano con los clientes. Durante tres años, tuvo un solo local en Capital Federal, hasta que un día notó que había mucha gente. “Me puse a charlar con los clientes y les pregunté de dónde venían. La mayoría eran de Belgrano, Caballito y Devoto. Abrí un local en cada barrio”, comenta.

Hoy, tiene siete locales en la Ciudad y, a pesar de que todas las semanas le llegan propuestas, las franquicias no son una opción. “Me cuesta controlar que los productos estén como a mí me gusta en mis propios locales. No podría dar una franquicia”, se sincera.

Sin embargo, proyecta abrir nuevos locales. “La zona norte de Buenos Aires es una cuenta pendiente”, asegura el emprendedor, que también desea llegar a las grandes urbes del interior del país. Y añade: “Para elegir un local, tengo que entrar y sentir la conexión. Me tiene que encantar. Además, tienen que ser zonas tranquilas, donde el cliente venga a buscar el producto”.

“Un producto nunca se cierra. Estoy repensando todo el tiempo. Soy un convencido de que siempre se puede seguir mejorando”, destaca. Tras dos años de desarrollo, en 2009 lanzó su fábrica de helados con sabores distintivos.

Asimismo, el empresario se animó, entre prueba y error, a desarrollar FraNui, el producto que se convirtió en un ícono de la compañía y el único que vende por fuera de sus propios locales. Para Fenoglio, es más un producto de proximidad, que hay que acercar al cliente. Así, comenzó la comercialización en pequeños locales, fábricas de pastas y, recientemente, sumó una prueba piloto en diez estaciones de servicio de YPF.

 

Traspasando fronteras

Próximamente comenzará a operar una planta en Valencia, España, para abastecer al mercado europeo a través de retailers. “Fue un desafío enorme que se hizo y se está terminando a pulmón con capitales argentinos”, dice el emprendedor, que no logró acceder a un crédito en el país europeo para el desarrollo de la planta. Ésta será la primera vez que Rapanui ponga un pie fuera del país: por el ciclo de vida de los productos, la exportación siempre fue para Fenoglio más un problema que una oportunidad de negocios.

Fenoglio dice que su secreto es “hacer el mejor producto que puede hacer”. “La fórmula del éxito es la combinación de pasión y pasos firmes. Crecimiento sólido y sostenido. No hay que correr, porque siempre que hay algo que no está firme, te tocan y te caés”, concluye.

¡Envianos tus Contenidos!

Difundí tus Ideas, Conocimientos, Experiencias, Opiniones y Proyectos.


¡Juntos el Campo es más fuerte!











¡Juntos por la eliminación
de las Retenciones!

Te invitamos a contarle a todos los argentinos por qué es bueno eliminar las Retenciones.

¡Sumá tu Stand!

Publicá tu marca en la plataforma líder del agro y aumentá tus ventas hoy.

Recibí los mejores contenidos

Suscribite a nuestro Newsletter y sigamos agregando valor.

Agroempresrio

¡Contenidos que agregan valor!