El argentino que se comprometió a preservar el carancho austral

Si bien la Isla de los Estados, ubicada al este de la provincia de Tierra del Fuego, es conocida principalmente por el Faro del Fin del Mundo que lanzó a la fama el escritor francés Julio Verne, en su superficie de 534 metros cuadrados incluye una zona de alrededor de 400 hectáreas donde vive un ave mítica, llamada carancho austral, que se encuentra en peligro de extinción debido a las consecuencias del cambio climático y la expansión de otras especies. El animal en cuestión, cuyo nombre científico es Phalcoboenus australis, es un ave rapaz poco común, que habita principalmente la región del archipiélago fueguino, las Islas Malvinas y los canales del sur de Chile, de la que solo quedan cerca de cuatro mil ejemplares.

Con el fin de preservar al vertebrado, Ulises Balza, egresado en la carrera de Biología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que se desempeña como becario del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y trabaja en el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC) de Ushuaia, viaja una vez por año hacia la Isla de los Estados para estudiar de cerca su comportamiento. El joven nacido en Tierra del Fuego inició su carrera en Buenos Aires, donde conoció a Andrea Raya Rey, su directora de tesis, quien desde hace dos décadas venía trabajando en el lugar analizando la conducta de diversas especies.

“El viaje a la isla dura entre 17 y 24 horas; depende del clima, ya que las condiciones para llegar son complicadas, sobre todo cuando se sale del Canal de Beagle y se llega al Estrecho Le Marie, donde se juntan las aguas de los océanos Atlántico y Pacífico. Durante el trayecto, vemos ballenas, delfines y orcas. En 2017 nos agarró una tormenta y tardamos 36 horas en llegar; rompimos una vela y el barco se nos inclinó en casi setenta grados. Esa fue la situación más extrema que vivimos”, comentó el biólogo al hacer referencia a sus travesías.

Para preservar al carancho austral, es fundamental que haya cerca colonias de otras aves marinas que puedan servir para su alimentación. Durante los períodos estivales, el animal se abastece casi exclusivamente de pichones y huevos de pingüino penacho amarillo, por lo que lo más recomendable es que no se encuentren en distancias muy amplias. Otro elemento clave para su subsistencia es el pasto tussock, típico de los pastizales costeros de las islas del mar austral, que vive más de 300 años y protege sus nidos.

En la zona de Bahía Franklin se monitorean veinte nidos vecinos a los acantilados, alejados de las aves marinas, lo que implica que los caranchos deben realizar viajes más largos para hallar alimento para sus pichones. De todas maneras, estos sitios presentan mejores condiciones, ya que aquí no se ven amenazados por los ciervos y cabras que habitan otras zonas del archipiélago.

Para observar lo que pasa en esos nidos se usan cámaras trampa que los graban sin molestarlos. Así, se pueden ver cuándo ponen los huevos y obtener información necesaria para tratarlos durante todo el año. “Con este método pudimos enterarnos de que poco tiempo después de que los pichones salen del nido en febrero, los adultos abandonan el lugar de agosto a septiembre y retornan año a año”, contó Balza.

A la hora de identificar cada uno de los individuos, se los captura y se los coloca dentro de un anillo que incluye un código único. Además, si es posible, se le pone un transmisor para analizar sus movimientos. Para colocar este anillo es preciso aprovechar cuando los pichones están en el nido con un tamaño adecuado, ahuyentando a los adultos mediante algún gesto que los haga abandonar el lugar.

“Son bravos cuando uno se acerca al nido. Depende de la pareja, pero a veces hasta te tiran de un golpe o te desestabilizan. Nunca atacan de frente, siempre por la espalda. Por eso, solemos ir de a dos para evitar problemas”, aclaró el egresado de la UBA.

Aunque esta ave no sea perseguida por la raza humana, tienen ciertas particularidades que la convierten en una especie más vulnerable que el resto: sus bandadas son escasas, más territoriales y longevas. La población de la Isla de los Estados representa entre el 7% y el 15% del número global, por lo que el sitio está enmarcado como un área prioritaria para su conservación.

“Vemos un patrón: los mismos nidos son reutilizados. Sin embargo, si por algún motivo los adultos fallan en reproducirse, los vuelven a usar. Suponemos que se debe a que les faltan alternativas. Todo parece indicar que hay unos pocos individuos reproductivos que acaparan todos los nidos y que hay muchos adultos que no se reproducen porque no tienen donde”, contó Balza.

Se considera que las zonas para anidar y alimentar a estos animales son claves para su subsistencia. Debido a esto, Balza aseguró que los caranchos de la Isla de los Estados pueden ser genéticamente diferentes que los de las Islas Malvinas, por lo que no es recomendable mezclarlos. Asimismo, la presencia de cabras y ciervos se potencian como una de las razones por la que las que las aves estarían migrando a territorios más alejados. También advierten que su fuente de alimentación, es decir las aves marinas, también se encuentran en peligro por causa del cambio climático y la captura de grandes buques pesqueros. “La erradicación de las cabras y ciervos no representaría un problema para los caranchos, ya que no parecen ser una fuente de alimento regular para ellos”, sostuvo Balza.

No obstante, es probable que por este motivo la especie no tenga la facilidad de dirigirse hacia otras fuentes de alimentación y reproducción, por lo que aún se requieren más estudios para seguir analizando sus hábitos y actuar en función de ellos y otros factores.