Eben Ezer: una licorería que recupera tradiciones en Córdoba

En la pequeña localidad cordobesa de Las Calles, de apenas 1.400 habitantes, ubicada a solo nueve kilómetros de Mina Clavero, hay una licorería familiar con presencia en el país desde hace más de 200 años, llamada Eben Ezer. Administrada por Mirta Molina, quinta generación de quienes fundaron y vivieron en el lugar desde tiempos remotos, funciona en un espacio que en 1830 era una gran posta de recambio de caballos de adobe con cuarenta habitaciones.

Para llegar a la zona es necesario seguir la Ruta Provincial 14 por un camino de piedra que accede hacia un lugar en el que en algún momento pararon las tropas de los generales José María Paz, Juan Bautista Bustos y Gregorio Aráoz Lamadrid, y el caudillo Facundo Quiroga. Como los militares se quedaban en la posta, mientras los soldados permanecían a orillas del río, el arroyo y balneario del pueblo de Nono se llaman “Paso de las Tropas”.

“Después de posta se convirtió en pulpería. Los ladrillos, que son de medio metro de ancho, cuesta mantenerlos, pero hay que hacerlo. Mis tíos abuelos manejaban la pulpería que funcionó hasta hace unos diez años. Anteriormente, los parroquianos venían aquí a tomar vino y jugar a la taba”, comentó Molina.

Nieta por parte materna de Don Juan Matos Andrada, el primer comisario de la zona, amigo personal del cura Gabriel Brochero, la actual gerenta heredó su amor por los licores de su abuela paterna Doña Rosa Conde, quien le enseñó las primeras recetas que preparó con huevos caseros y vino tinto.

Luego de pasar alrededor de veinte años fuera de Las Calles, Molina regresó al pueblo donde vio que existía un buen potencial en relación a la producción de frutillas. “El lugar se perfilaba como algo distinto, con un marcado perfil rural. Para mí, Las Calles siempre fue el pulmoncito verde de Traslasierra. En ese momento, me decidí y me postulé como la primera directora de Turismo ad honorem, y empecé a hacer mermeladas con las recetas de mis ancestros. También hice cursos y me especialicé en licorería”, señaló.

En el local, lleno de estanterías pegadas a ladrillos de adobe, hay una enorme variedad de botellas, entre las que se destacan el licor de los benedictinos –fabricado en base a hierbas de un convento de Santa Fe–, el de hojas de coca y el sambayón, en honor a su abuela rosa.

En una experiencia, la cata arranca con un vino cítrico hecho con naranjas maduras cortadas en rodajas, que permanecieron cuarenta días al sol, en referencia al tiempo que Jesucristo se quedó a orar en el desierto. La degustación sigue con un cocktail de pulpas de frutillas sin fertilizantes, que en 2001 ganó un premio debido a su particular perfume. También se puede probar el licor de chocolate derretido con almíbar y ron, que realza el sabor de los chocolates y cremas; el de acacias, rosas, lilas y azahares; y los de verduras con tomate y laurel.

Entre los más solicitados figura el yerbiano con peperina, y el de almendras con nueces y apio, que es una versión argentina del tradicional amaretto italiano. “Ellos lo hacen con almendras y albaricoque, la pepa del damasco. Como acá no hay suficiente, combiné la almendra con nuez y apio, que le da un toque que no se siente en la boca, aunque sí en el cuerpo”, aclaró.

Se escogió el nombre Eben Ezer, que significa “hasta acá me acompañó Dios”, debido a la tradición religiosa de la familia. Molina misma aseguró que cuando se inició en la actividad en 1999, el turismo era muy escaso, por lo que para lograr buenos resultados necesitó de la ayuda del Señor, además del boca a boca.