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Crisis climática: un impacto radical en la producción vitivinícola

Los efectos acelerados del cambio climático han transformado las prácticas agrícolas tradicionales y han obligado a los productores a tomar medidas decisivas para adaptarse a los cambios

Crisis climática: un impacto radical en la producción vitivinícola
lunes 09 de diciembre de 2019

La producción de vino ha tenido que lidiar no solo con veranos más calientes e inviernos más cálidos, sino también con largas sequías y eventos climatológicos inesperados que, en ocasiones, provocan granizadas, heladas en primavera, inundaciones e incendios forestales.

“Graniza cuando nunca granizaba, llueve en el verano cuando solía estar seco y está seco en invierno cuando solía llover”, comentó Gaia Gaja, de la bodega Gaja, que lleva generaciones elaborando vino en Italia. Según ella, el incremento de la humedad en verano hace que las plagas de las vides se reproduzcan más rápido.

En regiones como Borgoña, Barolo, Champaña y los Valles del Mosela y el Rin de Alemania, donde las grandes cosechas no fueron comunes, las temporadas de cultivo más cálidas han hecho que sea más fácil producir vinos excepcionales.

Aún con ese éxito, el carácter de estos vinos ha evolucionado y llegarán más alteraciones. Los acelerados efectos de la crisis climática obligan a la industria a enfocarse en cinco factores que son cruciales para cultivar y producir vino.

 

1- Clima descontrolado

Si bien el clima siempre sorprende, los productores de uvas experimentados por lo general sabían qué esperar; sin embargo, con la crisis climática ya no es del todo cierto.

Por ejemplo, la sequía va de la mano con los incendios forestales. Instituciones en Australia investigan cómo el humo de los incendios puede contaminar las uvas y el vino, y están encontrando soluciones tecnológicas que harán que esos vinos sean bebibles.

 

2- Producción en altura

Hoy por hoy, los productores están sembrando viñedos a altitudes antes consideradas inhóspitas. Tal es el caso de la familia Torres, productora mundial de vinos en la región de Cataluña (España), que ha plantado viñedos a altitudes desde 900 hasta 1.200 metros en las faldas de los Pirineos.

A mayores alturas, las temperaturas máximas no son necesariamente más frescas, pero el calor intenso tiene menos duración y las temperaturas nocturnas son más frías.

En nuestro país los viñedos en las regiones de Salta y Jujuy, en el norte de la Argentina, se ubican a altitudes que van desde los 1.500 metros a más de 3.400.

 

3- Nuevas zonas de producción

A medida que el clima se ha calentado, regiones que alguna vez fueron consideradas demasiado frías ahora demuestran que también pueden producir excelente vino. En busca de los mejores sitios, los productores se están moviendo hacia el norte en el hemisferio norte, y al sur en su contraparte.

Inglaterra es un buen ejemplo. Hace 30 años, nadie había oído hablar del vino espumoso inglés. Sin embargo, se desarrolló una industria de clase mundial, principalmente a lo largo de la costa del sur. Muchos de los mejores viñedos son plantados en suelos calcáreos blancos que son geológicamente idénticos a los suelos más preciados de la región francesa de Champaña; de hecho, compañías de esa zona como Taittinger y Vranken-Pommery Monopole han invertido en viñedos ingleses a medida que el clima se volvía más caliente.

 

4- Más sombra

A lo largo de la historia una fórmula rigió la colocación de algunos de los viñedos más grandes del mundo en el hemisferio norte. Éstos eran plantados en las laderas que daban al sur o sudeste, donde recibían más sol y calor, lo que permitía que las uvas madurasen completamente. En tanto, en el hemisferio sur se hacía lo contario: las laderas que daban al norte eras las más demandadas.

No obstante, el reto para los productores de vino es cómo evitar la maduración excesiva.

 

5- Experimentos con nuevas uvas

Para muchos productores pequeños o aquellos que poseen denominaciones de origen, plantar viñedos nuevos en ambientes más frescos no es una opción. En lugar de ello, deben evaluar si se olvidan de las uvas que durante mucho tiempo han estado asociadas con su región o prueban otras nuevas.

Esto ya está sucediendo de manera experimental en Burdeos y el Valle de Napa, dos regiones estrechamente asociadas con la uva cabernet sauvignon. En Burdeos, donde los productores pueden usar solo uvas que son permitidas por las autoridades, siete uvas adicionales fueron seleccionadas para experimentos. Entre estas últimas, se incluyen cuatro uvas rojas: touriga nacional, una importante uva del oporto; marselan, una mezcla entre cabernet sauvignon y grenache; castets, una variedad que es resistente a ciertas enfermedades; y arinarnoa, una combinación entre cabernet y tannat, que es de maduración tardía, lo que puede protegerla contra las heladas de primavera.

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