Verano arbolado: cuáles son las especies más bellas de la temporada

n diciembre llegó el verano y junto con él las plantas, los árboles y los colores. La temporada estival está marcada por el protagonismo de la vegetación, que sirve para resguardarse de las altas temperaturas y provee frutos y flores, que además de bellos pueden ser deliciosos.

Por lo general, bajo la sombra de la copa de un árbol la temperatura del aire es entre cinco y diez grados menor que en el resto de la atmósfera soleada. Al transpirar, el follaje verde intenso no solo ayuda a disminuir la incidencia de los rayos del sol, sino que también refrigera el espacio. Como si fuera poco, el andar de las ramas empujadas por el viento agita el aire refrescando todavía más.

Uno de los follajes más amenos es el del tilo. Este árbol se caracteriza por poseer copas grandes donde sus hojas se enciman unas a otras, creando cúpulas refrescantes. Por su parte, las plantas ciprenses suelen dibujar agujas en la tierra de acuerdo al correr de las horas, mientras que las nativas Parasenegalia dividen sus ramas en el aire propiciando un espacio agradable.

Respecto a los colores, las hojas rojas de Prunus cerasifera var. atropurpurea y Acer palmatum están acostumbradas a cobrar vida a contraluz de los rayos del sol, ofreciendo un paisaje único. La Albizia julibrissin cuenta con follajes oscuros de tinte rojizo que adquieren una majestuosidad nunca antes vista durante el verano.

A su vez, las hojas verdes con parcelas negras y rojas de la Gleditsia triacanthos f. inermis “Ruby Lace” son más que hermosas; en tanto que las grises del Eucalyptus cinérea y el Solanum granulosum-leprosum, muy utilizadas en florería, le confieren al entorno una imagen bella y acogedora. Este último árbol suele florecer en lila a lo largo de toda la temporada. El color es otorgado a través de múltiples “pelitos” que se propagan por semillas y esquejes.

Entre los tonos amarillos, la Gleditsia triacanthos var. inermis “Sunburst”, cuyas hojas nacen doradas y en verano se vuelven verdes, tiñe las postales de la tarde; al tiempo que la Robinia pseudoacacia “Frisia” crea ámbitos luminosos.

El escenario toma otra magnitud gracias a la brisa del viento, que resalta aún más la sensación de estar en medio de un cuento de hadas. El movimiento del follaje de los sauces Salix babylonica, Schinus areira y Parkinsonia aculeata provee un paisaje repleto de colores; mientras que la brillantez de las hojas de diferentes formas de Magnolia grandiflora, Cinnamomum camphora, Jodina rhombifolia y Prunus tucumanensis le da más luminosidad a la superficie.

En verano, los árboles de Senna spectabilis y Peltophorum dubium se distinguen por sus flores de altura. Entre las especies nativas que florecen en la estación, se destacan la Bauhinia forficata, cuyos piropos blancos se distribuyen desde el norte hasta Buenos Aires; y la Luehea divaricata, una variedad perenne de requiebros rosados, conocida como “azota caballos” o “Francisco Álvarez”.

La malvácea australiana Lagunaria patersonii posee flores rosadas de enorme belleza, en tanto que los branchitos Brachychiton populneus y Brachychiton acerifolius generan piropos rojos rutilantes, inmersos en un gran follaje lobulado parecido a las hojas de Acer. Las asiáticas Sophorajapónica y Lagerstroemia indica cuentan con floraciones espumosas de colores que oscilan entre el blanco y el fucsia extremo.