En El Remanso, la sustentabilidad descansa en suelos siempre vivos

El flamante presidente de Aapresid, David Roggero y posee su empresa familiar con dos campos que hace cinco años están certificados con el protocolo de Agricultura Sustentable

En El Remanso, la sustentabilidad descansa en suelos siempre vivos
lunes 22 de febrero de 2021
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a Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) define su misión como “impulsar sistemas de producción sustentables de alimentos, fibras y energía, a través de la innovación, la ciencia y la gestión del conocimiento en red”. Nació para promocionar la siembra directa, pero tres décadas después de su fundación, ahora está enfocada en un nuevo paradigma: promover suelos “siempre vivos”; es decir, siempre cubiertos de verde.

Uno de los exponentes de esta nueva apuesta es David Roggero, recientemente electo como nuevo presidente de Aapresid en un proceso histórico: por primera vez hubo dos listas que se presentaron para conducir la entidad.

Roggero es nativo de Laboulaye y encabeza la empresa familiar El Remanso de Roggero SA, que tiene dos campos en Vicuña Mackenna con 410 hectáreas en las que hace cinco años cuentan con un sello de calidad: el protocolo de Agricultura Sustentable Certificada (ASC), diseñado por Aapresid con el respaldo del Instituto Argentino de Normalización y Certificación (Iram).

Para Roggero, un dato no menor es que la organización europea Standard Map, que difunde y valora todos los estándares de certificación que hay en el mundo vinculados a la sustentabilidad, categorizó al programa ASC en la opción “oro”; es decir, el mejor nivel posible.

“Este sello de calidad consiste básicamente en cumplir todas las reglas vigentes y, por el lado agronómico, hay una serie de pautas de buenas prácticas agropecuarias que también deben seguirse, lo mismo que cuestiones relacionadas al ambiente y la sociedad, para garantizar el triple impacto positivo de la sustentabilidad”, explica Roggero.

Y si bien remarca que el protocolo “es muy exigente y extenso”, no se trata de un checklist en el que el productor va tildando aquello que cumple e implementando lo que no, sino que pretende ir mejorando en el día a día productivo, con un ojo puesto en que esa mejora no impacte en el recurso del suelo.

“Son una serie de pautas, por ejemplo, referidas a la intensidad de las rotaciones, el uso correcto de fitosanitarios o la reposición de nutrientes. Lo importante es que todo debe quedar registrado, y eso ayuda a ordenar las estrategias productivas y empresarias”, añade Roggero.

También lo compara con un tratamiento para una persona. “No es lo mismo alguien con una dolencia puntual que otra persona con una deficiencia más grave. En el campo pasa lo mismo: primero hay que determinar en qué situación se está, para luego pensar qué rotación realizar, calcular la extracción de nutrientes para la reposición y otras estrategias que garanticen la sustentabilidad”, describe.

 

Siempre verdes y diversos

“Siempre vivo, siempre verde”, fue el lema del último congreso nacional de Aapresid. El elegido para 2021 es una suerte de continuación: “Siempre vivo, siempre diverso”.

“En nuestro caso particular ya lo estamos implementando. La apuesta es sumar más cultivos en el mismo período de tiempo, contrario al mito de que cuanto más cultivábamos, más extraíamos, lo que está demostrando la ciencia es que estábamos equivocados. El camino es mantener las raíces vivas”, subraya Roggero.

En la zona de Vicuña Mackenna donde los Roggero tienen sus propios campos –también alquilan en otras regiones del sur cordobés–, los suelos tienen más del 75 por ciento de contenido de arena. Por eso, los cultivos de verano tienen buena adaptación, pero en el invierno el trigo no encuentra buen terreno para crecer.

“Lo que estamos haciendo es aumentar la cantidad de cultivos invernales, apostando fuerte al centeno, sobre todo por su aporte de carbono y para la generación de cobertura que ayuda a combatir las malezas y disminuir el uso de agroquímicos. También otra opción es la vicia, por su aporte de nitrógeno, pero hay que tener cuidado porque tiene una degradación más rápida y es una zona con altas tasas de mineralización”, complementa.

En la actualidad, El Remanso aplica doble cultivo anual de manera permanente en el 90 por ciento de la superficie, con una presencia de gramíneas del 70 por ciento, contra un 30 por ciento de oleaginosas.

“Lo que estamos haciendo es escuchar al medio ambiente. En este caso, por ejemplo, este nivel de rotación es algo que nos lo exige el ambiente, porque al tener altas tasas de mineralización, se necesita que los suelos no queden descubiertos y tengan alta cobertura”, amplía Roggero.

El nivel de intensificación es tal que este fin de semana realizarán las primeras siembras de centeno sobre maíces tardíos que recién se cosecharán en julio. “Como estos híbridos ya están muy desarrollados, no corremos riesgo de quemado del centeno por la radiación solar y a la hora de la cosecha lo que logramos es que el entramado de cobertura que deja el centeno mantenga el rastrojo de maíz pegado en el suelo, sin riesgo de que se vuele”, destaca el productor.

 

Alimento

Por otro lado, Roggero señala que otro de los objetivos que están cumpliendo en el marco del protocolo de agricultura sustentable certificada es incrementar las dosis de nutrientes, para no solo reponer lo que se extrae sino incluso por encima de ese nivel.

“Están los productores que usan poco y nada de fertilización, otros que aplican lo que el número económico les indica qué es eficiente y otros que están convencidos de que ese dinero les va a volver de cualquier manera y ponen hasta más de lo que deberían poner. Estos últimos son más que todo los que producen en establecimiento propio, porque saben de la importancia de cuidar el recurso: cuando uno alquila es más difícil, porque uno no sabe si al año siguiente seguirá teniendo el mismo campo”, afirma.

En El Remanso, en el invierno pasado aplicaron al voleo entre 150 y 200 kilos de fertilizante fosforado y luego, para el caso del maíz, se realizó un refuerzo en la línea de siembra con más fósforo y la aplicación de entre 50 y 100 kilos de nitrógeno. Por último, en un estadio entre V8 y V10, se sumó otro nitrogenante foliar líquido, con una dosis de entre 150 y 200 litros por hectárea.

Según Roggero, es difícil precisar cuál es el mayor costo que conlleva la aplicación de un protocolo certificado, pero afirma que no es significativo en relación a los valores generales de la producción. Lo que sí es cierto es que aún no hay un mercado que pague un plus por una soja o un maíz que esté avalado por este sello de calidad.

“Lo que tiene este tipo de certificaciones es lo intangible, lo que te ayuda a organizarte, a tomar decisiones con datos registrados. Y cuando uno tiene una necesidad financiera y va a un banco, para el que recibe al productor le da más tranquilidad prestar a uno que tiene todos sus datos certificados, que otro que simplemente tiene que confiar en la palabra del que está al frente”, asegura Roggero.

 

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