Ganadería intensiva: las técnicas de cría, recría y terminación a corral

Un productor ganadero, que tiene campos en varias provincias, explica en detalle sus métodos de producción con técnicas poco frecuentes en la Argentina

Ganadería intensiva: las técnicas de cría, recría y terminación a corral
martes 08 de septiembre de 2020
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e cara a la nueva producción ganadera, Carlos de Ocampo desarrolla un sistema intensivo en campos familiares y arrendados distribuidos en varias provincias, donde incluye cría, recría y terminación en corral con técnicas poco frecuentes en la Argentina.

La primera etapa se concreta en la cuenca del Salado y en el sudoeste de Buenos Aires, con una producción de terneros que se destetan con 160 kilos en diciembre, y en San Luis, donde se separan de la madre en la misma época con 110 kilos.

La inseminación artificial ha sido clave en el modelo de cría. La preñez del rodeo –que suma 7.000 vacas– se ubica siempre muy por encima del 90%, y la tasa de destete nunca es menor al 85%. “Se hace inseminación artificial en vaquillonas de 12-14 meses con semen importado con los mejores índices, y con ello nos aseguramos la mejor genética sin problemas de parto”, explica de Ocampo.

“La recría y terminación de machos y del 70% de las hembras se hace a corral en Buchardo, en el sur de Córdoba, en un campo miembro del CREA Río Quinto”, agrega.

En cuanto a la alimentación, en la etapa de ternero, la base es de megafardos y silaje de alfalfa; para la etapa de novillito, silaje de maíz y concentrados en los últimos tres meses previos a la faena. El objetivo es tener aumento diario de un kilo en los terneros, 800 gramos en la recría y más de 1,2 kilogramos en la terminación”, enumera de Ocampo.

 

Cría

El servicio de las vacas comienza en octubre hasta diciembre. Durante ocho meses del año se alimentan con campo natural, de donde obtienen los nutrientes necesarios para mantenerse y gestar el ternero. “Un mes antes del parto, cuando más crece el feto, y durante los tres meses de lactación y del nuevo servicio, la alimentación es reforzada con suplementación”, señala Carlos.

“A los tres meses de edad el ternero ya no depende de la leche materna y está apto para ser destetado. En ese momento, se decide si se lo espera hasta diciembre en los mejores campos o se adelanta a octubre y noviembre si las circunstancias lo exigen. En diciembre se termina el servicio y las vacas tienen que haberse recuperado de la lactancia, estar preñadas y gordas para iniciar un nuevo ciclo”, sintetiza de Ocampo. La reposición se hace con el 25% de las mejores terneras del destete.

 

Recría y terminación

El objetivo es que los terneros destetados se vendan antes de los catorce meses con 420 kilos promedio. La recría en confinamiento parte del destete hasta 290-300 kilos, tras lo cual comienza la etapa de terminación.

“No encontramos ventajas con los famosos kilos baratos a campo. Cuando ponemos el costo de oportunidad de la tierra (alquiler) en campos con uso no exclusivamente ganadero, los modelos muestran que es más costoso el kilo producido a campo que el confinado”, argumenta.

“No perdemos tiempo en el campo; un animal que nunca sufrió restricciones tiene el desarrollo y logra el marmoreo de un animal de más edad; acumula grasa intramuscular y no de cobertura, que es la grasa que se desperdicia”, destaca.

De Ocampo sostiene que es muy difícil tener producciones de carne estabilizadas a campo, y a su vez, alcanzar una satisfactoria cosecha de forraje. “El momento óptimo de máxima producción con calidad del pasto suele ser extremadamente corto. El clima suele tener una influencia decisiva en el día a día por insolación y contenido de energía y de materia seca, que provoca variaciones en el porcentaje de proteína y en la digestibilidad”, sostiene.

Simultáneamente, a la microfauna del rumen no le gusta la variación de la ingesta y tarda en adaptarse a los cambios. Además, el pastoreo tiene que sortear inconvenientes como los parásitos, el empaste, el gasto energético y las dificultades con el agua, que determinan que sea muy difícil lograr alta eficiencia. “Preferimos modelos en confinamiento en los que se puedan controlar más variables”, indica el empresario.

 

Ganadería intensiva

Carlos de Ocampo tiene una historia y una vocación pecuaria que ha ido evolucionando con los avances científicos de la actividad. “Hemos defendido a la ganadería hasta en los tiempos más difíciles porque juega un rol fundamental en el ecosistema, porque los rumiantes son máquinas perfectas para transformar rápidamente la fibra vegetal en proteína animal de alto valor”, sostiene.

“Sigue siendo importante incluirla en rotaciones de campos agrícolas porque los cultivos perennes, con sus raíces profundas, mejoran el drenaje de los suelos, recuperan nutrientes lixiviados y aumentan la materia orgánica con sus raíces”, añade.

De Ocampo procura una producción sostenible. Por ejemplo, hay voces que critican a la actividad vacuna por su producción de metano. Para disminuirla, procuran ser “lo más eficientes posible, tener los mejores índices de procreo y producir la mayor cantidad de terneros con la menor cantidad de vacas”, afirma, a la vez que destaca que están “alargando la vida útil de los vientres productivos utilizando dentaduras metálicas” para lograr “tres crías más por vaca”.

Cada vaca con tres terneros más en su vida útil ahorra los dos años que se necesitan para formar un vientre. La vaquillona que desteta a los dos años un ternero recibe una alimentación excelente para combinar desarrollo y gestación, por lo que produce infinitamente menos gases.

“Quiero obtener la mayor cantidad de carne con la cantidad de kilos que sostiene el sistema: 420 kilos por cabeza es la mayor cantidad que hoy sabemos hacer sin que se junten dos generaciones en el campo; me gusta más hacer 420 kilos con dos cabezas totales que 500 con tres”, expresa.

“Cuando tenemos una mirada holística sobre la producción agropecuaria, cuando los costos se consideran a largo plazo y cuando se corre la aventura diaria de producir mirando la naturaleza, el trabajo se transforma en pasión. En ese contexto, nuestros sistemas deben apuntar a producir lo máximo, extraer lo mínimo y cuidar la biodiversidad y la diversificación”, concluye.

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