l control de malezas en la Argentina se ha transformado en la variable técnica más desafiante para los productores. El especialista Rafael Frene brinda herramientas útiles para combatir la presencia de numerosas especies resistentes y afrontar los costos que acarrea preservar los cultivos de maíz.
El maíz constituye una pieza clave dentro del sistema de rotación local. “Dado que se trata de un cultivo que presenta respuesta en rendimiento frente a numerosas variables, y en un escenario de alta presión de malezas resistentes, los impactos en rendimiento por competencia de malezas pueden alcanzar un 30% o más”, explica Frene, integrante del área de Investigación & Desarrollo de la compañía agrícola Corteva Agriscience.
Hoy, en la Argentina son tres las grandes malezas –en términos de dificultad de control, superficie que ocupan y capacidad competitiva– que atentan contra el cultivo de maíz: rama negra (Conyza sumatrensis, C. bonariensis), con 11 millones de hectáreas ocupadas; el yuyo colorado (Amaranthus quitensis), con 17 millones de hectáreas; y un conjunto de gramíneas –Eleusine sp., Echinochloa sp., Chloris sp., Lolium sp. y Sorghum halepense, entre otras–, con un crecimiento explosivo de poblaciones resistentes de más de 10 millones de hectáreas.
Un programa de control de malezas, basado en el uso alternado de mezclas simultáneas de herbicidas con diferentes sitios de acción, es una herramienta clave que asegura la sustentabilidad de las tecnologías, demorando los procesos evolutivos de resistencia.
Sumado a esto, la consolidación de nuevas tecnologías con materiales con tolerancia a herbicidas ha dado comienzo a un cambio radical en el manejo de malezas en el cultivo de maíz.
Según el especialista, actualmente están disponibles tecnologías que permiten utilizar genética de alto rendimiento con tolerancia a 2,4-D, haloxyfop y glufosinato. “Proponen el uso de múltiples modos de acción dentro de programas de control, ofreciendo gran flexibilidad en la ventana de aplicación y una robusta tolerancia al cultivo. Hemos comprobado que el uso de sistemas de control basados en un único modo de acción no es viable en la actualidad”, detalla el investigador.
Asegurar el uso de estas nuevas tecnologías en forma responsable parece ser la garantía de sustentabilidad del sistema agrícola en términos de control de malezas y futuros aumentos de la productividad. “No hay herbicidas ni tecnologías invulnerables, pero está siendo demostrado que la adopción de programas de control es el camino para que estas herramientas sean eficaces el mayor tiempo posible”, concluye el experto.