Según estimaciones, cerca del 25% de los abortos en rodeos lecheros, se deben a la presencia del protozoo Neospora Caninum (NC), que produce la enfermedad parasitaria conocida como neosporosis bovina. Como a diferencia de otros padecimientos, éste no tiene tratamientos ni vacunas disponibles, es necesario controlar periódicamente tanto la ingesta, como la sanidad y las instalaciones del rodeo para su prevención.
La neosporosis es una enfermedad abortigénica de muy difícil control. Su epidemiología es compleja por causa de los actores involucrados, mientras que su difusión depende de distintos factores. Lo que está claro, es que una vez que se hace presente es muy complicado y caro tratarla. Por este motivo, el manejo preventivo es la herramienta principal para contrarrestarla.
Existen dos tipos de transmisiones: horizontal y vertical. En la primera, el perro actúa como huésped definitivo u hospedador intermediario que se disemina en el ganado, mientras que en la segunda vacas preñadas que no presentan síntomas, transmiten la enfermedad de forma congénita o por medio de generaciones sucesivas. Lo importante, es saber que los factores de mayor riesgo, son la intensificación y el confinamiento de las vacas lecheras. El aborto, puede ocurrir a partir del tercer mes de gestación, o entre el quinto y el séptimo. También puede haber vacas que nacen muertas o decesos neonatales.
A continuación, te detallamos una serie de estrategias para prevenir su difusión:
1- No ingresar animales positivos a rodeos negativos. Lo más recomendable, es reponer con hijas seronegativas provenientes de vacas con características similares.
2- En tambos con inseminación artificial, el uso de semen sexado y transferencia embrionaria controlada promueve un buen sistema de reposición.
3- En rodeos infectados debe controlarse la transmisión vertical, disminuyendo los animales seropositivos y controlando la población de perros para evitar la transmisión horizontal.
4- Rechazar las vacas seropositivas y abortadas de forma inmediata y definitiva.
5- El diagnóstico de laboratorio se realiza a través de análisis de sangre por inmunofluorescencia o por Elisa. El análisis de fetos y placenta de animales abortados también permite evidenciar el protozoo.
Si bien en los últimos años se han realizado estudios para desarrollar tratamientos y vacunas, ninguno tuvo éxito. En caso de notar la enfermedad, se recomienda elaborar un plan con un veterinario, para desarrollar estrategias de prevención, control y diagnóstico.