En Argentina, la enfermedad fue detectada en 2016/17, en localidades de las provincias de Corrientes y Norte de Santa Fe, y confirmada en 2017/18. Actualmente, se encuentra en plena dispersión. Puede causar pérdidas de rendimiento de hasta 90% en lotes afectados.
Se ha reportado variabilidad en el comportamiento de los genotipos.
En Argentina, las variedades más difundidas son susceptibles, presentando síntomas en lotes comerciales o experimentales, aunque todavía no se conoce el comportamiento relativo de las mismas.
Se deben tomar medidas preventivas para evitar que los lotes se infecten. Cuando la enfermedad se instala en el lote, es prácticamente imposible de erradicar.
Pueden aparecer en plantas aisladas en manchones o en gran parte del lote (según nivel de infección del lote).
En general, es posible observar síntomas a partir de 30 días después de la siembra. Asimismo, pueden aparecer síntomas en los rebrotes y en las malezas gramíneas y ciperáceas.
El patógeno se propaga por la tierra proveniente de lotes infectados, que queda adherida a la semilla o a la maquinaria e implementos agrícolas. El agua de riego y sus fuentes (lagunas, ríos, etc.), pueden ser un medio de difusión.
La principal medida es la “exclusión”, es decir, evitar que el patógeno infecte el lote.
En lotes con antecedentes de la enfermedad, se deben tomar todas las medidas necesarias para no contaminar otros lotes vecinos y/o regiones:
En condiciones experimentales, el arroz bajo riego permanente ha presentado una menor incidencia de “entorchamiento”.
En países con experiencia en la enfermedad, se ha demostrado que puede realizarse un manejo integrado de la misma, incluyendo prácticas culturales donde se adelanta o atrasa la época de siembra, se realiza rotación de cultivos y se utiliza la resistencia genética.
Se recomienda monitoreo a partir de los 30 días desde la siembra y durante el cultivo y consultar a un técnico asesor del cultivo.
Proarroz