Ecosistemas Pecuarios / Abejas / Valor Agregado en Origen

Argentina: la Miel silvestre del pueblo Wichí

La zona central del Chaco argentino es un territorio caracterizado por la escasez de lluvias durante la mayor parte del año y por lluvias intensas en noviembre

Argentina: la Miel silvestre del pueblo Wichí
miércoles 07 de abril de 2021

Uno de los productos más importantes para la comunidad indígena Wichi que habita el territorio es la miel de abeja silvestre, que en lengua indígena se llama tsawotaj.

En noviembre los productores del Baluarte de la Comunidad de Larguero, observando la actividad de las abejas y de los pájaros, identifican los árboles o las ramas huecas en las que viven las abejas y cosechan su miel deliciosa, que luego es transportada a la comunidad para ser filtrada y envasada.

El proyecto del Baluarte Slow Food, desde el 2018, ha actuado para incrementar de manera sostenible la recolección de miel, capacitando los productores sobre técnicas de cosecha limpias, también gracias a la construcción de una sala de procesamiento de la miel y a la compra de equipamiento específico. Además, se han generado actividades y procesos para el fortalecimiento del liderazgo de los jóvenes de la comunidad a través de la relación con la red Indigenous Terra Madre y para el reconocimiento y la valoración del papel de las mujeres gracias a la implementación de actividades vinculadas a la cosecha y al utilizo de las vainas de algarrobo, vinculando a las mujeres de la comunidad con lideresas indígenas del vecino Baluarte Slow Food de Frutos Silvestres del Gran Chaco.

 

¿Cómo era tu comunidad hace 10 o 20 años?

La Comunidad Larguero es una comunidad muy reciente, sus familias la conformamos entre los años 2013 y 2014. Antes de ello, en el pasado, nuestro grupo formaba parte de un asentamiento indígena más grande llamado “Las Vertientes”, que habitábamos y compartíamos varias comunidades diferentes del pueblo wichí, y que actualmente sigue existiendo. En esos tiempos vivíamos cerca del Río Pilcomayo y compartíamos el lugar con las otras comunidades, éramos cerca de cien familias en un espacio físico que se fue volviendo muy reducido para la convivencia y para realizar nuestras actividades. Vivíamos con muy poco espacio y era muy difícil llevar adelante nuestra siembra y la cría de animales. Además, por la cercanía al río, en la época de lluvias y de crecidas, también teníamos serios problemas por los desbordes del río y las inundaciones que se producían.

¿Una anécdota divertida durante una actividad del proyecto?

En 2018 tuvimos la visita de un miembro del equipo de Slow Food en Italia. Vino a la Comunidad Larguero para conocernos y ver lo que hacemos. Sabíamos que como era invierno no era el momento del año más adecuado para mostrar el proceso de recolección y producción de miel, pero igual quisimos recorrer el monte con ella para que pueda observar el lugar y algo de nuestra forma de trabajo de extracción de la miel silvestre. Repito que a pesar de no ser la época adecuada para hacerlo, lo hicimos porque era la única oportunidad para ella. Pero las abejas nos recordaron la lección: al sacar miel de una colmena silvestre, como era de esperar, las abejas se pusieron malas y nos atacaron (o se defendieron). A nuestra visitante italiana l picó una en la pierna, corrió hacia el monte desesperada para alejarse y ya no se quiso acercar más. Lo recordamos con gracia, pero también como una lección por parte de las abejas.

¿Cuál es el cambio o los cambios más importantes para la comunidad que ha traído este proyecto?

Sin duda, lo más importante que el proyecto aportó a la Comunidad Larguero es habernos ayudado a ver y entender que nuestro trabajo, nuestra miel y nuestro proceso de recolección y producción es muy valorado por gente externa a nuestra comunidad y a nuestro territorio; incluso por personas de otros países. Esto ha fortalecido mucho nuestra comunidad y autoestima, y ha generado que quienes realizamos el trabajo también lo valoremos más. A los recolectores, nos ha motivado y permitido ponernos en contacto con organizaciones de comercialización que ahora colaboran en la distribución de nuestra miel. Esto hizo que se conozca el producto y nuestro peculiar proceso de producción, en otros lugares de nuestro país y en el exterior. Además, a partir del aporte de las herramientas y la infraestructura que conseguimos mediante el proyecto y nuestro trabajo para ejecutarlo, nos permitió ponernos de acuerdo y avanzar hacia la inscripción formal de la miel, según las normativas locales.

¿Cuál es la actividad que más representó este proceso?

Para la Comunidad Larguero, los viajes realizados gracias el proyecto fueron la actividad que más impacto tuvo, porque hizo que los integrantes de la comunidad valoremos mucho más el propio trabajo realizado. La experiencia de participación en el Terra Madre de Turín en 2018 fue muy importante: llevamos nuestra miel a Italia, fue muy bien recibida y la gente se interesó en nuestro trabajo y en nuestra comunidad. También los viajes realizados a otras ciudades de Argentina, a partir de los cuales los recolectores pudimos ver el resultado de nuestro trabajo, viendo cómo nuestros productos se venden en los comercios de Buenos Aires; y también pudimos realizar intercambios y charlas con las personas que colaboran en la comercialización. Por último, la participación de uno de nuestros jóvenes en Terra Madre Indígena – Pueblos de América en febrero de 2020 en Puebla – México (un encuentro de jóvenes indígenas Slow Food del continente americano), fortaleció el vínculo entre el movimiento Slow Food y la comunidad de Larguero y promovió una mayor valoración de la identidad indígena.

¿Como crees que de ahora en adelante la comunidad seguirá con su proyecto?

La comunidad continuará sus labores con mayor entusiasmo por la recolección de miel, a partir de ahora con mejores condiciones materiales para realizar el proceso de trabajo y con mayor motivación que antes, ya sea a nivel personal de los recolectores que a nivel comunitario. Esto sin duda se debe a una mejor percepción del valor del trabajo propio, que ha incrementado la autoestima y la importancia de continuar con la actividad de recolección. Además, el empezar a ver el proceso propio como algo valioso, como un Baluarte, es una gran motivación para continuar, mejorar el proceso y su organización.

¿Ha impactado el Covid-19 las actividades de este proyecto, y cómo se han organizado para responder?

El Covid-19 definitivamente ha impactado en las actividades del proyecto: ha obligado a suspender algunas y otras hemos tenido que modificarlas para que puedan ser ejecutadas y continuar con el proyecto. No se han podido realizar todas las reuniones que se habían programado, ni los viajes. Tampoco el transporte de miel para comercializar o de materiales y herramientas para construir y trabajar. Estas dificultades, debidas a la pandemia y a las normativas del país en este contexto, nos han obligado a repensar y reorganizar tanto los plazos y fechas como las formas de realizar las actividades. La forma de adaptarnos a este contexto se basó en una replanificación de acciones con mayor antelación de la habitual para la comunidad y el proyecto, para contar con más tiempo que permita ir resolviendo las dificultades que se van presentando con la pandemia. Digamos que mejoramos nuestra planificación a mediano plazo.

¿Cómo se sienten dentro de la red Slow Food? ¿Qué les gustaría que hagamos juntos en el futuro?

Participar de la red Slow Food, es muy interesante, ha abierto una red de vínculos a la Comunidad, que permiten tener nuevas perspectivas, y fortalecer el camino iniciado, viendo que hay mucha más gente y organizaciones en la misma senda. Nos gustaría que, en el futuro, el vínculo se sostenga y se sigan realizando diversas actividades de intercambio en las cuales participen integrantes de la comunidad.

¿Cómo se imaginan su comunidad dentro de 10 años?

Imagino la comunidad fortalecida a partir de todas estas cosas: Miel Tsawotaj con habilitación según normativa vigente, y con esto la posibilidad de distribuirla en nuevos ámbitos; ampliación del grupo de recolectores a gente de otras comunidades; distribución junto con la Miel Tsawotaj de productos derivados de la algarroba y artesanías en chaguar (una planta tradicional del Chaco, ndr), incorporando con esto a las mujeres de la Comunidad al proceso de comercialización y valoración de los productos propios.

 

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