Economía Agraria / Economía de la Producción

Hidroponia: de cultivo marginal a economía de escala

En Mendoza se desarrolló tímidamente durante los primeros años. Hoy varias empresas tienen en marcha proyectos para desarrollar hojas verdes

Hidroponia: de cultivo marginal a economía de escala
miércoles 01 de abril de 2020
E

n una provincia en la que se decidió dejar de hablar de emergencia hídrica porque la escasez de agua ya es una problemática instalada, la hidroponia ofrece una alternativa ya que, en promedio, los cultivos utilizan 80% menos de este recurso. Además, por tratarse de un ambiente controlado, las plantas casi no se ven afectadas por plagas y el producto final es limpio y, aseguran, tiene un sabor más auténtico. Algunos productores han comenzado a inclinarse por este método y también hay quienes lo eligen para auto sustentarse.

En la hidroponia, las plantas se cultivan en agua, sin contacto con la tierra -aunque en algunos casos se puede usar un sustrato- y, generalmente, las piletas o tuberías se colocan dentro de un invernadero. En la mayoría de los casos, se le agregan minerales al líquido para suplementar los nutrientes que en el cultivo tradicional las raíces obtienen del suelo.

Esteban Schiavino, de Green House hidroponia e invernaderos, detalla que, como se le suministra a la planta el alimento que necesita durante las 24 horas, es mejor la calidad del producto y la velocidad de crecimiento se incrementa. Así, una lechuga que, en el suelo, demora de 70 a 90 días desde que se coloca la semilla hasta que se puede cosechar, en el agua está lista en 40 a 45 días. La clave, detalla, es suministrar la solución nutritiva específica para el tipo de cultivo y para el estadio de la planta.

Este productor de San Rafael se ha abocado al cultivo hidropónico de hortalizas de hoja, como lechuga, espinaca y rúcula. Sin embargo, aclara que se puede producir cualquier planta, desde espárragos a frutillas. De hecho, Schiavino es oriundo de la Patagonia y allí producía plantines de árboles para el INTA.

Su padre fue quien decidió incursionar en este campo 25  años atrás, cerca de Bariloche, cuando, destaca, no había Internet y eran solo dos los productores hidropónicos en todo el país. Entonces, se debió valer de la experiencia cotidiana y del inevitable prueba y error. Ya en Mendoza, Esteban decidió empezar a comercializar invernaderos, dar charlas sobre hidroponia en distintas provincias y, en 2018, dedicarse al cultivo.

Sus hojas verdes las vende en supermercados y verdulerías del departamento sureño, como también a restaurantes de comida natural y a dos chefs. Es que resalta que no utiliza agroquímicos, sino algunos pesticidas orgánicos e incluso elaborados por ellos mismos, y que los minerales que se coloca en el agua son los que naturalmente están presentes en el suelo.

Por otra parte, indica que la tierra aporta sabores, pero como en los cultivos hidropónicos no hay contacto con ésta, el sabor es el original y más intenso. Al punto que si se cultiva melón, cuando la planta tiene 5 centímetros, las raíces huelen a la fruta.

Por otra parte, no es necesario lavar tanto el producto, lo que resulta ideal para las empresas de catering, ni tampoco desechar hojas. Incluso, una vez cosechada, se puede conservar la lechuga, con su raíz, en agua y se mantiene fresca por varios días.

En cuanto a la inversión que demanda un cultivo hidropónico, Schiavino detalló que, para un proyecto con destino comercial, se necesitan unos 300 a 400 mil pesos para arrancar. Pero agregó que se amortiza en dos años y que se utiliza, en promedio, un 80% menos de agua que en la agricultura tradicional. Lo ideal, señaló, es tener dos invernaderos y que uno sea un semillero o maternidad, donde se tiene un stock de plantines para reponer las plantas que se venden, lo que asegura una producción continua.

Aunque la cantidad de plantas por metro cuadrado es similar al cultivo en tierra -unas 15 plantas de lechuga por metro cuadrado-, indicó que, si se climatiza el vivero se puede producir todo el año, cualquier producto que se desee, como también los plantines para abastecer a las huertas a cielo abierto.

 

Dar el paso

Guillermo David proviene de una familia de chacareros, desde su abuelo. Y ahora su hijo, Alejandro, continúa la línea. Sin embargo, le interesó diversificar la siembra para resguardarse de los vaivenes de precio y demanda de las huertas con un solo cultivo, cualquiera sea. En 2016 decidieron incursionar en la hidroponia, con semillas de lechuga que les provee una empresa holandesa, que elige productores en distintas partes del mundo.

David ya contaba, en su finca en El Sauce (Guaymallén), con viveros, ya que cultiva algunas variedades gourmet, como pimientos, pepinos y berenjenas, todos mini, y aromáticas como menta, ciboulette, albahaca, romero y tomillo; además de tomates cherry. Pero tuvo que adaptar uno de estos espacios, asesorado por la firma europea, para obtener lechugas hidropónicas, de diferentes variedades.

El agricultor, que tiene un puesto en el Mercado Cooperativo de Guaymallén, detalló que hay distintos métodos de cultivo hidropónico: sólo con agua, con sustrato, con perlitas volcánicas. También están los que no agregan nada al agua y los que -la mayoría- le añaden nutrientes como hierro, calcio, fósforo y potasio.

 

En el patio de la casa

La experiencia de María José Barbalis, creadora de Ecovert, fue completamente diferente. Sin haber cultivado nada antes, cuando enviudó, decidió destinar parte de la pensión y del patio de su casa en Carrodilla (Luján) a armar un pequeño invernadero. De hecho, recicló pallets y utilizó nylon para hacer los piletones. Su idea era poder alimentarse con productos libres de agrotóxicos, pero después decidió comercializar el remanente.

La idea le surgió hace un par de años, cuando en un programa de la televisión local presentaron a un productor hidropónico. Entonces, Barbalis comenzó a investigar por Internet, se sumó a grupos de Facebook y hasta en uno de Whatsapp, de mendocinos que comparten experiencias. Hoy cultiva distintas variedades de lechuga, tomates cherry, acelga y rúcula, y con un sistema mixto, utilizando un sustrato, zanahoria y rabanito.

La emprendedora se provee de semillas en el INTA, ya que de esta manera no se ve obligada a comprar una gran cantidad y puede optar por variedad de cultivos. Y comercializa en su entorno, en centros de jubilados, ya que en muchos casos se trata de personas solas, que pueden aprovechar que la lechuga viene con raíz, por lo que se mantiene fresca durante unos 20 días e incluso se puede consumir las hojas exteriores y la planta sigue creciendo.

Y si bien empezó con un primer invernadero con elementos reciclados, pidió un crédito de Anses para armar un segundo, con un poco más de inversión, que le permita tener producción continua. Barbalis comentó que, por el momento, con los ingresos paga la cuota, pero espera que en un futuro, además de autoabastecerse, podrá balancear la ecuación costo-ganancia.

 

En mínimo espacio

Victoria Maselli, ingeniera agrónoma, y Sofía Bortnic, ingeniera industrial, dieron vida a Demetra, un proyecto de hidropónicas. Ellas no producen alimentos, sino que diseñaron sistemas que permiten tener una pequeña huerta urbana en el patio de la casa o el balcón del departamento.

Maselli detalló que ofrecen dos sistemas: uno compacto, de 55 cm, por 35 y 12 cm de altura, en el que caben 7 plantas cuya raíz está totalmente sumergida en un tanque de agua que lleva un aireador, para aportarle oxígeno. Y otro más grande y vertical, de 90 cm por 1,40 de altura, en el que se pueden colocar 24 plantas y lleva una bomba dentro del tanque, que lleva el agua hacia arriba, para que circule por los tubos de PVC.

Además, proveen de los plantines de lechuga, menta, rúcula, perejil, apio, etc.

La joven indicó que, además de ser una huerta, también es un elemento estético y decorativo. Además de utilizar las redes sociales para promocionar el producto, participan de ferias. También están en un proceso de incubación en el Instituto de Desarrollo Rural.

 

Premiadas por su producción de forraje hidropónico

El proyecto Pampa hidropónica, de Cintia Lezcano y Mizqui Serú, dos ingenieras agrónomas mendocinas, es uno de los tres premiados por la Fundación Itaú y el Instituto Nacional de Juventud en el marco del concurso “De la idea al proyecto”. Las jóvenes cultivaron semillas de avena, maíz, cebada, centeno y mijo, con el sistema hidropónico, para poder alimentar ganado, una de las variables más difíciles atender cuando se  trata de desarrollar ganadería en Mendoza.

Lezcano explicó que el fardo de forraje es muy costoso y que, buscando alternativas, se les ocurrió probar la producción hidropónica, que había observado en Brasil, donde vivió por un año.

El premio, de $ 100 mil, les permitió volver a plantar estas cinco semillas, armar los fardos y viajar, ya que en Mendoza no se realizan los análisis para caracterizar el alimento (proporción de fibra, de proteína, si tiene almidón, etc). Con estos datos, podrán formular las raciones diarias para distintos animales.

Las ventajas de este sistema, detalló, es que ocupa poca agua, se puede automatizar -incluso utilizar energía solar-, y permite producir durante todo el año y cosechar cada 15 días.

Las profesionales no han definido aún si se concentrarán en comercializar el forraje o en asesorar a los productores, pero quieren difundir esta posibilidad para que se convierta en una política pública.

 

Los Andes

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