Por Agroempresario.com
La degradación de tierras en Argentina ha alcanzado niveles alarmantes, afectando cerca de 100 millones de hectáreas, equivalentes al 36% del territorio nacional. Este fenómeno, originado por la erosión hídrica, eólica y biológica, está estrechamente vinculado a malas prácticas productivas como el sobrepastoreo, la deforestación y los incendios intencionales. Las zonas más comprometidas son la Patagonia y el Gran Chaco, según el último Informe sobre el Estado del Ambiente 2021.
El 70% de la superficie de Argentina está clasificada como árida, semiárida o subhúmeda, lo que la hace vulnerable a la erosión y a la pérdida de servicios ecosistémicos esenciales. Ana Di Pangracio, directora ejecutiva de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), subraya que la desertificación se acelera debido a crisis ecológicas globales como la pérdida de biodiversidad y el cambio climático. “Sin ecosistemas sanos, no hay producción posible”, advirtió.
Sergio Montico, ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional de Rosario, señaló que la erosión afecta tanto a la región pampeana como al sur del país, disminuyendo la capacidad productiva del suelo. Maximiliano Eisa, del INTA Balcarce, remarcó que “nos creímos que los suelos eran indestructibles, pero hoy vemos otra cosa”.
La sequía más extensa de las últimas seis décadas dejó pérdidas económicas cercanas a los USD 20.000 millones en 2023, impactando directamente en la producción de soja, maíz y trigo. Según la Bolsa de Comercio de Rosario, este fenómeno restó tres puntos al PBI del país el año pasado.
La problemática de la degradación de suelos será abordada en la COP16 de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (Cnuld), en Arabia Saudita. Allí, se busca avanzar en acciones de restauración y mitigación frente a las sequías. Aunque Argentina adhirió a esta convención en 1996 y cuenta con un Programa de Acción Nacional, expertos como Di Pangracio consideran que el ordenamiento ambiental sigue siendo una deuda pendiente.
A nivel global, el 40% de las tierras están degradadas, afectando a la mitad de la población mundial. Según la Cnuld, entre 2015 y 2019 se perdieron anualmente 100 millones de hectáreas de tierras productivas, lo que agrava problemas como el cambio climático y la inseguridad alimentaria.
Para Di Pangracio, la participación de comunidades locales, pueblos indígenas, mujeres y jóvenes es clave para abordar la desertificación con equidad y sostenibilidad. Es fundamental que el país refuerce sus políticas y prácticas, promoviendo métodos sustentables como la rotación de cultivos y el manejo integrado de bosques y ganadería.
Argentina tiene en sus manos la posibilidad de revertir este grave problema, pero necesita acciones urgentes y coordinadas que protejan un recurso esencial para la producción y la vida: el suelo.
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