La red que conforman hace más de 15 años, los pueblos y parajes de las localidades de Coronel Suárez, Adolfo Alsina, Saavedra, Tornquist, Villarino y Coronel Rosales, es un claro ejemplo de un modelo productivo sustentable. Se creó una propuesta original, diferenciada y auténtica que conserva la identidad de sus paisajes y su gente.
Aunque pareciera tratarse de una moda reciente, este turismo tiene bases sólidas. El fenómeno de la “neoruralidad” — habitantes de ciudades que eligen establecerse en el campo — impulsó tanto la oferta como la demanda, atrayendo principalmente a turistas locales y de pueblos aledaños.
Estos nuevos habitantes, con fuerte impulso comercial, se sintieron abrazados por la quietud y la posibilidad de desempeñarse en sus profesiones habituales gracias a los beneficios de la conectividad y el trabajo remoto. Pero otros, se convirtieron en prestadores de servicios desde almacenes de campo, alojamientos, transporte y actividades que invitan a conectar con la naturaleza, la flora y la fauna autóctona y el agroturismo.
Sin embargo, esta propuesta es mayormente consumida por quienes buscan experiencias auténticas y personalizadas. Desde cenas a la luz de la luna en campos de olivos hasta visitas a tambos y criaderos, las iniciativas destacan por su creatividad y el protagonismo que otorgan al visitante.
Se pueden realizar travesías en mountain bike, huerta, avistaje de aves, disfrutar de payadas, trekking y cabalgatas por las sierras o disfrutar de un amanecer límpido en un hotel de campo atendido por sus dueños. Cada pulpería tiene su grupo folklórico y muchos jóvenes se sienten atraídos por la revalorización de las raíces, participan de peñas y se generan fiestas populares que dan lugar al resurgimiento de linajes unidos a la gastronomía, alfarería, artesanías en telar y recorridos religiosos.
Esta actividad permite a las comunidades revalorizar su patrimonio biocultural, generar empleo genuino y fomentar el arraigo local. “Es una oportunidad para poner en valor los saberes, sabores y oficios de los pueblos, generando un intercambio cultural enriquecedor entre lo rural y lo urbano, no en términos de competencia, sino de integración”, explicó Julieta Colonella, licenciada en Turismo y técnica en emprendimientos turísticos, quien compartió su visión con Agrofy News sobre las ventajas y desafíos de este fenómeno.
La multifuncionalidad del espacio rural, que combina producción, descanso y ocio, cobró protagonismo, especialmente tras la pandemia, cuando muchos viajeros redescubrieron los beneficios de la vida alejada de las grandes ciudades.
A pesar de eso, fue un logro la continuidad. Durante ese período ningún emprendimiento cerró, la demanda aumentó y la red se fortaleció. Sus miembros fueron impulsores de proyectos en los Concejos Deliberantes de mejoramiento de caminos, mayor conectividad y participando activamente en cámaras de comercio o creando alianzas con comunidades vecinas.
Frente a la tendencia de ciudades como Venecia que analizan limitar el turismo masivo, estas comunidades rurales destacan por la eficacia de una planificación consciente a la hora de asumir el desafío de abrir las puertas a los visitantes.
“Siempre que se planifica, se ponen límites claros: ¿qué queremos que suceda en nuestra comunidad? ¿Qué tipo de visitantes buscamos y en qué cantidad? Esto asegura que el turismo beneficie sin alterar la calidad de vida local”, explica la especialista, quien hace dos décadas viene acompañando a productores agropecuarios y habitantes de pequeñas comunidades que quieren incursionar en la actividad.
“El turismo rural es un hecho que transforma realidades y emociones y da mucha felicidad cuando la oferta y la demanda quedan complacidas”, agregó. El concepto de capacidad de carga, aplicado al turismo rural, permite evitar el colapso de servicios y preservar la esencia del lugar. “La participación activa de los habitantes en la toma de decisiones es clave para garantizar un desarrollo equilibrado”, enfatizó Colonella.
Desde 2004, el trabajo colectivo es fundamental para el éxito del turismo rural. Colonella destacó cómo los proyectos que promueven la autenticidad y la diferenciación logran posicionarse de manera sostenible.
La provincia de Buenos Aires tiene una marcada tendencia a la actividad turística enfocada en la costa atlántica; pero con la aparición de iniciativas locales, la región centro sur está logrando insertarse como una oportunidad de desarrollo en el organigrama de municipios y comunas y en la oferta general recreativa.
“Lo que la comunidad sabe hacer, su historia, su memoria, todo puede convertirse en un producto turístico original. Ahí radica el valor del turismo rural: en ofrecer algo único y auténtico”, mencionó la especialista.
El desafío actual es garantizar la continuidad de estas iniciativas, buscando modelos autogestivos y ampliando la visibilidad de estas localidades en el mapa turístico.
El turismo rural no es solo una actividad económica; es una forma de reconectar con nuestras raíces, valorar nuestras comunidades y construir un futuro más sostenible. Para los pueblos de la provincia de Buenos Aires, esta revolución apenas comienza.
Agrofy