Según las últimas estimaciones del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), se proyecta que la producción total de oleaginosas alcanzará 682,2 millones de toneladas, un aumento interanual cercano al 4%. Este crecimiento se debe principalmente a cosechas récord de soja y al incremento en la producción de aceite de palmiste (conocida también como nuez o pepita de palma).
Cultivos como la soja, la colza, el girasol y la nuez de palma son verdaderos pilares de la bioeconomía global. Por un lado, los aceites extraídos de estas semillas son insumos esenciales para la producción de biocombustibles y químicos renovables que contribuyen a la descarbonización del transporte y la industria. Por el otro, el remanente proteico que queda tras el proceso de extracción es fundamental para la producción de alimentos balanceados, atendiendo así a las necesidades nutricionales de una población mundial en constante crecimiento.
El caso de la soja es emblemático: de cada tonelada procesada, aproximadamente el 80% se convierte en harina rica en proteínas, mientras que el 20% restante corresponde a aceite. Este equilibrio permite que la demanda de biocombustibles no compita con la producción de alimentos, sino que la complemente, fomentando la inversión en variedades de mayor rendimiento y mejorando la eficiencia productiva sin necesidad de expandir las áreas cultivadas.
La campaña actual también promete batir récords en procesamiento y comercio global de oleaginosas. Según el USDA, el procesamiento alcanzará 556,9 millones de toneladas, mientras que el comercio internacional llegará a 207,4 millones de toneladas, un aumento de 3,1 millones respecto al ciclo anterior.
Entre las oleaginosas individuales, la soja lidera con una cosecha estimada de 425,4 millones de toneladas, estableciendo un nuevo récord histórico. Por su parte, la producción de aceite de palmiste crecerá cerca del 4% hasta alcanzar 20,9 millones de toneladas. Además, se proyecta que la producción global de maní alcanzará aproximadamente 50,4 millones de toneladas, consolidándose como otro actor clave en el panorama de las oleaginosas. Sin embargo, no todas las noticias son alentadoras: la producción global de colza podría disminuir un 3% debido a declives en países clave como los de la Unión Europea.
El impacto de esta producción no se limita a los biocombustibles. Las oleaginosas también juegan un rol clave en la generación de químicos renovables, plásticos biodegradables y otros biomateriales que sustentan la transición hacia una economía circular. Además, el incremento de stocks finales a 147,7 millones de toneladas garantiza un colchón de seguridad ante posibles fluctuaciones futuras en la producción o el comercio.
La evolución en la producción de oleaginosas reafirma su papel como ejes estratégicos para un futuro sostenible. Estos cultivos no solo satisfacen las demandas actuales de alimentos y energía, sino que también potencian el desarrollo de soluciones innovadoras en químicos y materiales. En un mundo que enfrenta el desafío de reducir sus emisiones de carbono y alimentar a una población en crecimiento, las oleaginosas se erigen como un recurso invaluable.
Con estos resultados récord, el sector agroindustrial tiene la oportunidad de consolidar su contribución al desarrollo de la bioeconomía, promoviendo un equilibrio entre productividad, sustentabilidad y seguridad alimentaria global.
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