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Investigadores de la Universidad Estatal de Kansas han logrado un desarrollo sin precedentes, utilizando técnicas de biología sintética para modificar el contenido de aceites en estas plantas, haciéndolas mucho más aptas para el uso directo como combustible.
El equipo liderado por Timothy Durrett, profesor de bioquímica y biofísica molecular, en colaboración con la doctoranda Linah Alkotami, ha incrementado significativamente la producción de acetil-triacilglicéridos (acetil-TAGs) en el pennycress y la camelina. Estos aceites, derivados originalmente de una planta conocida como «burning bush», poseen características únicas como baja viscosidad y un excelente rendimiento a bajas temperaturas, haciéndolos ideales como reemplazo del diésel convencional.
En palabras de Durrett: “La ventaja de los acetil-TAGs es que podrían ser utilizados directamente como combustible sin necesidad de procesos químicos adicionales. Esto permitiría a los agricultores producir su propio combustible, promoviendo la independencia energética y capturando mayores beneficios económicos.”
Uno de los mayores desafíos en la ingeniería de semillas ha sido adaptar las enzimas necesarias para sintetizar aceites únicos en otras plantas, logrando niveles de pureza que superen a los de las especies originales. En el caso de la camelina y el pennycress, el equipo de Durrett logró aumentar los niveles de acetil-TAGs hasta un 93% y 98%, respectivamente, superando incluso los valores encontrados en el «burning bush».
“Estos niveles representan un logro significativo en el campo de la biotecnología vegetal. Estamos superando barreras que antes parecían insalvables”, destacó el investigador.
El pennycress y la camelina no son cultivos ordinarios. Ambas plantas tienen una ventaja estratégica para los agricultores: pueden sembrarse en otoño y cosecharse a principios de primavera, funcionando como cultivos de servicio que protegen el suelo durante el invierno. Además, no compiten directamente con cultivos alimenticios, lo que las convierte en una opción atractiva para maximizar el uso de tierras agrícolas.
Actualmente, estos cultivos se producen mayoritariamente en el norte de los Estados Unidos, pero los investigadores visualizan su expansión a otras regiones, a medida que crece el interés en su comercialización.
A pesar del avance, los investigadores reconocen que el trabajo está lejos de terminar. Según Durrett, “cada vez que hacemos cambios en una semilla, la planta responde adaptándose, y todavía estamos intentando entender cómo manejar estas respuestas para optimizar los resultados”.
El equipo también trabaja en colaboración con Umut Yucel, profesor asociado de ciencia de alimentos, para explorar usos potenciales de los aceites en la industria alimentaria, así como su aplicación como emulsionantes y lubricantes industriales.
Este avance no solo promete transformar el sector energético, sino también ofrecer nuevas oportunidades económicas a los agricultores. La capacidad de producir combustible directamente desde el campo podría redefinir el papel de la agricultura en la transición energética global.
El desarrollo del pennycress y la camelina como fuentes viables de biodiésel es un testimonio del poder de la ciencia para abordar los desafíos climáticos y energéticos. Si bien queda camino por recorrer, los resultados actuales nos acercan un paso más hacia un futuro donde la sostenibilidad y la innovación caminan de la mano.
Bioeconomia
