as islas que forman parte de la reserva conforman los albardones con montes y sectores deprimidos cubiertos por pajonales y lagunas, característico paisaje del delta.
Los pajonales isleños lucen camalotes o aguapey con llamativas inflorescencias violáceas y atractivos irupés de enormes hojas circulares flotantes. Los bosques de ceibos, curupíes y timbó blanco se concentran en el sector de islas que, en las partes bajas, están tapizadas de paja de techar y paja boba entre algunos espejos de agua.
En los bosques de sauces criollos y alisos de río, el espinero rojizo construye grandes nidos colgantes de palitos que penden sobre el agua. También son comunes los mamíferos de hábitos acuáticos como el carpincho, el coipo o nutria y el lobito de río. Además de estos animales se ha observado la presencia del yacaré ñato.
Entre las aves se encuentran el pato, el caraus, el chajá, la cigüeña, la garza y el martín pescador grande o matraca, cuya población numerosa lo ha llevado a ser la especie representativa de la Reserva.
La diversidad del ambiente proveyó a los primeros grupos humanos de los recursos necesarios para sustentarse: peces pequeños y medianos, mamíferos acuáticos como la nutria y el carpincho, moluscos, ciervos y huevos de ñandú de las llanuras vecinas que posteriormente, dada la caza desmedida, desaparecieron de esta zona. Se movían fácilmente por las barrancas, albardones, lagunas, islas y pantanos, utilizando arpones y puntas hechas de hueso y madera. Expresión de la estrecha relación entre estos grupos y sus entornos naturales son las cerámicas decoradas con animales como loros, halcones, lechuzas, nutrias y carpinchos.
Los predecesores de estos grupos fueron los querandíes, población vinculada a los tehuelches del norte patagónico. Ocuparon estas tierras realizando las mismas prácticas que sus antepasados y conviviendo con los guaraníes provenientes del norte de la Mesopotamia.
A medida que avanzaba el siglo XVI, la Conquista española y las sucesivas guerras y enfermedades diezmaron a estos grupos indígenas. Sólo quedan algunas comunidades guaraníes que en la actualidad se asientan en la provincia de Misiones.
Antes de la creación del área protegida, el territorio era sometido a las actividades de la ganadería extensiva.
Por sus características insulares, la mayoría de los recorridos deben realizarse en embarcaciones, acordando las salidas con los guardaparques.
Se puede llegar en auto al paraje La Azotea, desde donde parte un sendero que lleva a los bosques de sauces criollos y alisos de río.
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