Su manejo eficiente es crucial, no solo para la producción forrajera, sino también para la recuperación de suelos y la captura de dióxido de carbono en un escenario agrícola y climático cada vez más desafiante.
Las forrajeras cultivadas, que incluyen pasturas perennes (PP), verdeos de invierno (VI), cultivos de cobertura (CC) y verdeos de verano, representan un pequeño porcentaje del área ganadera útil del país. Sin embargo, soportan el 50% de los animales a campo, destacando su relevancia en la producción ganadera.
Además, las PP y CC juegan un papel fundamental en la calidad ambiental, contribuyendo a la recuperación de suelos y a la captación de dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero, frente al avance de la agricultura intensiva.
En los últimos años, la superficie ganadera nacional ha disminuido debido al avance de los cultivos agrícolas, reduciendo la disponibilidad de forraje. Este problema se agrava por la concentración de animales en suelos de menor calidad, con menor capacidad de acumulación de pasto, y por la creciente variabilidad climática que complica la previsión de recursos forrajeros a corto y mediano plazo.
Independientemente de las condiciones climáticas o nutricionales, la primavera es la estación en la que las pasturas perennes alcanzan su máximo potencial de crecimiento. Este es el momento clave para aplicar insumos como fertilizantes nitrogenados, que maximizan la relación beneficio-costo.
El ingeniero agrónomo Óscar Bertín enfatiza que aprovechar este periodo es esencial: "La capacidad de responder con carga animal adecuada o mediante la conservación de forrajes es clave para trasladar el excedente de primavera a los meses de menor crecimiento, como otoño e invierno".
El manejo primaveral también afecta la persistencia y calidad de las gramíneas perennes, como la festuca alta. Pastoreos intensos en esta época ayudan a minimizar el impacto negativo de las varas florales sobre el número de macollos, incrementando la calidad de la dieta animal y optimizando la eficiencia de los fertilizantes aplicados.
Aunque se suele argumentar que la aplicación otoñal de nitrógeno beneficia a las PP, Bertín señala que los VI tienen una mayor respuesta al nutriente en bajas temperaturas. Por ello, recomienda priorizar los VI en este periodo para maximizar la producción invernal.
Los CC tienen altas tasas de crecimiento en primavera, pero también demandan gran cantidad de humedad en el suelo. Su supresión mediante herbicidas o rolado debe coordinarse cuidadosamente con el cultivo sucesor (como maíz o soja) para garantizar una sincronización adecuada de agua y nutrientes.
Las respuestas al riego son más significativas hacia fines de primavera y durante el verano, cuando el déficit hídrico es más frecuente. En otoño-invierno, estas respuestas son limitadas, con incrementos de producción entre el 12% y el 30%, frente al 30% al 70% en verano.
El manejo eficiente de las pasturas perennes, verdeos y cultivos de cobertura es esencial para enfrentar los desafíos del sector ganadero en Argentina. Además de garantizar una producción forrajera sostenible, contribuyen a la recuperación ambiental en un contexto de alta presión agrícola y climática.
Agrolatam.com