Por Agroempresario.com
Enrique Eskenazi pasó de liderar bancos provinciales y constructoras locales a manejar YPF, la empresa más grande de Argentina, sin poner dinero propio. Este ascenso meteórico, respaldado por el poder político de Néstor Kirchner, dejó una huella imborrable en los negocios del país y en la historia de los mercados regulados.
El 7 de marzo de 2008, Grupo Petersen, liderado por Enrique Eskenazi, comenzó formalmente su gestión en YPF tras adquirir el 14,9% de las acciones de la petrolera. Este porcentaje, que luego llegó al 25%, marcó el inicio de una etapa de profunda transformación en la compañía. Sin embargo, este logro no habría sido posible sin el apoyo directo del expresidente Néstor Kirchner, quien intervino para que Repsol, la entonces propietaria de YPF, eligiera a Eskenazi como socio local.
"Estamos en un negocio regulado, en un país donde el gobierno regula todo. Vino el presidente [Kirchner] y nos dijo que el elegido era él. ¿Qué opción se le ocurre que tenemos?", confesó un alto ejecutivo de Repsol en ese momento.
Lo que más sorprendió del acuerdo fue el modelo financiero detrás de la operación. Grupo Petersen financió la compra con préstamos de bancos internacionales como Credit Suisse, BNP Paribas, Goldman Sachs e Itaú, además de un crédito otorgado por la misma Repsol. El esquema de financiamiento dependía casi exclusivamente de los dividendos generados por YPF, con una política de distribución de utilidades que destinaba el 90% de las ganancias a los accionistas y apenas un 10% a reinversiones.
Este esquema permitió a Eskenazi pagar los préstamos con los recursos generados por la propia empresa. Sin embargo, esta estrategia también limitó las inversiones de YPF en exploración y producción, un aspecto que impactaría negativamente en su sostenibilidad a largo plazo.
Con la adquisición, la familia Eskenazi aseguró un lugar clave en la toma de decisiones de la petrolera. Enrique fue designado vicepresidente, aunque sin funciones ejecutivas, mientras que su hijo Sebastián asumió un rol protagónico como uno de los principales ejecutivos. Otros miembros de la familia, como Matías y Ezequiel Eskenazi, también ocuparon cargos en el directorio, consolidando la influencia del Grupo Petersen en la compañía.
La relación entre Buenos Aires y Madrid fue cuidadosamente orquestada. En el acuerdo firmado el 21 de febrero de 2008, se estableció que el presidente del directorio, Antonio Brufau, no tendría funciones ejecutivas, un movimiento que consolidó el poder de los Eskenazi y debilitó la influencia de los directivos españoles.
El lunes 16 de abril de 2012 marcó un punto de inflexión en la historia de YPF y del Grupo Petersen. Ese día, la presidenta Cristina Kirchner anunció la estatización de la compañía, un hecho que desató el colapso del modelo financiero de los Eskenazi. Sin los dividendos de YPF, el Grupo Petersen no pudo sostener sus obligaciones financieras y se declaró en quiebra en Madrid.
La estatización no solo puso fin a la participación de los Eskenazi en YPF, sino que también derivó en un litigio internacional en Nueva York, donde Argentina fue condenada a pagar 16.000 millones de dólares por la expropiación de las acciones de Repsol.
Enrique Eskenazi falleció a los 99 años, dejando tras de sí una historia de negocios marcada por su capacidad para operar en mercados regulados y su cercanía con el poder político. Su ascenso, sustentado en estrategias financieras innovadoras y alianzas clave, fue tan meteórico como su caída.
El juicio derivado de la estatización de YPF mantiene vivo el legado de Eskenazi, recordado como un empresario capaz de liderar la petrolera más grande del país sin poner dinero propio, pero también como un símbolo de los riesgos de depender del poder político en mercados regulados.
Hoy, a más de una década de aquellos hechos, la historia de Eskenazi y YPF sigue siendo un caso emblemático de la intersección entre negocios, política y regulación en Argentina. Su figura, admirada por algunos y cuestionada por otros, continúa siendo un tema de análisis y debate en el ámbito empresarial.
Enrique Eskenazi pasó de liderar bancos provinciales y constructoras locales a manejar YPF, la empresa más grande de Argentina, sin poner dinero propio. Este ascenso meteórico, respaldado por el poder político de Néstor Kirchner, dejó una huella imborrable en los negocios del país y en la historia de los mercados regulados.
El 7 de marzo de 2008, Grupo Petersen, liderado por Enrique Eskenazi, comenzó formalmente su gestión en YPF tras adquirir el 14,9% de las acciones de la petrolera. Este porcentaje, que luego llegó al 25%, marcó el inicio de una etapa de profunda transformación en la compañía. Sin embargo, este logro no habría sido posible sin el apoyo directo del expresidente Néstor Kirchner, quien intervino para que Repsol, la entonces propietaria de YPF, eligiera a Eskenazi como socio local.
"Estamos en un negocio regulado, en un país donde el gobierno regula todo. Vino el presidente [Kirchner] y nos dijo que el elegido era él. ¿Qué opción se le ocurre que tenemos?", confesó un alto ejecutivo de Repsol en ese momento.
Lo que más sorprendió del acuerdo fue el modelo financiero detrás de la operación. Grupo Petersen financió la compra con préstamos de bancos internacionales como Credit Suisse, BNP Paribas, Goldman Sachs e Itaú, además de un crédito otorgado por la misma Repsol. El esquema de financiamiento dependía casi exclusivamente de los dividendos generados por YPF, con una política de distribución de utilidades que destinaba el 90% de las ganancias a los accionistas y apenas un 10% a reinversiones.
Este esquema permitió a Eskenazi pagar los préstamos con los recursos generados por la propia empresa. Sin embargo, esta estrategia también limitó las inversiones de YPF en exploración y producción, un aspecto que impactaría negativamente en su sostenibilidad a largo plazo.
Con la adquisición, la familia Eskenazi aseguró un lugar clave en la toma de decisiones de la petrolera. Enrique fue designado vicepresidente, aunque sin funciones ejecutivas, mientras que su hijo Sebastián asumió un rol protagónico como uno de los principales ejecutivos. Otros miembros de la familia, como Matías y Ezequiel Eskenazi, también ocuparon cargos en el directorio, consolidando la influencia del Grupo Petersen en la compañía.
La relación entre Buenos Aires y Madrid fue cuidadosamente orquestada. En el acuerdo firmado el 21 de febrero de 2008, se estableció que el presidente del directorio, Antonio Brufau, no tendría funciones ejecutivas, un movimiento que consolidó el poder de los Eskenazi y debilitó la influencia de los directivos españoles.
El lunes 16 de abril de 2012 marcó un punto de inflexión en la historia de YPF y del Grupo Petersen. Ese día, la presidenta Cristina Kirchner anunció la estatización de la compañía, un hecho que desató el colapso del modelo financiero de los Eskenazi. Sin los dividendos de YPF, el Grupo Petersen no pudo sostener sus obligaciones financieras y se declaró en quiebra en Madrid.
La estatización no solo puso fin a la participación de los Eskenazi en YPF, sino que también derivó en un litigio internacional en Nueva York, donde Argentina fue condenada a pagar 16.000 millones de dólares por la expropiación de las acciones de Repsol.
Enrique Eskenazi falleció a los 99 años, dejando tras de sí una historia de negocios marcada por su capacidad para operar en mercados regulados y su cercanía con el poder político. Su ascenso, sustentado en estrategias financieras innovadoras y alianzas clave, fue tan meteórico como su caída.
El juicio derivado de la estatización de YPF mantiene vivo el legado de Eskenazi, recordado como un empresario capaz de liderar la petrolera más grande del país sin poner dinero propio, pero también como un símbolo de los riesgos de depender del poder político en mercados regulados.
Hoy, a más de una década de aquellos hechos, la historia de Eskenazi y YPF sigue siendo un caso emblemático de la intersección entre negocios, política y regulación en Argentina. Su figura, admirada por algunos y cuestionada por otros, continúa siendo un tema de análisis y debate en el ámbito empresarial.