Por Agroempresario.com
La Patagonia argentina es conocida por sus vastos paisajes, su geografía inhóspita y sus pueblos que parecen detenidos en el tiempo. Rincón Chico, ubicado en el sureste de Neuquén, es uno de esos lugares donde el tiempo se detuvo. Fundado en 1984, fue concebido para albergar a los obreros que trabajaban en la construcción del Embalse de Piedra del Águila. Sin embargo, tras la finalización de la represa en 1992, el pueblo quedó en el abandono, y lo que alguna vez fue un asentamiento vibrante, se transformó en un paraje fantasmagórico.
En su apogeo, Rincón Chico llegó a contar con una población de aproximadamente 6000 personas. Sus habitantes eran, en su mayoría, obreros de la represa, quienes vivían allí con sus familias. El pueblo, bien equipado para una vida cómoda en medio de la Patagonia, contaba con todos los servicios básicos: agua potable, gas y electricidad, todo suministrado de manera subterránea. Además, tenía una iglesia, una escuela, una sucursal bancaria, un centro de salud, un cine, un gimnasio, entre otros comercios que hoy permanecen en ruinas.
Sin embargo, con la finalización de la construcción del embalse, el pueblo dejó de tener razón de ser. En 1992, Rincón Chico fue desmantelado y abandonado por completo. Las familias y los trabajadores se fueron, y lo que quedó atrás fueron las estructuras desmoronadas de lo que alguna vez fue un próspero asentamiento.
Hoy, Rincón Chico ha quedado reducido a un destino turístico peculiar. Con el paso de los años, el abandono ha permitido que la naturaleza se adueñe del lugar, recuperando lentamente lo que fue una vez un espacio urbano. Aunque muchas de las estructuras han sucumbido al paso del tiempo, todavía se pueden ver restos de lo que fue: edificios en ruinas, caminos olvidados y la silueta de lo que alguna vez fue un centro de actividad.
El pueblo fantasma atrae a turistas, fotógrafos y exploradores en busca de un destino alternativo. Es un lugar perfecto para los amantes de la historia y aquellos que buscan una experiencia única en un entorno que parece congelado en el tiempo. Rincón Chico se ha convertido en un lugar perfecto para quienes disfrutan de un turismo de aventura y de conocer lugares fuera de lo común.
Rincón Chico no es un destino fácil de alcanzar, pero el esfuerzo vale la pena para quienes buscan explorar este pueblo olvidado. La forma más rápida y directa de llegar es volando a Neuquén. Desde Buenos Aires, se puede tomar un vuelo desde el Aeroparque Jorge Newbery o desde el Aeropuerto Ministro Pistarini (Ezeiza) hacia el Aeropuerto Internacional Presidente Perón en Neuquén. Desde allí, se debe continuar el viaje en auto por aproximadamente dos horas y media, tomando la Ruta Nacional 237 en dirección al Embalse de Piedra del Águila.
Para quienes prefieren viajar por tierra, existen opciones de colectivos de larga distancia o autos particulares. Si se parte desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se deben recorrer aproximadamente 1150 kilómetros, tomando la Ruta Nacional 5 hasta Santa Rosa, La Pampa, y luego la Ruta Nacional 22 hacia la ciudad de Neuquén.
Rincón Chico es un testimonio de cómo los pueblos pueden nacer y morir en función de los proyectos humanos. Su historia refleja el efímero paso de la industrialización en una región remota de la Patagonia. Hoy, el pueblo en ruinas sigue siendo un lugar lleno de historia y misterio, que atrae a quienes buscan conocer más sobre los lugares olvidados de Argentina y sus historias ocultas.
Un viaje a Rincón Chico es, sin lugar a dudas, un viaje en el tiempo.