Por agroempresario.com
A la sombra de la central geotérmica más grande de Islandia, una instalación futurista desafía los modelos tradicionales de producción de alimentos. En un almacén iluminado con un resplandor rosa-violeta, un complejo sistema de fotobiorreactores permite el cultivo de microalgas, un antiguo superalimento con un potencial renovado. La empresa Vaxa Technologies ha desarrollado este sistema que aprovecha los recursos de la planta de energía geotérmica para producir estas diminutas pero poderosas especies acuáticas.
El gerente general de Vaxa, Kristinn Haflidason, explica que este método ofrece una alternativa ecológica y eficiente en el uso de recursos. “Es una nueva forma de pensar sobre la producción de alimentos”, afirma. La instalación, situada a solo 35 minutos de Reikiavik, se especializa en el cultivo de la microalga Nannochloropsis, utilizada tanto en alimentación humana como en acuicultura.
Un sistema innovador
Las microalgas han sido parte de la dieta humana durante siglos, consumidas en la antigua América Central y África. Sin embargo, su producción a gran escala es relativamente nueva. En la planta de Vaxa, estos microorganismos realizan la fotosíntesis artificialmente, utilizando luz LED en espectros específicos de rojo y azul para maximizar su crecimiento.
“Más del 90% de la fotosíntesis ocurre dentro de longitudes de onda muy específicas de luz roja y azul”, explica Haflidason. “Solo les damos la luz que usan”. Gracias a la combinación de energía renovable, CO2 y nutrientes de bajo impacto ambiental, esta granja de algas tiene una huella de carbono negativa, según estudios del Instituto Tecnológico Danés.
Además, los fotobiorreactores están controlados mediante aprendizaje automático, optimizando las condiciones para un crecimiento eficiente. Aproximadamente el 7% de la cosecha se recolecta diariamente, asegurando una producción constante de hasta 150 toneladas métricas al año.
Beneficios y retos de las microalgas
Las microalgas ofrecen múltiples beneficios nutricionales: son ricas en proteínas, carbohidratos, ácidos grasos omega-3 y vitamina B12. Con un mercado en expansión, se estima que la industria de las microalgas alcanzará un valor de 25.400 millones de dólares en 2033.
Sin embargo, su incorporación a la dieta cotidiana aún enfrenta desafíos. Uno de los principales es su sabor, que en algunos casos puede resultar “a pescado” debido a su origen en agua salada. Además, ciertas especies como la chlorella tienen una pared celular difícil de digerir, lo que limita la absorción de nutrientes.
Para superar estos obstáculos, se están desarrollando productos que integran microalgas en alimentos comunes como pan, pasta y batidos. Empresas como la danesa Algiecel están explorando su potencial en la captura de carbono y su aplicación en cosmética, farmacéutica y biocombustibles. Incluso la Agencia Espacial Europea investiga su viabilidad en la Estación Espacial Internacional.
¿El futuro de la alimentación?
La sostenibilidad es un factor clave en la expansión de esta tecnología. Comparado con la soja, el cultivo de microalgas puede producir hasta 15 veces más proteínas por hectárea al año. Esto lo convierte en una alternativa viable para enfrentar la inseguridad alimentaria y reducir la presión sobre el medio ambiente.
En Reikiavik, algunas panaderías ya incorporan espirulina en sus recetas y gimnasios la utilizan en batidos. Haflidason es optimista: “No queremos que la gente coma lodo verde, sino que integre estos nutrientes en su dieta diaria sin cambiar sus hábitos”.
Con avances constantes y una creciente aceptación en el mercado, las microalgas podrían convertirse en un pilar fundamental de la alimentación sostenible del futuro.
