Trump y la recesión: ¿Qué impacto tendría en su segundo mandato?

El expresidente estadounidense ha mostrado ser cada vez más libre de las presiones de la opinión pública

Trump y la recesión: ¿Qué impacto tendría en su segundo mandato?
miércoles 19 de marzo de 2025

Por Agroempresario.com

Las voces que sugieren que una recesión económica en Estados Unidos podría hacer que Donald Trump reconsidere sus políticas y decisiones presidenciales tienden a pasar por alto una realidad fundamental: Trump no tiene nada que perder. En su segundo mandato, el expresidente se encuentra en una posición única, libre de las limitaciones políticas de su primer periodo. De hecho, la idea de que Trump modifique su rumbo debido a los efectos negativos de una crisis económica parece ignorar su naturaleza y sus intereses personales.

Durante su primer mandato, Trump estuvo constantemente vigilado por la opinión pública y los votantes indecisos, quienes influyen de manera directa en su toma de decisiones. Su política económica, por ejemplo, estuvo orientada a mantener la estabilidad del mercado de valores y a evitar una recesión que pudiera restarle apoyo entre la base electoral. Sin embargo, en su segundo mandato, la situación ha cambiado drásticamente. El hecho de que no pueda postularse para un tercer periodo le ha otorgado una libertad política casi total. Es un presidente que ya no tiene que preocuparse por las consecuencias electorales de sus decisiones.

Trump, al ser consciente de que no puede ser reelegido, puede tomar decisiones sin el temor de que estas afecten su futuro político. Si sus aranceles provocan una recesión o sus políticas exteriores generan una crisis internacional, ¿qué perdería él exactamente? La respuesta es simple: nada. En el peor de los casos, los republicanos perderían las elecciones de mitad de mandato, lo que sería un golpe para el partido, pero no para Trump. De hecho, después de estas elecciones, un presidente en su segundo mandato ya es un "pato rengo", y cualquier resultado negativo en las elecciones no afectará su futuro político, sino que simplemente lo dejaría al margen del debate público.

Muchos analistas creen que Trump tiene una agenda más grande en mente, como asegurar que un protegido o un miembro de su familia, como JD Vance, sea el próximo candidato republicano en 2028. Sin embargo, la idea de que Trump se contenga por el bien de un sucesor parece poco probable. Después de todo, figuras como Angela Merkel, Tony Blair y Joe Biden no fueron precisamente ejemplares en la planificación de sus sucesores. ¿Realmente deberíamos esperar que un ególatra como Trump actúe en función del bien de un futuro candidato en 2028?

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Por otro lado, algunos sugieren que Trump podría buscar la reelección en 2024, anulando la enmienda que limita los mandatos presidenciales. Si bien esta idea puede parecer exagerada o descabellada, no debe ser descartada tan rápidamente. El impulso por mantenerse en el poder podría llevar a Trump a explorar todas las posibilidades, incluso la de modificar las reglas de la Constitución. Sin embargo, es importante recordar que la constitución estadounidense, aunque flexible, es un pilar central del sistema político del país, y cualquier intento de modificarla sería un evento extremadamente controversial.

En realidad, es más probable que Trump simplemente acepte que su tiempo en el poder está limitado y que, a pesar de los escándalos y las dificultades, se enfoque en cumplir sus propios objetivos. Por ejemplo, las tres políticas más perjudiciales que Trump ha implementado hasta ahora –la retirada de las tropas de Ucrania, la erosión de las instituciones nacionales y la imposición de aranceles– podrían intensificarse en una situación de recesión. Si la economía de Estados Unidos se ve afectada, Trump tendría un pretexto perfecto para reducir el gasto en defensa y recortar recursos a los organismos federales.

Este tipo de radicalización es una característica que muchos de sus seguidores no comprenden del todo. En su primer mandato, Trump se preocupaba por las repercusiones de sus decisiones y trataba de complacer a la base electoral y a los votantes indecisos. Hoy en día, parece mucho menos preocupado por esos factores. En lugar de preocuparse por lo que los votantes piensan, Trump parece estar orientado a satisfacer las demandas de su base más radical, aquellos que apoyan sus políticas más extremas y que no están interesados en los matices de la política tradicional.

La diferencia en el enfoque de Trump entre su primer y segundo mandato es clara. En su primer mandato, sus políticas se guiaban por un pragmatismo orientado a los resultados electorales, buscando complacer tanto a sus seguidores como a los votantes moderados. En su segundo mandato, no hay tal pragmatismo. Su enfoque ha cambiado a una visión más nihilista, buscando simplemente cumplir sus propios intereses, sin importar las consecuencias a largo plazo.

A pesar de su creciente distanciamiento de las presiones externas, Trump sigue siendo una figura muy pragmática en su trato con actores externos, como gobiernos extranjeros o instituciones económicas. Su comportamiento hacia países como Canadá y Ucrania demuestra que todavía responde a las concesiones y halagos de otros líderes, pero esto no significa que esté dispuesto a cambiar sus políticas por los efectos que puedan tener en la economía o en su relación con la opinión pública estadounidense.

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Este fenómeno se observa especialmente en la forma en que los líderes empresariales han reaccionado ante la presidencia de Trump. Durante su primer mandato, muchos empresarios creyeron que su enfoque "pro-negocios" los beneficiaría, pero con el tiempo se dieron cuenta de que Trump no tenía miedo de tomar decisiones que no siempre favorecían al mundo empresarial. Ahora, algunos de esos líderes creen erróneamente que, debido a la crisis económica, Trump reconsiderará sus políticas más radicales. Esta expectativa se basa en un análisis equivocado de su personalidad y objetivos.

Trump, al igual que muchos presidentes en su segundo mandato, está comenzando a liberarse de las restricciones impuestas por la necesidad de la reelección. A diferencia de los líderes británicos que dependen de la buena fe de los políticos para mantener el orden, el sistema político estadounidense permite que un presidente en su segundo mandato se enfoque más en sus propios intereses que en las necesidades del país o de su partido. Las circunstancias actuales están preparando el terreno para una presidencia cada vez más errática y desconectada de la política tradicional.

Imaginemos por un momento a Trump enfrentando una recesión económica y una creciente impopularidad. En lugar de ceder a la presión pública o a la necesidad de apaciguar a los votantes moderados, Trump podría utilizar la crisis económica como una excusa para implementar políticas aún más radicales. En lugar de moderarse, la recesión podría ser el catalizador para una presidencia aún más destructiva y menos enfocada en el bien común.

Al final, la interpretación del impacto de una recesión en la presidencia de Trump depende de cómo veamos a Trump mismo. ¿Es un político pragmático que tomará decisiones en función de las necesidades del país, o es un hombre más centrado en su propia supervivencia y en mantener el poder, incluso a costa de la estabilidad económica? La respuesta a esta pregunta podría determinar no solo el destino de su presidencia, sino también el futuro político de Estados Unidos.



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