rancisco Barbaro es un inmigrante italiano que llegó a la Argentina cuando era muy chico. Hoy, a sus 74 años, continúa poniéndole el hombro a la productora de zapatos de cuero líder en el país. Su empresa familiar, que fundó a principios de los 80 en un pequeño taller, fabrica unos trescientos pares diarios para proveer tanto al mercado interno como al externo. Junto a su esposa Liliana y su hijo Gustavo, apuesta a recuperar y sumar nuevos mercados, confiados en la calidad premium y el diseño del calzado masculino que ofrecen bajo la marca Giorgio Beneti.
En sus comienzos, Francisco “hacía cinco o seis pares por día y salía a venderlos por la zona. Primero con un socio, pero luego decidió arrancar solo y dio un salto fuerte en 1991, cuando yo todavía era chico”, cuenta Gustavo, quien se incorporó a la pyme familiar en 1995 y actualmente se ocupa de la comercialización interna y externa de los zapatos.
Siempre instalados en la zona sur del Gran Buenos Aires, el crecimiento de la firma en estos cuarenta años fue progresivo. El primer taller estaba situado en el partido de Lomas de Zamora. Allí, tuvieron un desarrollo fuerte al crearse el Mercosur. “Por los años 94-95 pudimos exportar a Brasil, donde nuestro calzado fue un boom debido a su muy buena calidad”, recuerda Gustavo.
Cuando pusieron el primer pie en la exportación se mudaron a otra planta en la localidad vecina de Lanús. “Sobrevivimos a la crisis económica del 2000 y, a partir del 2002, empezamos a exportar a Uruguay, Chile, Ecuador, Estados Unidos, a países de Europa y a Sudáfrica. Hasta 2008 comercializamos muchos pares a muchísimos países; entre 2009 y 2010, ya menos, por los vaivenes del dólar”, explica.
Durante esa época dorada, se mudaron por tercera vez a una planta más grande –la actual– en la localidad de Banfield, que tiene aproximadamente 900 metros cuadrados. “Allí trabaja un plantel de cuarenta empleados, con maquinarias de tecnología de avanzada que fuimos agregando, como la gran compra que hicimos en 2012 de una cortadora de cuero digital”, señala Barbaro.
Si bien en estos últimos años la baja en el consumo interno afectó a la empresa, Gustavo asegura que para contrarrestar esa situación tratan de aumentar “lo menos posible” los precios del calzado. “Creamos una línea económica de zapatos parecidos al que hacemos de vestir y salimos a reemplazar la merma local con más exportación”, cuenta.
Ya con el horizonte claro, “desde hace un año estamos viajando a ferias internacionales, mediante gestiones de la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional (Aaici), y estamos cerrando un par de negocios para exportar a Chile y Perú, así como también a Inglaterra y a los Estados Unidos, hacia donde mantenemos algo de ventas desde 2013”.
“El fuerte en esta empresa es mantener una relación calidad-precio muy buena, al nivel de cualquier zapato europeo”, subraya Gustavo, a la vez que remarca que el calzado se realiza “artesanalmente, aunque con tecnología de avanzada, pero con mucha mano de obra y valor agregado”. Y agrega: “Cada zapato se deja cuatro días en la horma, mientras que en otras fábricas solo los ponen unas horas. Somos los que más pares hacemos, porque teniendo en cuenta la calidad, unos trescientos pares por día es muy buena producción”.