Por Agroempresario.com
En el marco de las negociaciones técnicas con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Gobierno argentino se comprometió a profundizar el cambio en el perfil de la deuda en pesos, buscando reducir el peso de los bonos indexados a la inflación o al tipo de cambio, y avanzar hacia una estructura más previsible basada en títulos a tasa fija. Esta reconfiguración forma parte de la estrategia oficial para fortalecer la sostenibilidad fiscal y mejorar el acceso al financiamiento en moneda local.
Según el documento técnico consensuado con el staff del FMI, la estrategia de deuda del Ministerio de Economía seguirá concentrándose en “reducir los riesgos de refinanciamiento de la deuda en pesos, extendiendo los vencimientos y reemplazando gradualmente los títulos vinculados a la inflación y al tipo de cambio por instrumentos a tasa fija a medida que avance la desinflación”.
La próxima prueba de esta política será esta semana, cuando el Tesoro Nacional deba enfrentar vencimientos por $5,6 billones. Para cubrirlos, el Gobierno realizará una nueva licitación de deuda en moneda local, que incluirá una batería de instrumentos: bonos dollar linked con vencimiento en enero de 2026, Lecaps a agosto y septiembre, Boncap con vencimiento a octubre de este año y enero de 2027, y Boncer cupón cero a octubre de 2024 y marzo de 2027.
El compromiso de reducir la dependencia de bonos ajustables llega luego de un año de cambios profundos en la estrategia financiera. De acuerdo con los datos suministrados por la Secretaría de Finanzas, actualmente el 59% de la deuda en pesos está conformada por títulos indexados –ya sea al índice de precios o al dólar oficial–, mientras que el 41% corresponde a bonos a tasa fija. Un año atrás, la situación era muy distinta: el 82% de los bonos estaban atados a alguna variable de ajuste, frente a un 18% que respondía a tasa fija.
El FMI, en su más reciente revisión, valoró positivamente los esfuerzos realizados hasta el momento por la administración de Javier Milei. “Alrededor del 80% de las emisiones realizadas entre el segundo y el cuarto trimestre de 2024 fueron instrumentos de tasa fija, lo que permitió reducir sustancialmente la proporción de títulos indexados en el stock de deuda en pesos”, señaló el organismo.
En paralelo, el Fondo advirtió que, si bien la dirección es adecuada, aún persisten desafíos. En su análisis de sostenibilidad, el FMI reconoció que la deuda en moneda extranjera seguirá predominando a largo plazo y que, en el corto y mediano plazo, es probable que continúe cierta dependencia de los bonos indexados a la inflación, debido a la incertidumbre macroeconómica y al ritmo de la desinflación.
El Gobierno, por su parte, destacó que el cambio en el perfil de deuda fue acompañado por una política activa de canjes voluntarios y un fortalecimiento de la posición de liquidez del Tesoro. En ese sentido, se subrayó el incremento de las reservas de efectivo en la cuenta del Tesoro en el Banco Central, como herramienta clave para apuntalar el refinanciamiento.
Además, la administración Milei remarcó que en enero se realizaron pagos por USD 4.300 millones a tenedores privados de deuda en moneda extranjera, lo que junto con la acumulación de depósitos en dólares permitiría cubrir parte de los compromisos programados para julio.
Con respecto al impacto fiscal de la estrategia, el FMI proyecta que los pagos de intereses crecerán desde el 1,3% del PBI en 2025 hasta promediar un 2,1% entre 2026 y 2030. Esta evolución responde, en parte, a la liberalización progresiva de la cuenta de capital y a la migración hacia una estructura de deuda más convencional, alejada de los cupones cero o los instrumentos indexados.
Econviews, en un informe reciente, recordó que en la última licitación realizada bajo el nuevo esquema cambiario –puesta en marcha la semana pasada– el Tesoro logró colocar $5,02 billones, lo que implicó una renovación del 75,7% de los vencimientos, que ascendían a $6,63 billones.
En este contexto, el próximo test del mercado será clave para confirmar la capacidad del Gobierno de sostener su estrategia de financiamiento local sin recurrir al Banco Central y manteniendo el equilibrio fiscal. La apuesta es clara: reducir la dependencia de mecanismos de ajuste automático, consolidar expectativas de baja inflación y reconstruir un mercado de deuda en pesos estable y predecible.
La meta es doble: evitar los sobresaltos financieros de corto plazo y, al mismo tiempo, reforzar la confianza del FMI y los inversores. En un escenario todavía marcado por la incertidumbre económica, el éxito o fracaso de esta estrategia tendrá un impacto directo en la viabilidad del programa económico del oficialismo.