Por Agroempresario.com
A partir del 1 de mayo de 2025, el mar Mediterráneo será oficialmente declarado como “Zona de Control de Emisiones” (ECA, por su sigla en inglés) para óxidos de azufre (SOx) y material particulado, en una decisión que pone al eje del comercio marítimo mundial en el centro de la transición hacia una navegación más limpia. Esta nueva categorización, promovida por la Organización Marítima Internacional (OMI) bajo el Anexo VI del Convenio MARPOL, obliga a todos los buques que transiten por esta región a utilizar combustibles cuyo contenido de azufre no supere el 0,10%.
La medida busca reducir drásticamente los niveles de contaminación atmosférica en las zonas costeras del Mediterráneo, donde viven más de 400 millones de personas, y supone un avance en la lucha contra el cambio climático. No obstante, este paso hacia una mayor sostenibilidad ambiental también implica nuevos desafíos logísticos, tecnológicos y económicos para el transporte marítimo global y, por extensión, para el comercio internacional de bienes.
El mar Mediterráneo concentra cerca del 20% del comercio marítimo mundial. Su ubicación estratégica, que conecta Europa, Asia y África, lo convierte en uno de los corredores logísticos más transitados del planeta. En esta zona circulan cada año más de 17.000 buques mercantes, muchos de ellos de gran porte, que generan una cantidad considerable de emisiones contaminantes.
Con la entrada en vigencia de la nueva regulación, los barcos deberán cumplir con un límite mucho más estricto en el contenido de azufre del combustible que utilizan. Esta transformación no solo exige un cambio en el tipo de combustible empleado, sino también adaptaciones tecnológicas a bordo y una reconfiguración de las rutas y operaciones navieras.
Una de las soluciones técnicas más adoptadas por las navieras para cumplir con esta normativa es la instalación de “scrubbers” o depuradores de gases de escape. Estos sistemas eliminan los contaminantes antes de que sean liberados al aire, mediante la inyección de agua o soluciones químicas que capturan los óxidos de azufre y otras partículas nocivas.
Aunque representan una inversión significativa para las empresas del sector, los scrubbers ofrecen una alternativa viable frente a la necesidad de cambiar completamente el sistema de abastecimiento de combustible. En un contexto de transición energética, estas tecnologías son vistas como una herramienta intermedia clave para adaptar las flotas existentes sin comprometer su operatividad.
El Mediterráneo se suma así a un grupo de regiones del mundo que ya aplican regulaciones ambientales estrictas para el transporte marítimo: el mar Báltico, el mar del Norte, las costas de América del Norte (incluyendo Estados Unidos y Canadá), y el área del Caribe estadounidense.
La experiencia en estas zonas ha demostrado que la implementación de las ECA permite reducciones significativas en las emisiones de óxidos de azufre, lo que se traduce en mejoras sustanciales en la calidad del aire y en la salud de las poblaciones costeras. Diversos estudios han señalado una disminución en enfermedades respiratorias y cardiovasculares en las áreas cercanas a corredores navales bajo esta normativa.
Aunque a primera vista se trata de una normativa técnica vinculada al ámbito marítimo, su impacto se percibirá también en la vida cotidiana de millones de personas. La reducción de emisiones contribuirá a disminuir la lluvia ácida, proteger la biodiversidad marina y terrestre, y mejorar el bienestar de las comunidades urbanas costeras.
Sin embargo, esta mejora ambiental no está exenta de costos. El uso de combustibles con bajo contenido de azufre y la adaptación tecnológica de los buques generarán un aumento en los costos operativos del transporte marítimo. Esto podría derivar en un encarecimiento de productos importados, con un efecto directo sobre los precios internos en distintos países.
La decisión de convertir al mar Mediterráneo en una Zona de Control de Emisiones representa un nuevo hito en el camino hacia un comercio más sostenible y una logística más responsable. En un contexto global marcado por el avance del cambio climático y las exigencias ambientales crecientes, esta medida se inscribe dentro de una agenda más amplia que busca compatibilizar desarrollo económico con cuidado ambiental.
De cara al futuro, la industria naviera deberá redoblar sus esfuerzos en innovación, eficiencia energética y transición hacia combustibles alternativos de bajas emisiones, como el gas natural licuado, el metanol o incluso el hidrógeno. Lo que hoy representa una obligación podría convertirse en una ventaja competitiva para quienes lideren la transformación.
En definitiva, la reconfiguración del transporte marítimo en el Mediterráneo es una oportunidad para repensar la forma en que el mundo se conecta, produce y consume. Un paso más hacia un modelo comercial global que no solo piense en los mercados, sino también en el planeta.