En el marco del Congreso Argentina Supermercado del Mundo, el expresidente de Asagir, Luis Arias, habló sobre el estado actual del cultivo y la oportunidad que se le presenta a la Argentina como exportadora de girasol al resto del mundo. “El mercado es dinámico y complejo porque son muy pocos actores a nivel internacional”, introdujo Arias.
Asimismo, explicó que, debido a la creciente producción de biocombustibles de canola en la Unión Europea, a partir del 2004, el aceite de girasol se convirtió en un sustituto para el consumo humano. A nivel global, la producción de aceite creció un 4,7% anual, mientras que el consumo se incrementó en un 5,4%. De esta manera, si la tendencia se mantiene, tendríamos que cubrir una demanda de 650.000 toneladas de aceite al año. Si bien Ucrania es el principal productor, Arias sostuvo que no podrá cubrir el faltante futuro; entonces, es allí donde radica la principal oportunidad de Argentina: “El 50% de ese incremento significaría 740.000 toneladas adicionales de girasol argentino, o sea 370.000 hectáreas más. Es uno de los pocos países que puede llegar a cubrirlo por la disponibilidad de tierras y por la situación de contraestación que tiene la Argentina con respecto al resto de los países productores de girasol”, remarcó Arias.
En 1990, nuestro país era el principal exportador de aceite de girasol del mundo, con una participación del 46%; hacia el 2000, esa participación se incrementó al 60%, mientras que los líderes actuales, Rusia y Ucrania, tenían un porcentaje muy bajo. Actualmente, “tenemos un 6% de la participación de comercio de aceite de girasol mundial, mientras Ucrania ha ocupado nuestro lugar”, lamentó el expresidente de Asagir. El crecimiento paulatino en dichos países se fue dando, según comentó Arias, a partir de la caída del muro de Berlín, cuando pudieron tecnificarse y aumentar las producciones.
Si bien la Argentina tuvo un descenso de casi el 40% en la participación mundial en los últimos años, a partir del 2015, cuando se concretó la quita de las retenciones al cultivo, comenzó a aumentar la producción. Arias remarcó que la oportunidad de crecimiento está y para ello es importante agregar valor en cada uno de los eslabones de la cadena, los cuales detalló:
Producción. Con una mejor rentabilidad (sin retenciones y con un precio sostenido), para el productor es más factible la incorporación de tecnología, como por ejemplo la agricultura de precisión y la fertilización variable. En cuanto al manejo, es importante controlar las fechas de siembra, las malezas, las densidades, para aumentar la producción. “Sin mayor producción, no generamos excedentes exportables y no podemos generar divisas”, puntualizó Arias.
De todas formas, este incremento en la producción debe darse de la mano de la sustentabilidad ya que “tenemos que cuidar el suelo y nuestra tierra porque son importantes para la continuidad y la productividad futura”, subrayó.
Insumos. En lo que refiere a la industria semillera, la Argentina exporta híbridos al resto del mundo. “Acá desarrollamos todos los híbridos CL que permitieron el control de maleza que hacían antes al girasol un cultivo sucio y gracias a que la producción ha seguido subiendo es que se pueden mantener y podemos pensar en seguir desarrollando genética en los híbridos de girasol”, sostuvo Arias. Con una perspectiva de crecimiento y oportunidades para el cultivo, las empresas tienen un mayor incentivo para desarrollar mejores híbridos.
En relación a las productoras de agroquímicos, según el expresidente de Asagir, éstas se adaptan a los requerimientos de los semilleros para controlar mejor las malezas de los híbridos que se van desarrollando.
Ciencia y tecnología. Cuando hay rentabilidades positivas, se incentiva y motiva la reactivación tecnológica. Desde Asagir, “hemos hecho convenios con el Ministerio de Ciencia y Tecnología y con las universidades para seguir estando activos y generando nuevas investigaciones que nos ayudan a los productores y al resto de la cadena para aumentar la rentabilidad y la producción”, resaltó Arias. A modo de ejemplo, comentó el caso de las aves que dañan los girasoles y causan grandes pérdidas de superficies; “esto requiere una investigación de mediano y largo plazo”, indicó.
Comercialización. “Los requerimientos de entrada a la Unión Europea y al resto de los países van a ser mayores y van a requerir tolerancias muy mínimas o directamente tolerancia cero a residuos de fitosanitarios, insecticidas, herbicidas y otros”, aseguró Arias y recordó que por tener residuos de insecticidas en el aceite, se perdió en el mercado europeo y se redujeron los precios que reciben los productores. “Tenemos que ser muy cuidadosos de utilizar no solamente insecticidas y fitosanitarios autorizados sino también dosis y buenas prácticas en la utilización de los mismos”, subrayó.
Sector industrial. La ventaja competitiva que tienen Ucrania y Rusia, los principales productores de aceite de girasol, es que se encuentran mucho más cerca de los mercados compradores, tanto Europa como Asia. Para compensar la diferencia en flete, Arias recalcó que “tenemos que ser muy eficientes en la molienda y en los costos”, además de mostrar una transparencia en los precios.
Finalmente, preponderó que el agregado de valor no tiene que estar limitado a llevar los productos a las góndolas europeas, sino que “tiene que trasladarse a todos los eslabones, tiene que transformarse la producción primaria para ser cada vez más eficiente y para lograr mayores rindes unitarios por hectárea y así tener un ingreso mayor que pueda competir con otros cultivos y nos permita tener una rotación sostenible. Hoy creo que tenemos una gran oportunidad; esa demanda superior a la oferta que existe, le da a Argentina una posición única porque somos los más indicados o los que tenemos mayor capacidad para cubrirla en el futuro”.
“Tenemos que hacer todos los esfuerzos para cada vez hacer las cosas mejor y con el menor impacto ambiental posible”, concluyó.