En las laderas montañosas del Cáucaso sur, Armenia resurge como una de las cunas más fascinantes del vino mundial. Con una historia que se remonta a más de 6.000 años, este pequeño país del Cáucaso ha comenzado a recuperar y modernizar una de sus herencias culturales más profundas: la vitivinicultura.
Lejos de ser un simple productor emergente, Armenia está redescubriendo su rol ancestral en la historia del vino. En la localidad de Areni, se encuentra la bodega más antigua del mundo, con más de seis milenios de antigüedad, testimonio vivo de una tradición interrumpida pero no olvidada.
Durante gran parte de su historia reciente, la producción de vino armenio estuvo limitada a su consumo interno y marcada por estándares de calidad modestos. La era soviética trajo consigo una industrialización de la producción vitivinícola, pero enfocada más en el volumen que en la calidad. Irónicamente, en las últimas décadas, muchas bodegas se volcaron a la producción de brandy, motivadas por una mejor rentabilidad en el mercado internacional.
Sin embargo, este patrón está cambiando. Una nueva generación de viticultores está recuperando prácticas ancestrales y apostando por la calidad, el terroir y las variedades autóctonas. Así, Armenia comienza a ser reconocida por sus vinos distintivos, elaborados con cepas únicas y técnicas tradicionales como la fermentación en “karases”, grandes vasijas de barro que hoy vuelven a ser símbolo de autenticidad.
Armenia cuenta con múltiples regiones productoras, cada una con características climáticas y geográficas que permiten una notable diversidad en los vinos. Aunque existen más de 400 variedades de uva autóctonas, las más reconocidas para la vinificación son Areni, Voskehat y Kangun.
La región de Vayots Dzor, ubicada al sur del país, es considerada la capital del vino armenio. Es aquí donde prospera la variedad Areni, una uva tinta resistente y compleja, que da lugar a vinos elegantes con notas de frutos rojos, especias y una acidez equilibrada. En esta misma región se cultiva la uva blanca Voskehat, una cepa ancestral que produce vinos blancos de gran cuerpo, minerales y con un carácter distintivo.
Zorah Winery y Old Bridge Winery son dos de las bodegas emblema de esta zona. Zorah, en particular, se destaca por estar situada junto a la histórica cueva de Areni, donde se halló la bodega más antigua conocida. Old Bridge, en tanto, ha sido premiada por sus etiquetas de tintos expresivos y blancos aromáticos.
Por su parte, la provincia de Armavir, ubicada al oeste de Ereván, alberga la mayor producción en volumen. Allí, la bodega Karas Wines lidera la integración entre variedades locales e internacionales, con un enfoque sustentable y alta tecnología. El vino Areni de Karas es una excelente puerta de entrada para quienes quieren descubrir el perfil moderno del vino armenio.
El vino en Armenia no es solo una bebida: es una expresión cultural. Una muestra de ello es el Festival del Vino de Areni, que se celebra anualmente en la región de Vayots Dzor, junto al imponente Monasterio de Noravank. Este evento reúne a productores, chefs, turistas y expertos en una fiesta sensorial donde el vino es protagonista.
Para los interesados en explorar el mundo del vino armenio, la forma más accesible es desde la capital, Ereván, donde se organizan visitas guiadas a viñedos, bodegas y sitios arqueológicos vinculados al vino. Estas experiencias permiten comprender la profundidad del vínculo entre tierra, historia y sabor que define al vino armenio.
A pesar de su tamaño y los desafíos del mercado global, Armenia ha comenzado a posicionarse como un productor de vinos auténticos, con un relato histórico inigualable y cepas que no existen en ninguna otra parte del mundo.
La combinación entre conocimiento ancestral, innovación tecnológica y una apuesta por la identidad local coloca al vino armenio en el radar de sommeliers, importadores y amantes del vino a nivel global. Y, como suele ocurrir en los viñedos del viejo mundo, el secreto está bajo tierra… pero con la copa en alto.