En la Cuarta Temporada de “Comunicándonos en Agroempresario.com”, junto a Fernando Vilella, Director de Desarrollo Estratégico y Contenidos de Agroempresario.com, recibimos a Jorge Hilbert, Director Fundador de Energy & Environmental Consulting Service, referente argentino en bioenergía y sostenibilidad agroindustrial, con una trayectoria de más de 15 años en la medición de huella de carbono y el desarrollo de herramientas para posicionar a los biocombustibles y productos del agro argentino en los mercados más exigentes del mundo.
“Hoy los que se llaman productores agropecuarios son, en realidad, cosechadores de CO₂. Eso es lo que estamos haciendo, sin saberlo del todo, desde hace tiempo”, explicó Hilbert, al introducir los avances en integración energética, plataformas de medición ambiental y certificaciones internacionales que se están implementando en el país.
Desde las primeras mediciones locales hasta la validación en Europa y Estados Unidos, su recorrido evidencia una construcción técnico-institucional que permite a la Argentina mostrar con datos lo que ya hacía bien: producir con baja huella de carbono y generar valor agregado sustentable.
La experiencia arrancó con biodiesel y bioetanol, pero rápidamente se amplió al biogás y a toda la cadena agroindustrial. El foco está puesto en medir emisiones con rigor científico y adaptarse a las normas internacionales, que son cada vez más exigentes.
“Logramos que los valores de emisiones del etanol argentino se aceptaran en Europa. Antes teníamos una penalización enorme, porque se aplicaban datos por defecto que no representaban nuestra realidad. Viajamos varias veces a Bruselas, y con respaldo técnico del INTA logramos que reconozcan nuestros datos como válidos”, explicó Hilbert.
La misma estrategia se replicó con el sistema CARB (California Air Resources Board), que regula la intensidad de carbono de los combustibles en ese estado de Estados Unidos.
“La diferencia entre tener buenos datos y no tenerlos puede ser la diferencia entre vender o no vender”, remarcó.
Uno de los avances más importantes fue la integración energética en las plantas de bioetanol. “Hicimos que se integren con biogás, y eso permitió generar su propia energía térmica y eléctrica a partir de sus residuos. Esa combinación bajó drásticamente la huella de carbono. Ya no solo hablamos de neutralidad, sino en muchos casos de carbono negativo”, detalló el Referente Hilbert.
Además, se sumó la captura del CO₂ generado en la fermentación del etanol. Ese dióxido de carbono de alta pureza puede usarse en bebidas, industria alimenticia o incluso como insumo en la producción de combustibles sintéticos combinados con hidrógeno o en la construcción tradicional.
“Esa visión de economía circular y captura de carbono ya está funcionando en San Luis, en Córdoba, y en muchos lugares. En algunos casos a escala industrial, en otros con productores individuales”.
Hilbert explicó que muchas de las prácticas que hoy se agrupan bajo el concepto de “agricultura regenerativa” ya se venían haciendo en la Argentina desde hace décadas.
“La siembra directa, la rotación, los cultivos de cobertura… todo eso genera beneficios ambientales. La diferencia es que antes no lo medíamos. Hoy, con las nuevas herramientas, sí podemos hacerlo”.
Uno de los desarrollos más relevantes fue una plataforma que permite cuantificar prácticas sostenibles por establecimiento, producto o empresa. La herramienta, impulsada por el INTA y la Secretaría de Agricultura, ya permitió la validación del primer proyecto de captura de carbono en la región oeste de Buenos Aires.
“Se midieron prácticas que evitan emisiones o que capturan carbono en el suelo. Y se verificaron bajo estándares internacionales. Eso es clave para generar créditos de carbono y posicionar nuestros productos en mercados diferenciados”.
El avance hacia los mercados voluntarios e internacionales exige trazabilidad y verificación. Por eso, el equipo trabaja con ANAB (el organismo auditor del Departamento de Agricultura de EE.UU.) y otras agencias que permiten acreditar que las emisiones fueron medidas con rigor.
“Nos auditan todos los años. Esto es una inversión a largo plazo, no se hace para ganar plata mañana. Pero si no sembramos hoy, no vamos a cosechar en cinco años”, advirtió el Referente Hilbert.
Además, se están capacitando técnicos argentinos para que puedan realizar auditorías locales bajo estándares internacionales. “La idea es generar capacidades propias y no depender siempre de consultoras extranjeras”.
Hilbert destacó la enorme oportunidad que representa el desarrollo de SAF (Sustainable Aviation Fuel), es decir, biocombustibles para aviación.
“La aviación va a demandar más biocombustibles de los que se producen hoy en el mundo. Ya estamos en conversaciones con empresas y organismos para adaptar nuestras capacidades. Pero también va a haber mucha presión regulatoria, y tenemos que estar preparados con datos y certificaciones”.
Señaló además que este tipo de mercados puede generar presión proteccionista disfrazada de exigencias ambientales. “Por eso necesitamos información sólida y presencia técnica. No alcanza con tener razón: hay que demostrarlo con datos”.
Argentina tiene ventajas estructurales que pueden ser decisivas en este nuevo contexto:
Además, se cuenta con plataformas digitales, información georreferenciada y un sistema nacional de evaluación de prácticas sostenibles que ya fue reconocido por agencias internacionales.
“Todo eso hace que podamos competir con fundamentos. No por lobby ni subsidios, sino por calidad ambiental demostrada”, afirmó Hilbert.
Finalmente, puso como ejemplo el sistema californiano CARB, que califica los combustibles por su huella de carbono e impone un esquema de incentivos: quien emite menos, cobra más; quien emite más, debe compensar.
“No compiten por cupos. Compiten por eficiencia ambiental. Ese sistema premia la mejora continua. Y creo que es lo que necesitamos para ordenar nuestros propios mercados internos”.
También mencionó el modelo brasileño RenovaBio, que promueve la descarbonización con un esquema similar. “No hay magia. Hay política pública inteligente, que se basa en datos y genera incentivos alineados con el bien común”.