Por Agroempresario.com
En las últimas dos décadas, Panamá pasó de ser un país cafetalero poco reconocido a convertirse en una potencia global del café de especialidad. Gracias a su topografía privilegiada, su clima diverso y productores visionarios, el café panameño ha conquistado los paladares más exigentes del mundo. Hoy, variedades como la Geisha son sinónimo de lujo, calidad y exclusividad, alcanzando precios récord en subastas internacionales.
Aunque el café se cultiva en Panamá desde principios del siglo XX, fue recién en los últimos 20 años cuando el país comenzó a destacarse por la calidad de sus granos. A diferencia de otros países cafetaleros tradicionales, la apuesta panameña por la excelencia en lugar del volumen marcó la diferencia. En lugar de competir por cantidad, Panamá optó por destacarse con una calidad superior que ha enamorado a tostadores, baristas y consumidores internacionales.
Ubicado en el cinturón del café, Panamá posee condiciones agroclimáticas ideales. Más del 80% del café cultivado es Arábica, cultivado principalmente en las tierras altas de Chiriquí. Esta provincia occidental alberga zonas como Boquete, Tierras Altas y Renacimiento, donde la altitud (hasta 2.800 m.s.n.m.), el clima templado y los suelos volcánicos propician un grano complejo y aromático.
El Volcán Barú, el punto más alto del país, y los más de 100 microclimas registrados, dan origen a perfiles de taza únicos y muy diferenciados. Mientras tanto, el café Robusta se cultiva en zonas más bajas como Coclé, Colón y Darién, y se destina al mercado interno.
Si hay una variedad que transformó la historia del café panameño, esa es la Geisha. Originaria de Etiopía, llegó al país en la década de 1960 gracias a Francisco Serracín (padre), también conocido como "Don Pachi", quien la introdujo desde Costa Rica a través del CATIE. Su visión fue clave para cambiar el paradigma cafetalero panameño: "Mi padre veía el café como un producto exclusivo, lujoso y con mercados diferenciados", explica su hijo, también llamado Francisco Serracín.
El perfil de taza de un Geisha es excepcional: dulzura elevada, acidez brillante, cuerpo sedoso y una compleja gama aromática que incluye notas florales, frutales y té verde. No es de extrañar que los mejores lotes hayan alcanzado precios nunca antes vistos.
La creación de la Specialty Coffee Association of Panama (SCAP) en 1997 marcó un antes y un después. Productores decididos a apostar por la calidad fundaron esta organización con el objetivo de revalorizar el café panameño en los mercados internacionales.
Un año después, en 1998, nació la competencia "Best of Panama" (BOP), que se transformó en un referente mundial. En 2001, BOP celebró su primera subasta internacional en línea. Lo que comenzó con lotes que se vendían a 2 dólares por libra se convirtió en un fenómeno: los precios fueron escalando a medida que el mundo descubrió la excelencia panameña.
La historia cambió definitivamente en 2004, cuando Hacienda La Esmeralda, de la familia Peterson, presentó un lote de Geisha en BOP. Se vendió a USD 21 por libra, batiendo todos los récords. Desde ese momento, Geisha se posicionó como una variedad "de culto". En 2007, la misma finca logró vender otro lote a USD 130 por libra. Y en 2019, Lamastus Family Estates alcanzó el techo con una venta de USD 1.029 por libra.
"Fue el día en que el mercado comenzó a diferenciar las variedades", cuenta Wilford Lamastus Jr., cuarta generación cafetalera. Su finca ha sido protagonista de varios hitos: en 2018 batió el récord con USD 803 por libra y en 2019 superó los cuatro dígitos.
El último récord lo rompió Finca Sophia en 2020, cuando vendió un Geisha lavado a USD 1.300,50 por libra, en plena pandemia y con subasta virtual.
Antes de 2000, el café especial era casi desconocido entre los consumidores panameños. Pero eso cambió con la llegada de nuevas generaciones y el crecimiento de las tiendas especializadas. Uno de los pioneros fue Alberto Bermúdez, fundador de Café Unido en la Ciudad de Panamá.
"Abrimos en 2014 con la misión de acercar al consumidor con el productor", explica Alberto. Para él, el cambio generacional fue clave: "Las nuevas generaciones están abiertas a experimentar. El café especial es radicalmente distinto: tiene notas florales, frutales, no los sabores oscuros tradicionales".
También destaca que preparar café en casa ha ganado popularidad, lo cual fortalece la cultura cafetera. "Cuando haces tu propio café, lo valorás más", afirma.
Panamá no solo produce café de elite, sino que también ha desarrollado un ecosistema alrededor de él. Las catas abiertas, las capacitaciones y eventos como "La Cosecha" permiten que más personas aprendan sobre las variedades, los procesos y las formas de preparación.
La SCAP impulsa estas iniciativas, conscientes de que la educación es clave para sostener el crecimiento del sector. A nivel local, hay un interés creciente por aprender sobre tueste, preparación y análisis sensorial.
Panamá ya es un sinónimo de café de alta gama. Pero con la atención internacional vienen nuevos desafíos. La necesidad de innovar en procesos, adoptar tecnología, garantizar la sustentabilidad ambiental y social, y seguir elevando la calidad sin perder identidad será clave.
La industria panameña ya demostró que es capaz de reinventarse. Desde Don Pachi hasta los últimos campeones de subastas, todos han aportado a una historia que hoy posiciona al país como uno de los grandes protagonistas del café especial.
Panamá no solo produce café: produce experiencias. Y cada taza cuenta una historia de visión, pasión y excelencia.