Por Agroempresario.com
En el marco del Día Internacional de la Diversidad Biológica, una fecha instaurada por las Naciones Unidas para promover la concientización ambiental, un nuevo estudio internacional publicado en la prestigiosa revista Nature puso en evidencia un aspecto poco conocido pero crucial de la crisis de biodiversidad: la pérdida de la llamada "diversidad oscura". Esta investigación, que involucró a más de 200 científicos de todo el mundo, incluyó a la Argentina entre sus casos de estudio y alertó sobre el impacto profundo y muchas veces invisible que tienen las actividades humanas sobre los ecosistemas vegetales.
La biología de la conservación viene alertando hace décadas sobre los efectos de la deforestación, la urbanización, el sobrepastoreo y los incendios forestales. Sin embargo, el nuevo hallazgo, basado en la evaluación de 5.500 sitios en 119 regiones del planeta, ofrece una mirada complementaria y más aguda: no sólo se pierden especies que ya no se ven, sino también muchas otras que podrían estar pero no logran recolonizar sus hábitats por culpa de la alteración ambiental. Es lo que los autores denominaron como "diversidad oscura".
Melisa Giorgis, investigadora del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV) que depende del Conicet y la Universidad Nacional de Córdoba, participó del estudio y explicó en diálogo con Infobae que esta "diversidad invisible" alude a aquellas especies que podrían vivir en un lugar determinado -porque las condiciones ecológicas son aptas- pero que están ausentes por efectos humanos.
"Esta ausencia refleja pérdidas funcionales que no siempre se detectan con los indicadores tradicionales. La diversidad oscura permite evaluar el daño real y planificar mejor las acciones de restauración", señaló la científica.
En el caso argentino, se analizaron dos ecosistemas: uno en el Chaco Serrano de Córdoba y otro en la provincia de Santa Cruz. En ambos se constató una brecha significativa entre la diversidad potencial y la efectivamente presente. Es decir, muchas especies vegetales que deberían estar, ya no se encuentran.
El estudio utilizó como herramienta de análisis el índice de "huella humana", que incluye variables como densidad poblacional, uso de suelos agrícolas, infraestructura y contaminación. Al aplicarlo en radios de hasta 400 kilómetros, la correlación fue directa: a mayor huella humana, menor es la completitud ecológica.
Esto explica por qué, por ejemplo, el caldén -un árbol nativo del centro argentino- ha desaparecido de muchas zonas pese a que las condiciones ambientales podrían permitir su existencia. La explotación intensiva, los incendios, la introducción de especies invasoras y la expansión de la frontera agropecuaria han borrado su presencia, aunque la especie persista en otras regiones.
La red internacional de investigadores DarkDivNet, que llevó adelante este monumental trabajo, estuvo coordinada por Meelis Pärtel, científico de la Universidad de Tartu (Estonia), quien señaló que el concepto de diversidad oscura fue propuesto hace algunos años, pero que nunca se había medido a escala global.
"Lo que logramos es un modelo que permite identificar sitios que han perdido especies vegetales, incluso si no se observa una caída en el número total de especies presentes. Esto permite revelar aspectos ocultos de las actividades humanas", afirmó Pärtel.
El estudio, iniciado en 2018 y desarrollado durante cinco años, enfrentó además los desafíos logísticos que impuso la pandemia de COVID-19. Sin embargo, los datos recopilados son una advertencia contundente sobre los efectos del deterioro ambiental, incluso dentro de las áreas protegidas.
Lucas Enrico, otro de los investigadores argentinos involucrados, remarcó que los resultados obtenidos deberían utilizarse como insumo clave para diseñar políticas de conservación y restauración de ecosistemas.
"El concepto de diversidad oscura no es sólo una herramienta para medir la pérdida ecológica, sino también una guía para planificar acciones de recuperación. Donde hay diversidad oscura, hay posibilidad de restaurar", afirmó.
Esto implica recolectar fragmentos de vegetación, reducir la contaminación, restaurar suelos degradados y minimizar la fragmentación de hábitats. De lo contrario, las estrategias de conservación pueden fracasar en su intento de preservar la biodiversidad real del planeta.
En diciembre de 2022, más de 190 países firmaron el Marco Mundial Kunming-Montreal para la Biodiversidad, que establece 23 metas a 2030 y cuatro grandes objetivos para 2050, entre ellos proteger el 30% del planeta.
Pero los investigadores de este estudio advierten que esa meta puede resultar insuficiente si no se incorporan criterios como la diversidad oscura en el diagnóstico y monitoreo.
"Conservar un territorio sin tener en cuenta las especies ausentes es como proteger una biblioteca sin libros", graficó Pablo Peri, científico del Centro de Investigación y Transferencia de Santa Cruz.
En un país con fuerte vocación agroexportadora como Argentina, las conclusiones del estudio plantean un dilema: ¿Cómo compatibilizar el desarrollo agroindustrial con la preservación de los ecosistemas nativos?
Desde el sector agropecuario, iniciativas de agricultura regenerativa, ganadería de bajo impacto y sistemas agroforestales podrían formar parte de la respuesta. La clave estaría en integrar la conservación de la biodiversidad a las prácticas productivas, y no considerarla un obstáculo externo.
En esta línea, programas de certificación ambiental, incentivos fiscales y marcos normativos más integrales podrían contribuir a una transición hacia una agroindustria verdaderamente sostenible.
El hallazgo de la diversidad oscura redefine nuestra forma de entender la biodiversidad. Ya no basta con contar especies visibles: es necesario mirar lo que falta, lo que se ha perdido en silencio.
Como toda gran investigación científica, el estudio global publicado en Nature no sólo aporta datos, sino que abre nuevas preguntas. ¿Cuántas especies podrían regresar si se restauraran sus hábitats? ¿Cómo hacer para que las políticas públicas reflejan esta complejidad ecológica?
Quizá en esa "oscuridad" revelada por la ciencia están las claves para proteger el futuro de la vida en la Tierra. Y también para repensar la relación entre producción, naturaleza y sostenibilidad. Porque sin biodiversidad, no hay agro que prospere ni planeta que resista.