Por Agroempresario.com
Estocolmo, la cautivadora capital de Suecia, se erige majestuosamente sobre 14 islas interconectadas por 53 puentes, lo que le ha valido los apodos de "la bella sobre el agua" y "la Venecia del Norte". Para el viajero que la visita por primera vez, esta metrópolis escandinava despliega un abanico de experiencias que van desde palacios barrocos y museos de clase mundial hasta calles medievales de cuento y, por supuesto, la esencia del diseño escandinavo.
El alma de Estocolmo reside en Gamla Stan, su casco antiguo. Aquí, las calles adoquinadas serpentean entre iglesias renacentistas, palacios barrocos y plazas medievales, transportando al visitante a otra época. Edificios de colores que parecen sacados de un cuento y estrechas callejuelas que esconden desde jugueterías polvorientas hasta cafés íntimos iluminados con velas.
En Gamla Stan, se encuentran los hitos de cualquier recorrido: el majestuoso Palacio Real (Kungliga Slottet), la imponente Catedral (Storkyrkan) y la elegante Casa de la Nobleza (Riddarhuset). La bonita plaza mayor, Stortorget, siempre bulliciosa de turistas, es el epicentro de la actividad. Las calles Västerlånggatan y Stora Nygatan son el centro neurálgico, repletas de galerías, restaurantes y tiendas de souvenirs.
Pero Gamla Stan es más que sus arterias principales. A través de callejones más sinuosos y tranquilos, se refugia una Estocolmo que parece inalterada desde la época medieval. Y a su lado, la isla de Riddarholmen, aunque menos visitada, cautiva con sus calles adoquinadas y casitas de cuento de hadas en delicados tonos pastel, así como su histórica catedral.
Además de callejear, Gamla Stan alberga museos fascinantes. El Nobel Prize Museum narra la historia del Premio Nobel y sus laureados, mientras que el curioso Medeltidsmuseet, escondido bajo el puente que une Gamla Stan con Norrmalm, el barrio moderno, ofrece fieles reconstrucciones de hogares, mercados y talleres de la época medieval. En esta zona también se puede visitar el Parlamento sueco.
Una visita obligada en Gamla Stan es el imponente Palacio Real de Estocolmo, el Kungliga Slottet. Levantado sobre las ruinas del castillo de Tre Kronor, consumido por un incendio en 1697, este palacio fue diseñado en 1690 por el arquitecto de la corte Nicodemus Tessin el Joven. Con sus 608 habitaciones, fue la residencia oficial de la familia real sueca desde 1754 hasta 1981, cuando se trasladaron al palacio de Drottningholm en Lovön.
Lo más impresionante para los visitantes es presenciar el cambio de guardia, que se efectúa todos los días a media mañana. Una vez dentro, el museo Tre Kronor exhibe los cimientos de las murallas defensivas del siglo XIII y piezas rescatadas del antiguo castillo. Se pueden visitar los aposentos reales de Gustavo III, la galería de Carlos XI inspirada en Versalles, y admirar el trono de plata de la reina Cristina de Suecia en el Salón de Estado.
El Kungliga Slottet también cuenta con otras zonas museísticas, como el Tesoro Real o el Museo de Antigüedades de Gustavo III, conocido como el Antike Museum, que expone esculturas coleccionadas por el monarca en sus viajes por Italia.
Skansen no es un museo cualquiera; se enorgullece de ser el primer museo al aire libre del mundo. Ubicado en una extensa zona de parque en una colina, este espacio muestra la historia de la vida sueca a través de diversos edificios, cabañas y casas tradicionales. Incluye el Nordic Zoo, hogar de 75 especies escandinavas, entre las que destacan alces, renos, glotones y linces, además de un zoo infantil donde los más pequeños pueden interactuar con animales más pequeños.
Los edificios en Skansen representan diversos oficios e industrias del país, y todo está meticulosamente organizado para recrear otra época. Los empleados, vestidos con trajes históricos, elaboran artesanías, tocan instrumentos o baten mantequilla mientras responden a las preguntas de los visitantes, creando una experiencia encantadora y educativa.
Entre los oficios más llamativos recreados en el museo destacan el taller de soplado de vidrio, una panadería, un banco, una oficina de correos, un taller de máquinas y un jardín botánico. La mansión de Hazelius y una farmacia procedente del castillo de Drottningholm son otros puntos de interés. También hay un campamento lapón, granjas de diversas regiones, una casa de campo y una escuela, ofreciendo una visión completa de la vida sueca a lo largo del tiempo.
El Vasamuseet fue construido expresamente para albergar el imponente barco de guerra Vasa. Este navío, en su viaje inaugural el 10 de agosto de 1628, se hundió en las aguas de la bahía Saltsjön debido a un error de cálculo en el peso de su parte superior. Reflotado en 1961 y reconstruido como un rompecabezas de 14.000 piezas, casi todo lo que se ve hoy en el museo es original.
Las cinco plantas del museo no sólo detallan la minuciosa recuperación y restauración de la nave, sino que también están dedicadas a los objetos rescatados del Vasa, la vida a bordo, las guerras navales y la navegación en el siglo XVII. Las exposiciones temporales y de escultura complementan la experiencia. La planta baja es particularmente fascinante, ya que la ciencia forense moderna ha permitido recrear los rostros y las historias de vida de varios de los náufragos.
Dentro del museo, se encuentra un restaurante para tomar algo. Sin embargo, una excelente opción para comer cerca es el restaurante Wärdshuset Ulla Winbladh, un chalé que fue originalmente una panadería para la Exposición Mundial de Estocolmo en 1897, y que ahora sirve comida selecta en un ambiente acogedor con una maravillosa terraza-jardín.
La residencia real de Drottningholm y sus jardines en Lovön son fácilmente accesibles desde Estocolmo. El palacio principal, de inspiración renacentista, comenzó a construirse en 1662, aproximadamente al mismo tiempo que Versalles. La diferencia principal es que aquí la familia real sueca sigue residiendo durante parte del año.
Entre las joyas del palacio destaca la alcoba de Eduvigis Leonor de Holstein-Gottorp, consorte del rey Carlos X Gustavo, considerada el interior barroco más valioso de Suecia. También llaman la atención la galería barroca de este monarca, que representa sus hazañas militares, y la biblioteca, una sala luminosa que conserva gran parte de la decoración original del siglo XVIII.
La lujosa escalera del palacio, adornada con estatuas y trampantojos, ofrece vistas impresionantes a los jardines. Estos, llenos de fuentes y laberintos con un inteligente diseño geométrico, invitan a un paseo o a disfrutar de un picnic. El Cafe Drottningholm, muy bonito y ubicado junto al Kina Slott, un pequeño pabellón chino, es una excelente opción para comer.
Los habitantes de Estocolmo se deshacen en halagos al hablar del archipiélago que se extiende desde las costas de la capital sueca hasta 60 kilómetros en el mar Báltico hacia el este. Este conjunto, compuesto por 24.000 islas rocosas con bosques y flores silvestres, salpicadas de casitas de madera, ofrece dos maneras principales de ser explorado.
La primera, para quienes disponen de poco tiempo, es una excursión organizada en barco, que puede durar desde unas horas hasta un día entero, permitiendo visitar varias islas y realizar breves escalas. La segunda opción, más pausada y prolongada, es planificar una excursión por cuenta propia, combinando trayectos en barco o ferri con pernoctaciones en los albergues y hoteles de las islas.
A pesar del elevado número de islas, las de visita obligada son Vaxholm, Utö, Arholma y Finnhamn, todas ellas mucho más cerca de la capital de lo que se podría imaginar.
Vaxholm, a 35 kilómetros al noreste de Estocolmo, es la puerta de entrada al archipiélago. Accesible por tierra o por ferri, la isla es un aperitivo de esta extraordinaria zona. Sus callejuelas y casitas de cuento de hadas, él Hembygdsgård (un museo que conserva casas antiguas), buenos restaurantes como el emblemático Waxholms Hotell, o el Boulangerie Cafe para comprar pastas, hacen de Vaxholm un lugar encantador.
Utö, al sur, lo tiene todo: playas de arena, bosques, granjas, una red de senderos llanos perfectos para ir en bicicleta, abundancia de aves, una buena panadería ecológica y un excelente restaurante, el Nya Dannekrogen. La mejor playa es Stora Sand, en la costa sur, y Gruvbryggan es la parada principal del ferri.
Arholma es tranquila e idílica, con un emblemático faro que ahora es una galería de arte con vistas espectaculares. Toda la isla es una reserva natural, con senderos para recorrer a pie o en bicicleta, rutas de kayak, playas de arena y una tirolina en medio del bosque.
Finnhamn, en realidad un pequeño archipiélago, ofrece bosques, prados, calas resguardadas, acantilados rocosos y búhos reales. Aunque muy concurrida en verano, tiene suficientes rincones tranquilos para todos. Cubierta de senderos con vistas increíbles, presume de un buen restaurante, el Finnhamns Café & Krog, famoso por sus especialidades marineras y regionales.
Entre 1906 y 1931, Millesgården fue la residencia y estudio del célebre escultor Carl Milles. Su personalidad, evidente en sus delicados duendes de agua y caprichosas esculturas que se encuentran por toda la ciudad, también impregna su casa-museo, un lugar inspirador para los amantes del arte y el diseño.
La finca-museo incluye una moderna galería de estilo neoclásico que acoge exposiciones temporales de arte contemporáneo. Sin embargo, lo más llamativo es el parque escultórico: Milles transformó la abrupta ladera de la finca en un jardín de esculturas, donde piezas griegas, romanas, medievales y renacentistas se alternan con sus propias creaciones. Dentro de este parque, destaca Little Austria, un espacio ajardinado que Milles diseñó para paliar la nostalgia de su esposa. Gran parte de los jardines evocan la costa mediterránea.
A través del jardín, caminos de mármol blanco y negro, pinos y abedules, rematados por columnas de estilo italiano, llevan hasta el estudio del artista, que puede visitarse junto con la casa. La decoración de la casa incluye toques pompeyanos añadidos tras la visita del escultor y su esposa a Pompeya en 1921. Para finalizar la visita, se puede disfrutar de un té o un almuerzo en el café y restaurante Millesgården Lanthandel, situado en la terraza en medio del parque de esculturas.
Hablar de Suecia es, inevitablemente, hablar de vikingos. Y el mejor lugar para conocerlos es el Historiska Museet, el museo de historia de Estocolmo, que abarca 10.000 años de cultura e historia suecas. Aquí se encuentran desde patines de la Edad del Hierro hasta un barco vikingo, pasando por telas medievales y trípticos renacentistas.
El museo incluye un monográfico dedicado a la batalla de Visby (librada en 1361 en la isla de Gotland entre las fuerzas danesas y los campesinos gotlandeses), una exposición multimedia sobre los vikingos, una colección de tejidos y una sección de cultura prehistórica.
La impresionante exposición sobre la era vikinga se esfuerza por corregir conceptos erróneos sobre este pueblo, centrándose en su labor como comerciantes y en su vida cotidiana, mayormente campesina. Es decir, no todo era barcos y pillaje. Este museo también es un buen sitio para conocer las piedras rúnicas que todavía se hallan por todo el país. Una de las estrellas de la visita es la Sala de Oro, una cámara subterránea tenuemente iluminada donde relucen tesoros y trofeos vikingos, destacando tres collares de oro del siglo V descubiertos en Västergötland en el siglo XIX.
El inconformista Moderna Museet de Estocolmo presenta una fabulosa colección permanente de pintura, escultura, fotografía, videoarte e instalaciones, con obras de artistas famosos, sus contemporáneos escandinavos y nombres aún desconocidos.
Las galerías de la planta principal se distribuyen por épocas. Aquí pueden verse maestros modernistas como Edvard Munch, Ernst Ludwig Kirchner, Giorgio de Chirico y varias piezas de Marcel Duchamp. En las siguientes salas, se encuentran nombres más conocidos: Francis Bacon, Salvador Dalí, Robert Rauschenberg, Georges Braque o Pablo Picasso. A esto se añade un enorme y exuberante recortable de Henri Matisse que cubre toda una pared. La zona más alejada suele albergar las novedades de la colección permanente, por lo que es la que cambia con más frecuencia, con cuadros de Barbara Kruger, instalaciones de Donald Judd y obras rompedoras de artistas aún desconocidos o de reconocidos creadores escandinavos. En los jardines que rodean el museo esperan esculturas de diversos artistas, entre ellas alguna de Picasso.
Södermalm, una isla con un aire bohemio y un brillo particular, es donde se encuentran las mejores tiendas de segunda mano, galerías de arte, bares y cafeterías. Las montañas del norte proporcionan unas espectaculares vistas de Gamla Stan y del resto del centro de Estocolmo. Además, un par de museos completan la lista de imprescindibles de un barrio con una vida nocturna de lo más animada.
Södermalm es ideal para ir de bares, desde acogedores tugurios hasta espléndidos locales de diseño. El factor común, incluso en los más de moda, es la sencillez. En la gran plaza central, la Medborgarplatsen, todos los bares tienen terraza. Hacia el noroeste, en la preciosa plaza Mariatorget, se puede tomar una copa fuera o en el balcón del Hotel Rival, propiedad de ABBA. Otra propuesta es la de Marie Laveau, situada en una antigua fábrica de embutidos de Hornsgatan, una animada zona de ocio que atrae a un público chic-bohemio. El bar, entre grunge y de diseño con suelo ajedrezado y columnas con azulejos que recuerdan al metro, sirve cócteles muy buenos. Además, el sótano se convierte en discoteca los fines de semana y también es famoso por su noche mensual "Bangers & Mash", dedicada al pop británico.
Para entrar en el Snotty, un garito tranquilo y acogedor, uno de los lugares más agradables para tomar una copa en Estocolmo, hay que dar la vuelta e ir hacia el SoFo —acrónimo de South of Folkungagatan—, la zona más moderna de Estocolmo. Este lugar tiene un aire retro, con una barra de madera y carátulas de discos en las paredes. Y entre tanta marcha, los estocolmenses suelen hacer un alto en la noche para tomarse un kebab en alguno de los carritos ambulantes de la zona de Medborgarplatsen; es ideal para bajar las copas.
El museo Fotografiska, imprescindible para los amantes de la fotografía, goza de una de las mejores ubicaciones de la ciudad. Sus exposiciones temporales, cuatro al año, se organizan en forma de retrospectivas de grandes artistas. Algunos ejemplos de las últimas muestras incluyen trabajos de Annie Leibovitz, Irving Penn, Sebastião Salgado o Robert Mapplethorpe. El museo también ofrece cursos de fotografía, organiza conciertos y acontecimientos especiales.
El edificio en sí mismo es otro de sus atractivos: un antiguo y enorme edificio de aduanas de construcción industrial modernista de ladrillo, construido por el célebre arquitecto sueco Ferdinand Boberg en 1906, y transformado en museo en 2010. Merece la pena echar una ojeada a la tienda de regalos, muy bien surtida. La colección de cámaras en miniatura es muy curiosa y también se venden cientos de fotos, libros de fotografía, postales y carteles.
El céntrico barrio de Kungsholmen, que hasta hace poco era una joya poco valorada entre los visitantes frente al Gamla Stan, es cada vez más atractivo con fantásticos sitios para comer, parques y un larguísimo paseo con árboles junto al agua. Pero, sobre todo, es donde se encuentra uno de los edificios más importantes de Estocolmo, el Stadshuset, el Ayuntamiento. Domina la ciudad con su porte pesado y severo por fuera, pero brillante por dentro. Construido con ocho millones de ladrillos e inaugurado en 1923, fue diseñado por el arquitecto Ragnar Östberg, defensor del estilo romántico nacional sueco. Además de ser un llamativo punto de referencia en la ciudad, alberga las oficinas de más de 200 empleados municipales.
Lo que más llama la atención es su torre, rematada por una aguja dorada con las tres coronas reales, símbolo heráldico del poder sueco. Y dentro, en el centro del edificio, se halla el deslumbrante Gyllene Salen (Salón Dorado), revestido de bellos mosaicos creados con 19 millones de trozos de pan de oro. Aquí es donde tiene lugar el banquete posterior a la entrega de los Premios Nobel. Y en la bodega del Stadshuset, llamada Stadshuskällaren, se puede cenar (para grupos sirven el menú Nobel del año que se prefiera).
También se puede disfrutar del parque del Stadshuset, precioso en cualquier época, con sus vistas de Riddarholmen, una pequeña isla del centro de Estocolmo. Si hace buen tiempo y la temperatura acompaña, uno puede bañarse en el mar o tomar el sol.
Aunque la cocina escandinava es cada vez más valorada, para los mediterráneos todavía resulta exótica. Estocolmo, con media docena de restaurantes con estrella Michelin, es una ciudad de obsesiones gastronómicas: no dejan de abrirse nuevos sitios que sirven desde alimentos vegetarianos hasta fast food de moda.
En el mundo de la comida callejera sueca dominan los perritos calientes. La versión básica es el grillad korv med bröd, aunque también se puede pedir hervido (kokt). Aunque el plato estrella del país es el famoso smörgåsbord —un bufé elaborado con diferentes ingredientes típicos de la cocina sueca—.
Si preferimos los restaurantes más formales, entre los clásicos suecos está el Magnus Ladulås, una casa de comidas del siglo XVI con paredes abovedadas y aire medieval, en Gamla Stan. Cerca del palacio real está el Fem Små Hus, con una combinación perfecta de entorno antiguo y cocina tradicional. Y también se puede optar por una antigua cervecería sueca como Pelikan, que cuenta con una buena carta de clásicos suecos. Para los que no hayan probado nunca el reno o el arenque, esta es la mejor oportunidad. Y para merendar café y té con pasteles podremos hacerlo en una casa de muñecas a tamaño real en Sturekatten, una curiosa cafetería de Östermalm.
Ikea nos ha familiarizado con el diseño escandinavo, y en Estocolmo vamos a conocer el origen de todo. La ciudad está llena de buenos diseños que unen la forma y la función de manera sublime y al alcance de todos. Además, es posible llevarse pruebas de ello a casa, inspirarse en su uso o solo admirar el estilo escandinavo en su entorno natural. No hace falta pasar mucho tiempo observando escaparates para darse cuenta de que la capital sueca es un museo viviente de diseño contemporáneo. No hay objetos sin estilo ni nada es ordinario. Desde los cartones de leche de Tom Hedqvist hasta las lámparas tutú de Jonas Bohlin o los bonitos ganchos de cocina de Ikea, los objetos cotidianos son lecciones de elegancia e innovación.
Svenskt Tenn, la escuela de diseño dirigida por Josef Frank, aún ejerce su dominio en la ciudad, y Nordiska Galleriet, que es un templo del diseño, es una tienda que es a la vez sala de exposición y un paraíso para los locos del diseño con una interesante colección de objetos. En Iris Hantverk se encuentran artículos domésticos de diseño inteligente y bonitos, y en el National Museum, la galería nacional de arte, está la mayor colección de objetos de diseño suecos.
En Estocolmo hay muchas más direcciones y al alcance de todos los bolsillos, como Filippa K, una de las primeras diseñadoras revolucionarias de Suecia, con tiendas por toda la ciudad. O las tiendas de DesignTorget, una cadena de diseño de vanguardia a precios accesibles que ofrece objetos domésticos y que, además, cuenta con varias tiendas céntricas. Y, sin buscar demasiado, en los grandes almacenes NK también tienen una fantástica selección de productos de diseño típicos suecos, desde bandejas hasta trapos de cocina o candeleros.
Para algo más parecido a una clase de historia, habrá que acercarse al Nordiska Museet, que muestra objetos de diseño a lo largo de la historia. También se puede hacer un peregrinaje por algunos de los hoteles y restaurantes más elegantes para disfrutar del diseño escandinavo. Por ejemplo, en el Café Opera, un bar-club con lámparas brillantes, frescos en los techos y ambiente de jet set, donde incluso el smörgåsbord es de diseño. O acudir al Birger Jarl Hotel, uno de los mejores hoteles boutique de diseño de Estocolmo.