Por Agroempresario.com
En el extremo sur de Argentina, donde el frío moldea los sabores y la luz tiene una intensidad singular, nace una fruta que ha conquistado mercados y paladares: la cereza del valle de Los Antiguos, en Santa Cruz. Gracias a un trabajo articulado de más de diez años entre productores locales, instituciones provinciales y nacionales, y el INTA Los Antiguos, este fruto obtuvo la tan esperada denominación de origen, un sello de calidad que destaca su singularidad y protege su identidad.
Este reconocimiento no solo representa una victoria para los agricultores de la región, sino también una oportunidad para posicionar esta fruta premium en el mercado nacional e internacional, fortaleciendo el desarrollo económico regional y avalando un producto que eel resultado perfecto de la naturaleza patagónica y el saber hacer humano.
La denominación de origen (DO) es una herramienta legal que certifica que un producto posee cualidades únicas derivadas de su entorno geográfico, condiciones climáticas y métodos de producción. En el caso de la cereza de Los Antiguos, su dulzura excepcional, firmeza al tacto, color rojo profundo y acidez equilibrada la convierten en un alimento premium de características inimitables.
“Haber logrado la denominación de origen es importante porque refuerza el valor del producto y permite a los productores obtener un reintegro en las exportaciones”, explicó Liliana San Martino, investigadora del INTA Los Antiguos.
La obtención de este sello fue posible gracias al trabajo mancomunado entre productores, técnicos del INTA, la Cooperativa El Oasis, la Cámara de Cerezas de Mendoza y autoridades locales y nacionales. Comenzó como un desafío: cultivar cerezas en una de las regiones más australes y climáticamente exigentes del mundo.
Ubicado junto al imponente Lago Buenos Aires, el valle de Los Antiguos cuenta con un microclima único: amplitud térmica marcada, alta luminosidad, baja humedad y vientos que reducen enfermedades. Estas condiciones climáticas hacen que la cereza madura más lentamente, lo que permite acumular más azúcares y generar una fruta más firme y sabrosa.
En la región, el desarrollo de la fruta puede extenderse hasta más de 100 días, mientras que en otras zonas del país el proceso tarda entre 50 y 85 días. Esta maduración lenta es un diferencial clave en la calidad del producto.
“Estas cerezas no solo son las últimas del hemisferio sur en cosecharse, también son las más dulces y crocantes”, afirmó Diego Aguilar, productor y presidente de la Cámara de Cerezas de Mendoza.
La calidad de la cereza no solo depende del clima. Existe un componente humano invaluable que fue determinante en el reconocimiento de la DO. El conocimiento acumulado por generaciones, junto con las prácticas innovadoras impulsadas por el INTA, ha logrado estandarizar y mejorar las técnicas de poda, riego, nutrición y cosecha.
“Acompañamos desde el principio con asesoría técnica, en el manejo de campo, postcosecha y empaque”, señaló San Martino. “Así determinamos lo que hace únicas a estas cerezas: el dulzor, firmeza, color y acidez”.
El proceso de poda estratégica, por ejemplo, busca asegurar una correcta exposición solar para cada rama, renovando ramas envejecidas en invierno y regulando el vigor del árbol en verano. El riego, por su parte, se ajusta con datos técnicos y observación empírica, combinando ciencia y experiencia.
La Cooperativa El Oasis fue una de las piezas clave para obtener la DO. Según Federico Guerendiain, su tesorero, “haber plasmado en documentos que estas cerezas son distintas fue una gran satisfacción. El INTA Los Antiguos fue clave en el proceso, sobre todo en la creación de la cooperativa. Antes era una idea, hoy es una realidad”.
La organización permitió unificar criterios, compartir recursos, profesionalizar procesos y consolidar una identidad colectiva en torno a la producción de cerezas. Hoy, los productores no solo pueden competir por calidad, sino también defender su producto frente a la competencia global.
“No podemos competir por cantidad, pero ahora sí podemos hacerlo por calidad”, aseguró Guerendiain.
Con el respaldo de la denominación de origen, las cerezas de Los Antiguos tienen ahora un pasaporte que les permite ingresar a mercados exigentes como Europa, Asia y América del Norte con una etiqueta de distinción. Esta herramienta también abre la puerta a nuevas inversiones, expansión de superficie cultivada y mayor visibilidad en ferias internacionales.
“El INTA vino a poner certeza sobre algo que ya sabíamos: nuestras cerezas son más ricas”, agregó Aguilar. “La denominación de origen es poderosa y puede atraer a más actores al negocio”.
El futuro se presenta prometedor para esta fruta que representa lo mejor de la producción patagónica: trabajo en equipo, respeto por el entorno y un compromiso genuino con la calidad.
El momento de cosecha también marca la diferencia. Se inicia a fines de diciembre y puede extenderse hasta mediados de febrero, dependiendo de las temperaturas anuales. Si bien se realizan mediciones técnicas para determinar el momento ideal —como el nivel de sólidos solubles (azúcares)—, la decisión final suele recaer en la experiencia del productor.
“Más allá de las mediciones, el conocimiento del productor es determinante”, subrayó San Martino. “Es el que sabe cuándo el fruto tiene ese punto exacto que lo hace único”.
La cereza de Los Antiguos no es solo un fruto exquisito. Es una historia de perseverancia, ciencia, tradición y comunidad. Con su denominación de origen, se consagra como un símbolo de excelencia agroalimentaria argentina y se proyecta hacia el mundo con identidad propia.