Por Agroempresario.com
Tres gigantes agroindustriales de Argentina —Bio 4, Salvita y Adecoagro— están llevando adelante una transformación revolucionaria del maíz, demostrando cómo un cultivo tradicional puede convertirse en el eje de negocios sustentables, innovadores y con alto impacto económico, ambiental y social. En un contexto donde la eficiencia, la circularidad y el valor agregado son claves, estas empresas apuestan por modelos que integran tecnología, producción local y economía verde.
En el marco del Congreso Maizar, Tomás Beamonte, gerente general de Bio 4, ofreció una visión clara y ambiciosa de cómo el maíz puede convertirse en una fuente estratégica de energía limpia y desarrollo regional. Bio 4, con sede en Río Cuarto, Córdoba, es pionera en la producción de bioetanol, un biocombustible que reemplaza a la nafta con un impacto ambiental 75% menor.
La empresa transforma anualmente 350.000 toneladas de maíz, cultivadas en 45.000 hectáreas de la región, en etanol, biogás, burlanda, aceite técnico y biofertilizantes. Este enfoque integral genera energía eléctrica renovable, alimento para feedlots y fertilizante para nuevos cultivos de maíz, cerrando así un círculo virtuoso.
“La producción de bioetanol arrancó en 2012. Fuimos los primeros del país. Hoy, la planta opera los 365 días del año”, explicó Beamonte. Además, producen 5000 toneladas de aceite técnico y generan el equivalente al 10% del consumo energético de Río Cuarto.
La historia de Bio 4 empezó hace dos décadas, cuando dos socios identificaron la necesidad de transformar el maíz lejos de los puertos, para evitar los altos costos logísticos. Convocaron a 26 productores agropecuarios, quienes fundaron la empresa. Hoy, trabajan más de 200 personas, con el 60% de su plantel compuesto por profesionales.
En términos de impacto social, Bio 4 promueve la sustentabilidad social y ambiental, generando empleo de calidad, cuidando a proveedores y contribuyendo al desarrollo local. Como señala Beamonte, “buscamos bienestar para las personas del equipo, muchas de las cuales están desde el origen de la empresa”.
Desde el norte argentino, Ramiro Muñoz, cuarta generación de una empresa familiar, lidera Salvita, una firma con un fuerte enfoque en el valor agregado en origen. Radicada en Salta y Jujuy, la compañía se dedica a la producción intensiva de frutas, hortalizas, legumbres y, especialmente, maíz dulce.
Salvita cultiva 1500 hectáreas de maíz dulce, un producto exigente que se comercializa en fresco, con una vida útil de apenas 7 a 10 días. “Requiere riego por goteo y comercialización inmediata, pero tiene un alto valor en el mercado local y en Uruguay”, explica Muñoz.
Pero la verdadera revolución de Salvita es su incursión en la quinta gama: productos cocidos, esterilizados, envasados al vacío, con seis meses de vida útil, destinados a mercados premium. Este paso marca una evolución clave en la cadena de valor agroindustrial.
Además, Salvita produce poroto, soja y maíz en 40.000 hectáreas de cultivos extensivos, y cuenta con un feedlot de 30.000 cabezas. Allí, el maíz y el expeller de soja se convierten en carne, mientras que el estiércol va a compostaje, reutilizándose como fertilizante orgánico.
“Tenemos dos plantas de procesamiento de poroto, una con capacidad para 500 toneladas por día, y una fábrica de conservas que maneja el 70% del mercado local de pimientos”, destaca Muñoz.
El cultivo de bananas, realizado con tecnología de riego, cosecha aérea y maduración con acetileno, emplea a más de 800 personas. En total, la compañía da trabajo a 2100 empleados, siendo un motor de empleo y progreso en el norte del país.
Para Adecoagro, una de las mayores compañías agroindustriales del Cono Sur, el maíz es clave en su modelo de producción eficiente y sustentable. Presente en Argentina, Brasil y Uruguay, cultiva 240.000 hectáreas de trigo, maíz, girasol y soja, y produce leche en tambos de alta tecnología.
Carolina Haymes, directora de Marketing, destacó cómo el maíz alimenta a las 14.400 vacas que ordeñan diariamente. “Todo comienza con la alimentación animal. La bosta de las vacas va a biodigestores que generan energía y fertilizantes, cerrando el círculo productivo”.
Adecoagro adquirió en 2019 las plantas lácteas de las marcas Las Tres Niñas y Angelita, que estaban inactivas. Hoy, producen leche fluida, quesos, yogures y chocolatadas con trazabilidad completa: desde el maíz del campo hasta el producto en góndola.
“Mostramos una economía circular, con tambos sustentables, tecnología y control en cada etapa. Queremos que el consumidor sepa que la calidad comienza desde la tierra”, aseguró Haymes. Bajo el lema “Lo bueno vuelve”, relanzaron Las Tres Niñas, apostando a productos sanos, naturales y accesibles.
Las tres compañías comparten una visión común: convertir el maíz en eje de un negocio circular, con impacto ambiental positivo, agregado de valor en origen y generación de empleo. No se trata solo de producir más, sino de producir mejor.
Bio 4 ya planea ampliar 25% la capacidad de producción de su planta, impulsar la inclusión del etanol en combustibles marítimos y mineros, y desarrollar bioplásticos para packaging.
Salvita, por su parte, busca fortalecer la producción de quinta gama y escalar su capacidad exportadora de porotos y productos frescos de alto valor.
Adecoagro continúa profundizando la trazabilidad, eficiencia energética y sustentabilidad en su modelo de producción lechera a base de maíz.
En el contexto de un mundo que demanda alimentos sanos, energía limpia y procesos sostenibles, Argentina cuenta con casos ejemplares que demuestran que la transformación agroindustrial no solo es posible, sino que ya está en marcha.
El maíz argentino, lejos de ser un simple commoditie, se convierte en biocombustible, carne premium y leche trazable. Y detrás de este grano dorado, se encuentran modelos de negocios que son orgullo nacional y proyección global.