Por Agroempresario.com
La segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Polonia culminó con la victoria del conservador Karol Nawrocki, quien obtuvo el 50,89% de los votos frente al 49,11% del liberal y alcalde de Varsovia, Rafał Trzaskowski. Este ajustado resultado no solo refleja la polarización política del país, sino que además representa un serio obstáculo para la agenda del primer ministro centrista Donald Tusk, quien asumió el poder en 2023 con la promesa de revertir reformas judiciales controvertidas y avanzar en temas como la legalización del aborto.
La contienda electoral en Polonia fue seguida con atención tanto a nivel nacional como internacional. Nawrocki, historiador de 42 años y exdirector del Instituto de la Memoria Nacional, se impuso en una elección marcada por un fuerte contraste ideológico. Mientras Trzaskowski representaba una visión europeísta y liberal, Nawrocki se erigía como defensor de los valores tradicionales, con el apoyo explícito de sectores conservadores locales e internacionales.
La noche electoral estuvo cargada de incertidumbre. Una encuesta a boca de urna proyectaba una victoria para Trzaskowski, pero el recuento oficial de votos fue inclinando lentamente la balanza a favor de Nawrocki. El respaldo del expresidente estadounidense Donald Trump y de figuras conservadoras internacionales como Kristi Noem fue determinante, según analistas.
Aunque la presidencia en Polonia no implica un control directo sobre el ejecutivo, el rol del presidente es clave en la política exterior y en el poder de veto sobre leyes aprobadas por el parlamento. En ese marco, la victoria de Nawrocki representa un serio freno para los planes del gobierno de Tusk, que ya venía enfrentando dificultades para consolidar su coalición centrista y avanzar con las reformas prometidas.
“Con Andrzej Duda ya había trabas legislativas. Con Nawrocki, esas reformas serán prácticamente imposibles”, explicó la analista política Anna Materska-Sosnowska al diario Gazeta Wyborcza. La posibilidad de revertir las reformas judiciales impulsadas por el anterior gobierno del partido Ley y Justicia (PiS), así como una mayor apertura social, quedan ahora en suspenso.
Karol Nawrocki no tiene experiencia previa en cargos de elección popular, pero ha sido una figura visible en el ámbito histórico y cultural de Polonia. Al frente del Instituto de la Memoria Nacional, promovió políticas de revisión histórica desde una óptica nacionalista, incluyendo la eliminación de monumentos soviéticos, lo que generó tensiones con Moscú. En respuesta, Rusia lo incluyó en una lista de personas buscadas.
Elegido por el PiS como su candidato para una renovación conservadora, Nawrocki capitalizó el descontento de buena parte de la sociedad polaca con el gobierno centrista y se presentó como un “hombre común con valores firmes”.
La campaña de Nawrocki fue inusualmente internacionalizada. La Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), vinculada al trumpismo estadounidense, realizó su primera reunión en suelo polaco pocos días antes de la elección. Durante ese evento, la secretaria de Seguridad Nacional de EE. UU., Kristi Noem, afirmó que Nawrocki “representa los valores que hicieron grande a Polonia” y que “es el líder necesario para mantener al país fuerte y libre”.
Este respaldo público, junto con la presencia de aproximadamente 10.000 soldados estadounidenses en Polonia como parte de su estrategia militar frente a Rusia, sugiere que bajo el liderazgo de Nawrocki las relaciones entre Washington y Varsovia podrían fortalecerse aún más, especialmente en términos de cooperación en defensa.
El resultado de la elección deja en evidencia que, pese a un año de gestión de centro, el nacionalismo conservador sigue teniendo un peso significativo en Polonia. Para muchos votantes, Nawrocki representa una vuelta a los valores tradicionales y a la soberanía nacional. “Queremos un presidente que defienda nuestras tradiciones. Nawrocki es ese presidente”, expresó un simpatizante al canal TVP Info.
En tanto, el gobierno de Tusk deberá reconfigurar su estrategia para gobernar con un presidente en la vereda ideológica opuesta. La posibilidad de consensuar políticas clave parece más lejana, y la tensión entre los poderes del Estado podría aumentar en los próximos meses.
Polonia se enfrenta así a un nuevo escenario político, donde la coexistencia entre un parlamento centrista y una presidencia conservadora obligará a negociaciones complejas y a redefinir las prioridades de gobierno. En un contexto regional convulsionado por la guerra en Ucrania y los desafíos internos de la Unión Europea, la estabilidad política polaca será clave para su rol en el tablero geopolítico europeo.