Por Agroempresario.com
La triquinosis es una enfermedad zoonótica que representa una seria amenaza para la salud pública y la producción agroalimentaria. En la Argentina, particularmente en zonas con fuerte actividad porcina y elaboración de embutidos caseros, la prevención de esta patología es un desafío clave para el sistema agropecuario, los consumidores y las autoridades sanitarias.
Para hacer frente a este problema, es fundamental la articulación entre productores, vendedores y consumidores, junto con el rol estratégico del Estado y las instituciones sanitarias. Desde organismos oficiales y centros de salud animal, se insiste en la importancia de adoptar medidas simples pero decisivas para cortar la cadena de transmisión del parásito Trichinella spiralis.
La triquinosis es una enfermedad parasitaria causada por larvas del nematodo Trichinella spiralis, que se aloja en los músculos de animales como cerdos, jabalíes y otros carnívoros. Las personas pueden contagiarse al consumir carne cruda o mal cocida que contiene estos parásitos.
Los principales productos de riesgo son los embutidos caseros (como salames, chorizos secos o bondiolas) que no han pasado por un proceso de control sanitario ni por un análisis bromatológico adecuado. También representa riesgo el consumo de carne fresca sin cocción completa.
1. Para productores porcinos:
2. Para elaboradores y vendedores:
3. Para consumidores:
Los síntomas pueden aparecer entre 5 y 45 días después del consumo de la carne contaminada. Incluyen fiebre, dolor muscular, diarrea, vómitos, hinchazón de párpados, dolor de cabeza y fatiga. En los casos más graves, puede afectar órganos vitales y comprometer la vida del paciente.
Por eso, ante cualquier sospecha o aparición de síntomas tras haber ingerido productos porcinos no controlados, es fundamental consultar de inmediato al centro de salud más cercano.
Desde organismos como el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), se desarrollan campañas de concientización sobre los riesgos de la triquinosis, dirigidas especialmente a productores rurales y poblaciones vulnerables.
Los municipios, las áreas de bromatología, salud y agricultura familiar también juegan un papel decisivo en la prevención. Es esencial que continúe el trabajo articulado entre los distintos niveles del Estado, las escuelas rurales, las cooperativas agropecuarias y los centros de salud comunitarios.
En años anteriores, se han reportado brotes de triquinosis en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, La Pampa y San Luis, entre otras. En muchas ocasiones, el foco se encuentra en producciones familiares o informales donde no se respetan las buenas prácticas de faena ni se realizan los análisis sanitarios correspondientes.
La expansión de la triquinosis en entornos rurales o periurbanos demuestra que no se trata solo de un problema individual, sino de una cuestión colectiva que exige control, educación, responsabilidad y acompañamiento técnico.
Implementar buenas prácticas en toda la cadena —desde la cría porcina hasta el plato del consumidor— es el único camino efectivo para erradicar esta enfermedad. El concepto de “Una sola salud” (One Health) cobra especial sentido en este contexto, recordándonos que la salud humana, animal y ambiental están profundamente interconectadas.
Por eso, cada eslabón de la cadena debe asumir su compromiso:
Uno de los factores que más contribuye a la persistencia de esta enfermedad es el desconocimiento. Muchas personas ignoran cómo se transmite la triquinosis, o no saben que los embutidos caseros también pueden ser vectores de la infección si no se realizan con controles adecuados.
Por eso, compartir esta información es una acción de cuidado colectivo. Difundir, informar y alertar puede evitar cientos de contagios, especialmente en épocas del año como el invierno, cuando suele aumentar la elaboración y consumo de productos de cerdo.