Por Agroempresario.com
La industria chocolatera belga se enfrenta a un panorama complejo ante la reciente imposición de nuevos aranceles por parte de Estados Unidos, que suman un 16% en total sobre el chocolate importado. Este aumento, que combina un impuesto preexistente del 6% y un recargo adicional del 10%, genera preocupación entre los exportadores belgas, quienes ven complicaciones para mantener sus niveles de venta y competir en el mercado estadounidense.
Thierry Noesen, fundador de la fábrica de chocolate belga Belvas, explicó en diálogo con Euronews que esta subida de impuestos afectará directamente el precio para los consumidores estadounidenses. “Creo que comprarán más o menos lo mismo, pero el costo para ellos será más alto”, señaló. Además, destacó la depreciación del dólar, que ha caído un 10%, lo que encarece aún más las importaciones y añade presión sobre las ventas.
La incertidumbre política es otro factor que preocupa al sector. Las declaraciones fluctuantes del presidente Donald Trump sobre la suspensión de los aranceles durante 90 días complican la planificación. “Lo difícil es la incertidumbre, porque habrá negociaciones en estos 90 días, pero no sabemos cuál será el resultado final”, afirmó Noesen. La logística también juega un papel importante: la importación del cacao desde Costa de Marfil hasta Bélgica tarda aproximadamente un mes, y las exportaciones a Estados Unidos tienen un tiempo similar, lo que limita la capacidad de reacción rápida ante cambios imprevistos.
Este contexto llevó a Noesen a descartar la idea inicial de adelantar exportaciones para evadir los nuevos gravámenes. “Si ya he iniciado la producción y comprado materiales para envases, un cambio inesperado me perjudicaría”, explicó. En su opinión, un plazo definido para conocer las condiciones es mejor que esta incertidumbre constante.
La fábrica Belvas destina alrededor del 25% de su producción a Estados Unidos, especialmente pralinés. Para mitigar riesgos, Thierry Noesen contempla diversificar su mercado reduciendo la dependencia del país norteamericano, ampliando su producción en países europeos como Alemania, Reino Unido y Austria. También confía en que la Unión Europea tome medidas para proteger el chocolate belga frente a los aranceles estadounidenses, recordando que en Europa no existen gravámenes sobre los chocolates importados desde Estados Unidos.
Por último, Noesen menciona que el incremento global en los precios del cacao —impulsado por riesgos climáticos y especulación— afecta también a los costos de producción en Europa, lo que añade una presión adicional para los chocolateros belgas.