Por Agroempresario.com
En plena temporada exportadora, un buque granelero con 33.000 toneladas de trigo y destino a Angola quedó varado en el canal de acceso al Puerto de San Pedro, exponiendo las vulnerabilidades de la logística portuaria frente a eventos climáticos extremos. El incidente, ocurrido el 23 de mayo, generó demoras operativas, pérdidas económicas y una urgente necesidad de realizar un nuevo dragado intensivo para recuperar la navegabilidad de la zona.
Según informó el Consorcio de Gestión del Puerto de San Pedro, la profundidad del canal cayó drásticamente de más de 10 metros a entre 7,5 y 8 metros en cuestión de días. El responsable fue un fenómeno hidrosedimentológico originado por lluvias excepcionales sobre el norte de la provincia de Buenos Aires, que modificaron súbitamente el perfil del lecho portuario.
Las lluvias del 16 y 17 de mayo fueron el factor clave. Las cuencas de los arroyos El Tala y Arrecifes recibieron entre 400 y 500 milímetros de agua en apenas 48 horas. Este volumen extremo provocó una crecida repentina del riacho Baradero, cuya corriente no solo aumentó aguas abajo, sino que invirtió su flujo y arrastró grandes volúmenes de sedimento hacia el canal del puerto.
Lo más preocupante es que estos sedimentos se depositaron en un lapso muy corto y con una densidad inusitada: el volumen acumulado equivale a tres años de sedimentación normal, superando ampliamente el material refulado durante el dragado finalizado el 8 de mayo.
El impacto fue inmediato: apenas minutos después de zarpar, el buque quedó encallado. Recién el 25 de mayo, tras la intervención de tres remolcadores, la nave fue liberada. Sin embargo, continúa amarrada en el muelle cerealero, esperando condiciones seguras para retomar la navegación.
Este incidente paralizó por completo la rotación de embarcaciones en el Puerto de San Pedro, afectando de forma directa la cadena logística de exportación de cereales y subproductos agrícolas. En momentos donde cada jornada cuenta para el cumplimiento de contratos internacionales, la varadura representa una pérdida económica sensible y una señal de alerta para toda la hidrovía.
Para restablecer la operatividad, se calcula necesario remover más de 300.000 metros cúbicos de sedimentos, lo que implica un nuevo dragado de gran magnitud, costos elevados y semanas de trabajo coordinado. Las tareas ya están en evaluación, pero el trasfondo del problema obliga a repensar el modelo de gestión de los puertos fluviales.
Desde el Consorcio portuario afirman que, al momento del zarpe, se cumplían todos los parámetros técnicos y de seguridad vigentes. Incluso un buque de características similares había salido sin inconvenientes días antes. Por eso, consideran al hecho como un evento de fuerza mayor, abrupto e impredecible.
No obstante, la situación evidencia la necesidad de incorporar nuevas herramientas tecnológicas para anticiparse a este tipo de contingencias. El monitoreo satelital, las batimetrías en tiempo real y los modelos hidrodinámicos permitirían anticipar cambios súbitos en el fondo del canal y mejorar los tiempos de respuesta ante fenómenos extremos.
El caso de San Pedro no es aislado. Cada vez más, las lluvias intensas y los eventos climáticos extremos están afectando no solo caminos rurales y cosechas, sino también los canales navegables que sostienen el comercio exterior argentino.
En este contexto, la resiliencia logística se vuelve un eje estratégico. Los puertos necesitan infraestructura más robusta, pero también capacidad de reacción dinámica. Porque en un escenario donde el cambio climático impone condiciones inéditas, lo inesperado también debe ser parte del plan logístico.
La solución inmediata será ejecutar un dragado urgente. Pero a mediano y largo plazo, el desafío es mucho más profundo: fortalecer la infraestructura crítica, diversificar fuentes de información y modelar escenarios posibles para que incidentes como el de San Pedro no vuelvan a poner en jaque la logística exportadora nacional.
El Puerto de San Pedro, ubicado sobre la Hidrovía Paraná-Paraguay, es un punto clave para la salida de cereales y subproductos hacia mercados internacionales. Su eficiencia es vital para el flujo de exportaciones del norte bonaerense, el sur santafesino y parte del litoral.
La interrupción de operaciones por eventos meteorológicos extremos no solo genera pérdidas inmediatas, sino que también compromete la competitividad logística de la región. La experiencia reciente demuestra que los sistemas portuarios deberán adaptarse a un nuevo escenario donde el clima y la sedimentación son factores de riesgo ineludibles.
Por ahora, el buque continúa amarrado. Y con él, la certeza de que la planificación logística en Argentina ya no puede prescindir de una mirada estructural que incorpore resiliencia climática, prevención tecnológica y coordinación interinstitucional.