Por Agroempresario.com
Malasia, un crisol de culturas y paisajes, emerge como un destino que va mucho más allá de la imponente silueta de las Torres Petronas en su capital, Kuala Lumpur. Quienes se aventuran a explorar este país del Sudeste Asiático descubren una tierra de contrastes asombrosos: desde las playas de arena blanca que rivalizan con las más famosas del mundo, hasta selvas ancestrales donde la vida salvaje, incluido el majestuoso tigre de Malasia, aún prospera, y una identidad multicultural que fascina por su coexistencia pacífica de religiones y tradiciones.
La historia malaya es un tapiz complejo, intrínsecamente ligada a la de sus vecinos Indonesia, Singapur y Tailandia. Los sultanatos islámicos se entrelazaron con dominios portugueses, holandeses y, a partir del siglo XVIII, británicos. El auge colonial británico impulsó una migración masiva de trabajadores desde China e India, quienes dejaron una huella indeleble en la identidad del país. Hoy, curries indios y dim sum chinos, las figuras de Ganesha y Buda, conviven armoniosamente con la mayoría islámica y una minoría cristiana. Esta libertad de culto es palpable; las mujeres pueden vestirse a su antojo y las comunidades indias y chinas mantienen vivas sus prácticas budistas e hindúes, enriqueciendo el tejido social y cultural de Malasia.
Aunque Kuala Lumpur es la principal puerta de entrada, muchos viajeros que exploran las islas de Tailandia llegan a Malasia surcando el mar de Andamán hasta Langkawi. A solo 57 kilómetros de Ko Lipe y compartiendo el turquesa de Ko Lanta, Phi Phi y Phuket, Langkawi se distingue por no haber sucumbido aún al turismo masivo, ofreciendo una experiencia más auténtica y serena.
Langkawi, un archipiélago de 104 islas, la mayoría deshabitadas, forma parte del estado de Kedah. La principal, Pulau Langkawi, tiene 25 kilómetros de norte a sur y fue transformada en un centro turístico en 1986 por el entonces primer ministro, Mahathir Mohamad. Su nombre, que significa “águila marrón rojiza”, rinde homenaje a un águila endémica, cuyo imponente monumento de 45 metros se alza en la Plaza del Águila.
Las playas son, sin duda, uno de los grandes atractivos de Langkawi: desde la animada Pantai Cenang, perfecta para deportes acuáticos como el jet ski, hasta la remota Pantai Kok o la aclamada Datai Bay, considerada por muchos como una de las diez mejores del mundo.
Más allá de la arena y el sol, Langkawi sorprende con su teleférico, que asciende a más de 700 metros, ofreciendo vistas panorámicas de la isla y las selvas tropicales. Desde allí, el puente colgante de 125 metros permite una perspectiva única de la exuberante vegetación, hogar de macacos osados y los tímidos lutungs. La isla está impregnada de mitos y leyendas, que cobran vida en experiencias inmersivas nocturnas como el Dream Forest, donde proyecciones 3D y música narran las historias de gigantes como Mat Chinchang y Mat Raya, o la princesa Mambang Sari, que dio origen a la isla de Dayang Bunting.
La protección del ecosistema es una prioridad en Langkawi. El Hotel Ritz Carlton colabora con LADA (Langkawi Development Authority) en la difusión de la importancia de los manglares, que actúan como barrera natural contra los tsunamis. Visitas al Geoparque Kilim de la Unesco permiten a los viajeros participar en la plantación de nuevos manglares, contribuyendo a la conservación de este vital ecosistema. La exploración de la selva con naturalistas como Othman Ayeb y su hijo Wafiq revela la rica biodiversidad local, desde árboles bungor hasta nidos de termitas y orquídeas exóticas.
La comunidad china, aunque minoritaria, es importante en Langkawi. Restaurantes como Hai Yan, levantado sobre pilotes en el agua, ofrecen exquisiteces como el costoso pescado Tor tambroides (empurau), mientras se disfruta de atardeceres espectaculares sobre el mar de Andamán.
A 119 kilómetros al sur de Langkawi se encuentra Penang, una isla con una personalidad completamente diferente. Al llegar a George Town, su centro histórico, los carteles en chino y el aroma a incienso de los templos budistas revelan una vibrante comunidad. Fundada en 1786 como la Isla Príncipe de Gales, George Town fue un punto estratégico para la Compañía Británica de las Indias Orientales, fusionando arquitectura colonial británica, iglesias protestantes y templos budistas. Declarada Patrimonio de la Humanidad en 2008, su riqueza histórica y cultural es innegable.
Penang es también el epicentro de la cultura peranakán. Los peranakán, o babas y nyonyas, son los descendientes de los primeros inmigrantes chinos que se casaron con locales. Esta cultura única tomó lo mejor de las tradiciones malayas y británicas, creando una gastronomía de fusión y preservando el dialecto hokkien.
La Mansión Pinang Peranakán es el lugar ideal para sumergirse en esta fascinante cultura. Bajo la dirección de la carismática Lilian Tong, este museo, antigua residencia de un rico baba, exhibe más de 1.000 piezas de antigüedades que reflejan la opulencia y las tradiciones peranakán, desde paneles de madera tallada china hasta baldosas inglesas y herrajes escoceses, revelando una aspiración occidental. La mansión ilustra costumbres curiosas, como la de llevar un gallo y una gallina a la habitación de los recién casados para predecir el sexo del primer hijo.
Las calles de George Town, como la Calle Armenia y la Calle Ah Quee, son una galería a cielo abierto de arte callejero, donde murales se combinan con objetos reales, creando escenas ingeniosas y fotogénicas. Los patios de comida son una visita obligada para degustar la diversidad culinaria de la región, con opciones que van desde sopas hasta platos de pescado y cerdo, adaptados a todos los paladares.
La Penang Hill, una colina de selva tropical declarada Reserva de Biosfera por la Unesco, ofrece un respiro del calor. Un funicular asciende por esta colina verde, desde donde se desprenden 26 senderos que llevan a cascadas y lagunas, acompañados por el incesante canto de las chicharras. En la cima, se encuentran una mezquita, un templo hindú, restaurantes y tiendas, pero el verdadero tesoro son las miles de especies de plantas, mariposas y más de 100 variedades de pájaros. Dentro de Penang Hill, The Habitat ofrece pasarelas colgantes para una vista inmersiva de la selva.
El día en Penang puede culminar en los Muelles de los Clanes, villas de pescadores construidas por inmigrantes chinos sobre el agua hace más de un siglo. Cada muelle lleva el nombre de un clan chino, y en sus calles flotantes de madera se aprecian las casas con altares budistas. El animado barrio de Little India, con sus supermercados, restaurantes y tiendas de saris, es perfecto para probar delicias como las samosas con licuado de mango.
Desde Penang, cruzando el Penang Bridge, se accede por tierra al corazón del país: el Parque Nacional Taman Negara. La promesa de avistar al legendario tigre de Malasia, inmortalizado por Emilio Salgari en su obra Sandokán, añade un toque de aventura. El camino se vuelve cada vez más verde y sinuoso hasta llegar a un río, donde un bote cruza a los visitantes al Mutiara Taman Negara, el único hotel dentro del parque nacional. Cabañas sencillas pero equipadas con aire acondicionado, un restaurante abierto y un centro de visitantes son la infraestructura disponible en este santuario natural.
Las actividades en Taman Negara son una inmersión total en la selva. Caminatas guiadas por senderos de madera revelan la flora y fauna local, desde la resina natural utilizada para perfumar hasta plantas con propiedades neurotóxicas. El ascenso a la colina Teresek ofrece vistas espectaculares del valle y del serpenteante río Tahan. El Canopy Walkway, el puente colgante más largo del mundo con 530 metros de largo y a 40 metros del suelo, es una experiencia emocionante que permite observar la selva desde las alturas.
Una visita a la tribu cazadora Batek, con su asentamiento precario de hojas de palmera y troncos, ofrece una perspectiva fascinante de sus costumbres. Demostraciones de uso de cerbatanas y dardos paralizantes, y la técnica para encender fuego frotando ratán contra bambú, son parte de esta interacción cultural. Los paseos en bote por el río Tahan, más estrecho y con orillas frondosas, permiten avistar aves como el martín pescador y admirar el gigantesco árbol Tualang, de 65 metros y 130 años. Senderos que conducen a piscinas naturales en el río son ideales para refrescarse después de la exploración. La calidez y eficiencia del pueblo malayo, que hace sentir a los visitantes como en casa, es una constante en esta aventura.
La capital de Malasia, Kuala Lumpur, experimentó una transformación radical a partir de 1992, cuando el primer ministro Mahathir Mohamad impulsó la construcción de un edificio icónico que simbolizara la modernidad del país. El arquitecto argentino César Pelli ganó el concurso con un diseño basado en la estrella de ocho puntas del islam, que representa la unidad, armonía, estabilidad y racionalidad.
Las Torres Petronas, inauguradas en 1998, se convirtieron en las torres mellizas más altas del mundo, con 88 pisos y 425 metros de altura, unidas por un puente entre los pisos 41 y 42. Este puente no solo permite la circulación entre ambas torres, sino que también sirve como vía de escape en caso de incendio. La visión de Mahathir se cumplió: las Petronas atrajeron un nuevo interés sobre Malasia y fueron un pilar fundamental en la modernización del país. El nombre, acrónimo de Petroliam Nasional Berhad, refleja su función principal como sede de la mayor empresa estatal de gas y petróleo. Las torres, un símbolo de progreso y amistad entre Mahathir y Pelli, se erigen en el corazón del Kuala Lumpur City Center (KLCC), un complejo que incluye un parque con fuentes danzantes, shoppings, edificios de oficinas y hoteles.
La visita a las Petronas incluye paradas en el piso 41, para acceder al puente, y en el piso 86, que ofrece vistas panorámicas de la ciudad enmarcada por colinas verdes, una maqueta del complejo y videos de su construcción. La experiencia culmina en el piso 83, con una cafetería y una tienda de regalos.
Las Petronas son hipnóticas; de día y de noche, su brillo de acero y vidrio es imposible de ignorar. Se pueden admirar desde la gran fuente del KLCC, donde las aguas danzan con luces y música, o desde los hoteles de lujo como el Four Seasons y el W Hotel, que compiten por ofrecer las mejores vistas.
Al igual que en el resto de Malasia, las comunidades india y china tienen sus propios barrios en Kuala Lumpur, con sus restaurantes, supermercados y templos. El tráfico intenso de la ciudad puede sortearse con el bus turístico, que conecta los puntos de interés como China Town y Little India, comunidades fundamentales para la identidad malaya. La ausencia de avistamientos de tigres agazapados es, para muchos, una razón poderosa para regresar a esta fascinante tierra.
Cómo Llegar:
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Penang:
Taman Negara:
Kuala Lumpur: