Por Agroempresario.com
El sector lácteo argentino avanza hacia una recuperación significativa en 2025, luego de atravesar una de las peores crisis climáticas y económicas de las últimas décadas. La producción de leche aumentó un 11% interanual en los primeros cuatro meses del año, según datos oficiales, mientras que la elaboración de productos derivados creció un 13%.
Este nuevo escenario positivo se debe a una combinación de factores: mayor eficiencia productiva, clima favorable, precios internacionales en alza, acceso al crédito y una mejora en el consumo interno. En conjunto, estos elementos apuntalan la proyección de una producción récord de 11.200 millones de litros de leche para 2025, de acuerdo con un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR).
Durante 2023 y parte de 2024, la lechería nacional estuvo condicionada por una sequía histórica, una macroeconomía incierta y políticas que dificultan la competitividad. En ese contexto, la rentabilidad cayó y muchas empresas redujeron su escala de producción.
Sin embargo, hacia el segundo semestre de 2024 comenzaron a vislumbrarse mejoras. La suspensión de las retenciones a las exportaciones lácteas en octubre de 2023, y su eliminación definitiva en agosto de 2024, marcaron un punto de inflexión. La decisión impulsó las ventas al exterior y fortaleció la rentabilidad del sector, que se benefició además de precios internacionales más atractivos.
En ese marco, el precio internacional de la leche alcanzó U$S 0,40 por litro a comienzos de 2025, notablemente superior al promedio de U$S 0,24 registrado entre 2017 y 2024. Este nivel ofrece previsibilidad y alienta nuevas inversiones, especialmente en tecnología aplicada a tambos.
Uno de los pilares del nuevo ciclo de expansión es la mejora en el consumo doméstico. Según datos del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), el consumo per cápita de leche pasó de 155,8 litros en mayo de 2024 a 194,1 litros en abril de 2025, lo que representa un incremento del 20% interanual.
Aunque aún se encuentra por debajo del récord histórico de 232 litros por habitante alcanzado en 1999, el crecimiento actual sienta las bases para una consolidación del mercado interno, clave para la estabilidad de la cadena láctea.
Otro factor clave ha sido el acceso al crédito adaptado a la actividad. En julio de 2024, el Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) lanzó una línea de créditos a “valor producto”. Este instrumento permite a los productores tomar deuda en litros de leche y devolverla en función del precio promedio nacional al momento del vencimiento.
Con una tasa fija del 5% anual y contratos digitales validados por la BCR, esta herramienta movilizó ya más de $20.000 millones en inversiones tecnológicas en menos de un año.
La modernización de los tambos fue notable. Datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca (SAGyP) muestran un incremento del 20% en la instalación de sistemas de ordeñe rotativos, y del 30% en robots de ordeño. Esta automatización mejora la eficiencia, reduce los costos y permite una gestión más sostenible.
Al mismo tiempo, la industria láctea diversificada acompañó el crecimiento. En comparación con el mismo período de 2024, la producción de yogures y leches fermentadas creció 23%, la crema 18% y la manteca 14%. También aumentaron la producción de queso (+7%), dulce de leche (+11%) y leche en polvo (+4%), favorecidos tanto por la demanda local como por el mercado externo.
Además, la relación entre los precios de la leche y los insumos clave, como el maíz y la soja, mejoró. Hoy, un litro de leche puede comprar 2,2 kg de maíz y 1,5 kg de soja, relación que no se observaba desde 2019. Esta ventaja comparativa potencia la eficiencia del modelo productivo nacional.
El escenario para lo que resta del año y 2026 es optimista, aunque no exento de desafíos. Si bien las condiciones actuales son más favorables que en años anteriores, la volatilidad macroeconómica, la inflación interna y las tensiones globales siguen siendo factores de riesgo.
Para mantener el rumbo, será clave sostener las políticas de incentivo a la producción y exportación, mejorar la infraestructura rural, ampliar el acceso a financiamiento y profundizar la tecnificación de los tambos.
El sector lácteo argentino parece estar atravesando un nuevo ciclo de expansión. Si logra consolidar las mejoras actuales, puede transformarse en uno de los motores del complejo agroindustrial nacional, combinando volumen, calidad y sustentabilidad.