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Por Agroempresario.com
El té matcha, emblema de la cultura japonesa y fenómeno del consumo saludable en Occidente, atraviesa una crisis inesperada: la fiebre global por esta infusión ha llevado su demanda a niveles récord, desbordando la capacidad de los productores tradicionales en Japón.
Aclamado por su color verde intenso, su sabor umami y sus propiedades energizantes, el matcha se extrae del tencha, una hoja de té cultivada a la sombra, secada y molida artesanalmente. Pero detrás del éxito internacional —impulsado por productos que van desde helados hasta cafés en cadenas como Starbucks— hay una creciente escasez.
“Por más que intentemos aumentar el stock, simplemente no hay más matcha para comprar”, reconoció Zach Mangan, fundador de Kettl Tea, una boutique de té japonés recientemente abierta en Hollywood Boulevard, Estados Unidos. De las 25 variedades que ofrece, 21 están agotadas.
A más de 8000 kilómetros, en la región japonesa de Sayama, Masahiro Okutomi, productor de 15ª generación, enfrenta la misma dificultad: “Tuve que anunciar en nuestra web que no aceptaríamos más pedidos. Nuestra producción no puede seguir el ritmo”.
La elaboración del matcha mantiene un fuerte componente artesanal. Las hojas se cultivan bajo estructuras de sombra por semanas para aumentar su contenido de clorofila. Luego, se despulpan a mano y se muelen lentamente en molinos de piedra, un proceso que apenas permite obtener 40 gramos por hora.
Este modelo de producción, profundamente enraizado en la tradición nipona, choca con el apetito global por el producto. La escasez ya se siente tanto en Japón como en mercados clave como Estados Unidos, Canadá y Europa.
La disyuntiva está planteada: ¿es posible expandir la oferta sin sacrificar la esencia del matcha artesanal? Mientras algunos productores exploran nuevas tecnologías, otros defienden el legado cultural.
Lo cierto es que el auge del matcha, si bien promueve la cultura japonesa, también pone en jaque un sistema que no fue diseñado para la demanda masiva.
