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Por Agroempresario.com
La biodiversidad enfrenta una crisis sin precedentes: más de 500 especies de aves podrían extinguirse en los próximos 100 años. Así lo afirma un estudio internacional publicado en Nature Ecology & Evolution, liderado por la Universidad de Reading y el Imperial College London, que modeló distintos escenarios de conservación y amenazas como la deforestación, el cambio climático y la caza ilegal.
Según los investigadores, este fenómeno equivaldría a una pérdida del 5,2% de las cerca de 10.000 especies de aves conocidas en la actualidad, una cifra que triplica todas las extinciones documentadas desde el año 1500. Más allá del número, los expertos advierten sobre el impacto funcional: una caída del 3,2% en la diversidad ecológica de estas especies, lo que afectaría procesos clave como la polinización, el control de plagas y la dispersión de semillas.
“La magnitud de lo que enfrentamos supera cualquier precedente histórico. Incluso eliminar todas las amenazas actuales no garantiza la recuperación de muchas especies ya comprometidas”, alertó Kerry Stewart, autora principal del estudio e investigadora en la Universidad de Reading.
El informe enfatiza que muchas de las especies más amenazadas son funcionalmente únicas, es decir, cumplen roles ecológicos que no pueden ser reemplazados por otras aves. Entre ellas se destacan el albatros real del sur, el cóndor andino, la pardela de Ascensión y el pájaro paraguas de cuello desnudo (Cephalopterus glabricollis), cuyas desapariciones representarían pérdidas irreversibles para los ecosistemas.
Incluso si se eliminan las amenazas humanas de forma inmediata, al menos 250 especies seguirán en riesgo de extinción. “Estas aves necesitan intervenciones intensivas como programas de cría en cautiverio o restauración de hábitats”, afirmó la coautora Manuela Gonzalez-Suarez, investigadora en conservación biológica.
Uno de los aportes claves del trabajo es el enfoque de priorización funcional, que propone destinar recursos a especies cuya pérdida tendría un mayor impacto en el equilibrio ecosistémico. “Salvar 100 especies particularmente valiosas desde un punto de vista funcional podría conservar hasta el 68% de la diversidad ecológica actualmente amenazada”, remarcó Gonzalez-Suarez.
Esta metodología desafía enfoques clásicos de conservación centrados en el atractivo visual o la simbología de ciertas especies, al poner en primer plano su valor ecológico objetivo.
El estudio analizó diferentes estrategias de mitigación. El control de la pérdida y degradación del hábitat se posiciona como la medida más efectiva, ya que podría salvar a la mayor cantidad de especies y preservar funciones ecológicas vitales.
En segundo lugar, se encuentran las políticas de restricción a la caza, la recolección de aves y otras formas de explotación directa. Estas acciones, aunque de menor alcance en términos cuantitativos, protegen rasgos biológicos clave que hacen a ciertas aves más vulnerables.
“Las especies con gran tamaño corporal o alas anchas son especialmente susceptibles a los cambios ambientales y a la presión humana. Entre 250 y 350 especies requerirán medidas adicionales para garantizar su supervivencia”, agregó Gonzalez-Suarez.
El equipo de investigación utilizó información proveniente de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN y una base morfológica que incluye a más de 11.000 especies de aves. A partir de estos datos, simularon múltiples escenarios: desde un enfoque global de reducción de amenazas hasta intervenciones localizadas específicas.
Los resultados no son alentadores. Incluso bajo los escenarios más optimistas —como la protección del 50% del rango geográfico de cada especie o la eliminación completa de presiones humanas—, se estima que más de la mitad de las extinciones proyectadas no podrán evitarse.
Esto revela que la crisis aviar no puede resolverse con acciones aisladas. Requiere una infraestructura global de conservación, articulada entre gobiernos, instituciones científicas y comunidades locales.
Los investigadores hacen un llamado urgente a que sus hallazgos sean considerados en el diseño de políticas públicas, tratados ambientales y estrategias internacionales de preservación de la biodiversidad. “Tenemos menos de una década para reorientar nuestros esfuerzos”, advirtió Stewart. “La ciencia nos proporciona un mapa; ahora hace falta voluntad política y recursos”.
La pérdida masiva de aves no solo significa la desaparición de especies emblemáticas. Implica un deterioro estructural de los ecosistemas terrestres y marinos, afectando la producción de alimentos, la estabilidad climática y la salud global.
La proyección de extinción de más de 500 especies de aves en el próximo siglo no es un dato más: es una advertencia cruda de un colapso ecológico en ciernes. Preservar estas especies no es una cuestión de estética o romanticismo naturalista, sino de supervivencia planetaria.
Con base científica y priorización estratégica, aún es posible revertir esta tendencia. Pero el tiempo corre, y la ventana de acción se achica cada día.
