Por Agroempresario.com
Con precios internacionales poco alentadores, costos en alza y suelos degradados por años de mala rotación, la campaña de soja 2025/26 plantea desafíos sin precedentes. Así se desprende de las conclusiones de la jornada técnica organizada por el semillero DONMARIO, donde los asesores Fernando Scliar y Guillermo Marchini coincidieron en un mensaje claro: “No pueden dejar parada la fábrica”. La producción debe continuar, pero con máxima eficiencia, planificación agronómica rigurosa y sin margen para errores.
En esta campaña, la clave será optimizar cada decisión en los lotes. Como señaló Marchini, “los números hoy no cierran, pero los productores igual van a sembrar, porque mantienen la esperanza de que los precios mejoren o que haya alguna medida, como la eliminación de retenciones, que mejore la rentabilidad”.
Aunque hay buena humedad en los suelos que permite planificar desde una posición agronómica favorable, el contexto económico obliga a repensar todo: desde la elección de variedades hasta los sistemas de rotación, el control de malezas, y el uso de tecnologías como Enlist para asegurar rindes que justifiquen la inversión.
El planteo económico es claro: la soja necesita una recomposición del precio o un alivio impositivo para volver a generar márgenes positivos. Mientras tanto, los productores, sobre todo aquellos más alejados de los puertos como en el NOA, deberán enfrentar altos costos logísticos con precios deprimidos y contratos de arrendamiento que aún no se ajustan a la nueva realidad.
“El costo del flete en zonas alejadas, sumado a los insumos aún elevados y arrendamientos que no bajaron lo suficiente, hacen que cada decisión tenga que ser pensada con precisión quirúrgica”, explicó Guillermo Marchini.
Además, señaló que el uso de semilla fiscalizada es fundamental: “Si sembrás 10 semillas, deben nacer al menos 8 o 9, porque hoy no hay margen para fallas en la implantación”.
En el escenario actual, la agronomía no es una herramienta más, sino la herramienta central para asegurar que cada hectárea exprese su máximo potencial. Para ello, la primera recomendación de los técnicos fue clara: diferenciar ambientes por potencial (alto, medio y bajo) y tomar decisiones adaptadas a cada uno.
Fernando Scliar advirtió que en los últimos 20 años se observa un estancamiento del rendimiento de la soja, en parte por el deterioro físico y químico de los suelos. Compactaciones, pérdida de materia orgánica y bajos niveles de fósforo son consecuencias de una agricultura reiterada sin rotación adecuada.
“Este modelo agrícola basado en la fertilidad original de los suelos ya no funciona. La solución está en manejos conservacionistas, rotación con cultivos de raíces profundas y cobertura para recuperar estructura y fertilidad”, explicó.
El control de malezas resistentes se volvió un dolor de cabeza técnico y económico. Hace unos años, el costo promedio de herbicidas era de 25 dólares por hectárea; hoy, en muchas zonas, oscila entre 85 y 100 dólares.
El avance del yuyo colorado (Amaranthus hybridus), y ahora también del Amaranthus palmeri, de difícil control, obliga a repensar estrategias. En este punto, la tecnología Enlist aparece como una aliada crucial, especialmente en siembras tempranas o en esquemas trigo/soja donde el cierre de surco es más lento.
“Frente a malezas que se escapan, tener una variedad que rinda y además permita mantener el lote limpio es vital. Enlist ayuda a controlar en momentos críticos del cultivo, cuando otras estrategias fallan”, indicó Scliar.
Uno de los enfoques más destacados por los técnicos fue la necesidad de mantener el lote ocupado todo el año, para competir con malezas y sumar beneficios agronómicos. Esto puede lograrse con rotaciones que incluyan trigo o cebada, o incluso cultivos de cobertura como centeno, avena y vicia, que aportan materia orgánica y permiten, incluso, un pastoreo liviano para reducir costos.
No obstante, Marchini advirtió que estos cultivos consumen agua, por lo que su implementación dependerá del perfil hídrico disponible y de que no perjudiquen al cultivo principal.
En las zonas con buenos ambientes, los asesores fueron categóricos: “No hay que ajustar para abajo. Hay que usar las dosis óptimas de fertilizantes y elegir variedades de alto potencial. Solo así se pueden alcanzar los rindes necesarios”.
Un tema sensible es el vínculo entre arrendatarios y propietarios de campos. Marchini fue enfático: “No se puede seguir con contratos anuales sin rotación ni visión de largo plazo. Muchos suelos están devastados”.
Planteó la necesidad de incluir pasturas cultivadas como alternativa para regenerar suelos y, al mismo tiempo, generar ingresos a través de la producción de carne. “Una buena pastura bien manejada puede producir hasta 700 kilos de carne por hectárea. Luego de 4 o 5 años, se puede volver a la agricultura con rindes muy superiores”, concluyó.
La campaña 2025/26 exigirá a los productores argentinos una mezcla de resiliencia, adaptación y precisión agronómica. Sembrar en este contexto no es un acto temerario, sino una decisión estratégica que requiere planificación rigurosa y compromiso técnico.
La clave estará en usar todas las herramientas disponibles —variedades resistentes, rotación, fertilización adecuada, control eficiente de malezas y siembras ajustadas— para convertir cada lote en una unidad eficiente de producción. Porque, como dijeron Scliar y Marchini, “la fábrica no puede parar”, pero debe funcionar con excelencia si quiere sobrevivir en tiempos adversos.