Por Agroempresario.com
La temporada de frutillas en Argentina está en su punto más dulce y jugoso, y es el momento ideal para aprovecharlas frescas, locales y llenas de sabor. No se trata de esas frutillas pálidas y empaquetadas que se ven en cualquier supermercado, sino de las que llegaron hace pocos días desde los campos de Coronda, Tucumán y La Plata, listas para conquistar cualquier paladar con su aroma y textura única.
Las frutillas argentinas que se encuentran en esta época tienen un color parejo, sin machucones, y un verde brillante en sus hojas que indica frescura. Es importante consumirlas a temperatura ambiente, ya que el frío puede apagar su sabor y aroma característico.
Muchas personas desconocen que la frutilla no solo llegó de Europa, sino que también tiene una variedad nativa, la Fragaria Chiloensis, originaria del sur de Chile y la Patagonia. Esta frutilla silvestre, de tamaño más pequeño y sabor intenso, fue llevada a Europa en el siglo XVIII, donde dio origen a la mayoría de las variedades actuales.
En Argentina, la mayor producción proviene de Coronda (Santa Fe), aunque también son importantes las cosechas en Tucumán, Mar del Plata y las zonas aledañas a La Plata. En total, se cultivan unas 1400 hectáreas dedicadas a esta fruta.
Las frutillas más comunes en el mercado son San Andreas, Camino Real y Festival. Esta última se destaca por su firmeza y dulzura, perfecta para postres tradicionales. En los últimos años, ha ganado popularidad la variedad Royal Royce, apreciada por su tamaño, aroma y dulzura, ideal para chefs y amantes de la gastronomía que buscan calidad y sabor en cada bocado.
Estas variedades se obtienen mediante cruces clásicos, sin modificaciones genéticas, en colaboración con universidades nacionales e internacionales, lo que garantiza un producto natural y de alta calidad.
Lo mejor de la frutilla es que puede disfrutarse de muchas maneras: sola, en postres, ensaladas, o incluso en preparaciones saladas. Por ejemplo, una ensalada con hojas verdes frescas y frutillas aporta un toque refrescante y sorprendente, mientras que una tabla de quesos con frutillas y un buen vino blanco es un clásico infalible para reuniones informales.
Para los desayunos, las frutillas combinan muy bien con yogur natural, miel, almendras tostadas y frutas del bosque como arándanos y moras. En postres, pueden acompañar helados de vainilla, ricota batida con ralladura de limón, o un brioche tostado con un toque de menta fresca. La creatividad en la cocina con frutillas no tiene límites.
No es necesario hacer grandes preparaciones para disfrutar de las frutillas en todo su esplendor. Basta con lavarlas bien, cortarlas y espolvorearlas con un poco de azúcar para que suelten jugo. Luego se pueden comer directamente con cuchara o acompañarlas con crema fresca, dulce de leche, o un toque de aceto balsámico para una experiencia diferente.
Otra opción es congelarlas: lavadas, sin cabito y en bolsas herméticas, pueden guardarse en el freezer para usarlas luego en licuados, mermeladas rápidas o tortas húmedas. Es importante recordar que las frutillas que se venden fuera de temporada suelen provenir de otros países y pierden sabor y textura debido al transporte y almacenamiento.
Consumir frutillas en temporada no solo garantiza mejor sabor y frescura, sino que también ayuda a reducir pérdidas en la cadena de comercialización y estimula la producción local, fomentando la economía de las regiones productoras. Además, es un gesto amigable con el medio ambiente al evitar importaciones innecesarias.
“Cuando consumimos lo que está en estación, ayudamos a que se venda mejor, a que se pierda menos, y a que tenga sentido sembrar otra vez”, explica un productor de Coronda.
Al comprar frutillas, es recomendable elegir aquellas con color rojo uniforme, sin partes verdes o blancas, y hojas frescas y verdes. Evitar frutas con manchas, golpes o arrugas. Para conservarlas, lo mejor es mantenerlas en la heladera, pero sacarlas un rato antes de consumir para que recuperen su aroma y sabor.
Las frutillas son delicadas y deben manejarse con cuidado para evitar que se aplasten o se dañen. Para lavarlas, se recomienda hacerlo justo antes de consumir para evitar que se humedezcan y se deterioren.