as empresas apícolas argentinas salen en búsqueda de valor agregado. Si bien la producción nacional es líder a nivel mundial, sus exportaciones concentradas en operaciones a granel desmerecen el trabajo de las colmenas locales. Te contamos las estrategias de las pymes santafesinas para enfrentar esta falencia.
De acuerdo a datos oficiales, entre el 90% y el 95% de la producción nacional se destina a la venta al exterior a granel, un negocio que manejan grandes fraccionadores americanos, británicos y alemanes. Esta dinámica otorga un bajo precio al productor que, con el correr del tiempo, fue abandonando la práctica y reduciendo el número de colmenas: oficialmente se estima que existen 2,5 millones, contra los 4 millones que había en 2007.
En este contexto, la exploración de las oportunidades de un mercado global que espera productos con el rótulo “Made in Argentina” parece ser la salida. “Hay que incentivar el desarrollo de una visión empresarial por parte del agricultor”, propone el consultor Raúl Stefanazzi.
A este panorama se le suma el avance de la miel china. “La invención china de industrializar la producción te invade el mercado y te descoloca con precios bajos. Por esta razón, es importante explotar nichos donde la miel orgánica se pague mejor, dar valor agregado para diferenciarse, o abrir una estrategia de desarrollo interno a través del turismo”, expresa Stefanazzi.
La cooperativa apícola Cosar, integrada por más de 100 productores, formó parte de un lote de 18 establecimientos que, sobre finales de 2019, lograron la habilitación de las autoridades chinas para colocar su producción en ese mercado. “Los mismos que te venden ese producto químico, también saben lo que es la verdadera miel, que es buena y nutritiva. Hay mucha población china con buen poder adquisitivo que lo aprecia”, explica Stefanazzi.
Santa Fe es una de las provincias más activas en términos apícolas: reglamentó una ley para fomentar la actividad y creó un postre santafesino que incluye una variedad de mieles como su ingrediente principal.
La cooperativa Cosar es una de las que encabeza este movimiento. En 2017, inauguró su propia planta de fraccionado, lo que le permite saltear el envío a granel y presentar su material en frascos individuales con el rótulo “Made in Argentina”. La fábrica está ubicada en el parque industrial de Sauce Viejo y cuenta con una capacidad de envasado de 2.000 frascos por hora.
Cosar comercializa sus productos en países como Alemania, Estados Unidos, Canadá, Italia, Francia, Bélgica y Japón; este último es un exigente mercado al que le vende miel de trébol.
Un caso destacable es el que ofrece la cooperativa apícola ApiUni, con sede en la localidad de San Javier. El establecimiento apuesta a convertirse en el principal productor nacional de hidromiel, una bebida alcohólica de escasa penetración en el mercado argentino pero con una gran tradición en Europa del Este. “Hace unos años que empezamos con la línea de bebidas, buscando agregar valor en origen a nuestros productos”, cuenta Roberto Yudicatti, referente de la cooperativa.
Creada en 2005, la entidad lideró el movimiento para la implementación de las modificaciones en el Código Alimentario Nacional, carente de precisiones respecto a la hidromiel. Los cambios establecidos otorgaron un gran empuje al cierre de negocios con el extranjero.
Mielaq, una firma oriunda de la localidad santafesina Llambí Campbell, elabora barras de semillas, cereales, salsas y mieles saborizadas.
Esta pyme, con más de 40 años de historia, le buscó una vuelta al tradicional negocio familiar basado en la fabricación de miel a granel. “Un hecho importante fue haber estado en la cumbre del G20, donde fuimos seleccionados para participar en una exposición de alimentos y bebidas nacionales. Tuvimos una recepción excepcional de nuestros productos, lo que nos da la pauta de que hay una posibilidad muy grande para aquellas propuestas con valor agregado como la nuestra”, indica Aquiles Tibaldo, dueño del negocio.
En la zona de islas de San Javier, Carlos Franck se distingue por fabricar miel orgánica. El producto se comercializa bajo la marca Don Zena que, a su vez, forma parte de la marca “De Mi Tierra Santa Fe”, promocionada por el Ejecutivo santafesino. “Al principio no teníamos mercado, pero con el auge de lo natural logramos cerrar con un exportador de Buenos Aires que aprecia nuestro diferencial y paga por la calidad”, comenta Franck.
Las colmenas no solo producen miel. La materia viva habilita el incipiente negocio de la genética apícola. Según cifras del Gobierno de Buenos Aires, para 2018 se vendían entre 2.000 y 3.000 abejas reinas al exterior. En este sentido, Stefanazzi afirma que agregando genética se podría alcanzar un crecimiento cercano al 30% de la producción. “Durante las últimas gestiones se han fortalecido a cabañeros santafesinos que, a lo largo de estos años, empezaron con un negocio de exportación que ya tiene operaciones con Uruguay, Europa y el mundo asiático”, destaca.
Otro nicho a explorar es el del turismo receptivo. “Imaginemos un grupo de japoneses o chinos que pasen un día en un establecimiento apícola: podrán ver cómo se produce la miel, hacer degustaciones y, al final de la jornada, comprar las diferentes variedades que en la actualidad tenemos disponibles; esta es una forma potente de pensar la apicultura de los próximos años", concluye el especialista.